El país social es el que va ahí haciendo la historia; sus ansiedades y exigencias no podrán ser otras que las de reclamar cuanto le ha sido negado: el derecho a trazarse su propio norte.
Algo va de figurar a existir. La expresión viene muy al caso, a propósito de la suerte que han corrido en los últimos años, lo que en un tiempo se llamaron: «El grandioso Partido Liberal» y «el glorioso Partido Conservador».
Una y otra colectividad política, vivirá más de sus recuerdos. Y el hecho de que mantengan su figuración, no significa que se pueda contar con ellos para lo que tanto hace suponer la política, en todo lo que ha de ser su alcance, a partir de lo social.
Podrá darse una figuración como partidos. Y de hecho se continúa dando. Pero de ahí a existir como fuerzas que sean el gran reto desde las perspectivas de sus propias clases populares, hay su distancia.
¿Qué es lo que en definitiva cuenta, para medir la existencia de un partido? La validez histórica; la de respuesta al devenir, con base en lo que se pueda estar siendo como colectividad política; determinando su propio compromiso con la realidad sociológica del país.
Entendemos que a Colombia, en vez de abrírsele caminos, se le están cerrando. Y en ello aparecen más que implicados los dos partidos tradicionales. El país no tenía por qué correr la suerte de verse desmantelado del gran poder que sostenía. Porque hay que ver lo poderoso que era por ejemplo el Estado, hace 40 y más años. Como Estado, era reflejo de cuanto el país había logrado concentrar para ser factor de políticas de desarrollo; para liderar incluso proyectos de transformación nacional.
Ya lo decía el maestro Gerardo Molina, en la década del 70: «El Estado colombiano, es tan dueño de organismos, de empresas, que hasta estaría en condiciones de establecer un sistema muy propio de socialismo democrático».
Tesis de esta naturaleza, nunca fueron escuchadas, acatadas y menos aún asumidas por la dirigencia de un partido como el Liberal; siendo que como colectividad en lo político y en lo social, era la llamada a hacer del Estado el incondicional defensor de toda su estructura de poder; ahí sí como en una concepción socialista, para hacer que lo estatal, fuera ante todo elemento de vida; entonces, con causa propia en lo que debía importar, por sobre lo que fuera: la justicia social y por ende la paz.
No digamos que el Partido Conservador, pudiera colocarse en toda esta causa de lo humano y de lo social. Al fin y al cabo ha sido colectividad que más le ha interesado ser antítesis de todo lo que pueda llevar a modelos más de corte socialista. Pero de todos modos, hubiera podido defender aún lo que podía haber contribuido a crear un Estado de tal vocación por mantener su propio patrimonio, que hasta hubiera logrado tener a esta hora su propio balance de validez y por qué no decir de legitimidad histórica.
Pero como esto y mucho más no logró como partido, entonces hay que decir que su “dirigencia» solo sirvió en los últimos 40 años para que el poder de lo estatal terminara siendo «feriado», como en efecto ha acontecido para detrimento del país social, que hoy llamaría Gaitán.
Pero entendámoslo de una vez por todas: El País Social es el que va ahí haciendo la Historia; sus ansiedades y/exigencias no podrán ser otras que las de reclamar cuanto le ha sido negado: el derecho a trazarse su propio norte, a partir de colectividades que más propendan en Colombia por establecer el poder social.
Para perspectivas de esta naturaleza, no encontramos que ya los viejos partidos y los que hayan podido surgir para ir en el mismo juego de lo histórico, puedan ser respuesta. Entonces, la alternativa no puede ser otra que los procesos organizativos desde las comunidades indígenas, desde las organizaciones de base, desde las distintas etnias, desde colectivos de lo social, desde trabajos asociativos en los campos, desde sectores vulnerables; ir creando el poder de lo social, con miras a un Estado de la comunidad.