Votar no basta: los jóvenes deben decidir en qué lado de la historia quieren estar

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Por | Gina Rojas

Si alguna vez ha dicho “no vuelvo a votar”, esta columna es para usted. Si piensa que la política no sirve para nada o que “todos son iguales”, también. Y si votará por primera vez, pero aún no tiene claro por quién ni por qué, con más razón, esta columna es para usted.

Más allá del desencanto o la desconfianza que nos han vendido, hay una verdad que no cambia, la política nos atraviesa a todos. Desde el precio del pasaje que pagamos hasta la calidad del agua que bebemos; desde la beca universitaria que esperamos hasta la atención en un hospital. Así que la política no es un juego de unos, es una responsabilidad colectiva que define nuestra vida diaria. Por eso, todas y todos deberíamos tomar partido.

Y sé lo que están pensando. El problema es que nos enseñaron a ver la política con sospecha. Crecimos con la idea de que lo mejor era no opinar, no elegir, no participar. Pero el silencio, en política, también tiene consecuencias. Cada vez que renunciamos a pensar o a actuar, alguien más decide por nosotros. Y casi nunca lo hace en nuestro favor.

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Por eso, más allá de votar, los jóvenes deben asumir una posición crítica y consciente, pero, sobre todo, decidir en qué lado de la historia quieren estar y cómo quieren ser recordados.

Las nuevas generaciones tienen el reto de hacer política desde la conciencia, no desde la indiferencia; desde la necesidad de romper las cadenas de la opresión, de convertir las ideas en acción y de ser la rebeldía que construye. Un país que entiende su valor no se vende, ni se somete, se transforma, se empodera y la rompe.

Votar es solo el comienzo

Así que es hora de informarse, de contrastar, de debatir sin miedo. De no aplaudir al poder sino exigirle, de ejercer el voto con conciencia y como una herramienta de poder.

Y para tener criterio, hay que entender que la política no es una persona, sino una estructura que debe rendir cuentas. Que un funcionario público no hace favores ni tiene gestos de generosidad, sino que cumple deberes. Y que la ciudadanía no debe agradecer obras, sino vigilarlas y exigir resultados.

Mi mamá siempre decía: “No coma entero”. Y qué gran lección para estos tiempos.

No comer entero también es un acto político. Porque quien piensa, no se arrodilla; quien se informa, no se vende; quien razona, no se deja usar.

Así que este 19 de octubre, cuando los jóvenes salgan a votar, ojalá lo hagan para transformar la historia. Que voten por convicción, por conciencia, por el deseo de ver y ser el cambio que queremos ver en el mundo.

Que lo hagan sabiendo que cada voto es una declaración de principios.

Ese día no elijan solo un candidato o un partido: elijan el tipo de país que quieren construir.

La historia —esa que se escribe con nombres grandes y decisiones pequeñas— no recordará a quienes callaron, sino a quienes se atrevieron a pensar distinto.

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