La gente, en un medio como el nuestro, es muy dada a creerse libre. ¿Pero es que acaso no lo es? Pues sí y no. ¡Qué complique con el término libertad! Ni formas de dar a entender que no se es tan libre. ¿Qué tal si decimos que esta es una “civilización de esclavos”? No faltará quien nos tilde de atrevidos y hasta de irrespetuosos.
El tema de la libertad da para mucho. Digamos que el hombre nace libre. Queremos decir, Dios ha hecho al hombre libre. Pero así como lo hizo libre, lo hizo inteligente. Entonces con la capacidad para distinguir entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, ente lo que lo dignifica y lo que postra, hasta el punto de tornarlo esclavo.
Se nace libre; pero fácilmente se muere como esclavo. Hay los que escapan a ser esclavos. Son una minoría absoluta. Son los únicos que alcanzan a entender de sabiduría. Les basta pertenecerse; no dejarse atrapar. ¿Pero atrapar de qué o de quién? Hemos oído hablar de que los hombres, en esta civilización llamada de “sociedad de consumo”, viven creándose necesidades y también patrones de vida; que así como lo pueden ser las cosas, los haberes, lo pueden ser también las frivolidades, los subterfugios; aunque también las pasiones oscuras: que las envidias, que los resentimientos, que los rencores, que los odios, que los afanes de venganza; cualquier quiste de estos que eche raíces en el corazón del hombre, lo tornará esclavo.
Pero volvamos al tema de la libertad. Quien lo creyera: para muchos inspira miedo o temor. No en vano se ha escrito y mucho sobre el miedo a la libertad. Es tanto como decir miedo a la vida, porque si no hay libertad, tampoco hay vida. ¿Por qué miedo a la libertad? Porque no es fácil ser libre. Se necesita manejar seguridades, fortalezas, principios, convicciones, claridades, para no terminar siendo objeto de las circunstancias, de las presiones, de las corrientes que montan sofismas de distracción.
El hombre así como está llamado a hacer de su libertad su gran don de vida, del mismo modo está llamado a ser fiel a cuanto pueda mantenerlo libre: la claridad en su propio camino; pero no cualquier camino: ha de ser el de jugarle a la vida desde ansiedades de libertad; porque hay muchas libertades que hacen falta en las condiciones de los pueblos. Para mejor decir han sido muchas las violaciones a sus propios derechos de ser libres.
Si hay situaciones que nos hablan de sometimientos colectivos, si hay mapas humanos que nos hablan de hombres que no logran sus propios desarrollos, si hay escándalos mundiales con tanta gente que vive en la pobreza absoluta, en la miseria, si hay crímenes como el de naciones enteras condenadas a la hambruna, entonces es porque hay sistemas, políticas, que en su propio control o manejo de la humanidad, se resisten a que haya justicia y por lo tanto hombres libres.
Detrás de lo injusto, de lo inhumano, de lo cruel, hay hombres que actúan como desde un complejo histórico; su proceder es mirada subjetiva, egoísta, voraz, capaz de dejar que agonicen millones de seres humanos, antes que permitir que recobren vida y hasta se levanten.
Porque el día en que ya no logren jugar con la muerte, se les acabará su forma cínica de manejar el mundo; se les acabará esa, su “libertad” para imponer arbitrariedades y abusos, exploraciones y explotaciones, siempre del recurso humano y de los bienes de la tierra.
Toda esta situación es crimen sobre la humanidad. Pero también es crimen llegar a contemporizar con todo este estado de cosas. Para peor, se contemporiza aun desde experiencias de fe, desde iglesias y templos. Tremendo este equívoco, siendo que la expresión mesiánica dice: “solo la verdad hará libres a los pueblos”.