Salvar la democracia, un desafío ciudadano

Imagen | Vía shutterstock
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Por | Julián David Mesa Pinto / Abogado Especialista en Gobierno y Gerencia Territorial

A propósito del reciente libro publicado por el constituyente de 1991, Exministro y Exprocurador General de la Nación Fernando Carrillo Flórez: “Defender la democracia sin miedo desde la democracia”, huelga detenernos a reflexionar de manera urgente sobre la realidad que presenciamos actualmente los colombianos: tiempos convulsos signados por incertidumbres institucionales, temores sociales y afrentas contra nuestra democracia.

A raíz del descontento generalizado, nuestra democracia atraviesa una tremenda crisis de confianza y legitimidad popular.  La falta de credibilidad de los colombianos en nuestro aparato institucional nubla por completo la conciencia cívica y ciudadana: hoy impera la desesperanza, la carencia de pertenencia por lo público, prevalece la desinformación, el odio azuzado por el fanatismo ideológico y la extrema radicalización. Pareciera inimaginable hoy encarar un debate franco y garantista en el que el disenso de opiniones y pensamientos puedan darse en un clima de respeto, armonía y libertad plena de expresión.

El profesor Carrillo sugiere entre varias, una plausible propuesta para blindar nuestra democracia: “…la educación y cultura ciudadana como factores de fortalecimiento democrático son elementos claves para generar consensos, promover convergencias, darles sentido a las conversaciones, fomentar la deliberación, crear espacios de encuentro y enriquecer el valor de lo público. Además, las competencias en materia de educación para la democracia deberían volver a ser parte del currículo de los programas de educación básica y superior, pública y privada”.

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Salvar la democracia comporta un desafío ciudadano e institucional que involucra un diálogo social permanente, amplio e incluyente con todos los actores, tanto  afines como antagónicos donde prevalezca el respeto, la empatía y la tolerancia en medio de las diferencias, significa apartarnos del espinoso camino del odio, de la descalificación azuzada entre adversarios políticos por muy extremas ideologías en las que democráticamente se identifiquen, de la violencia verbal despiadada denostada entre líderes sociales, ambientalistas y empresarios e industriales, impera la urgente medida de reorientar el rumbo social, político y económico de la nación articulando al sector público y privado. Los consensos se logran precisamente en medio un álgidos pero razonables debates entre actores opuestos y con negociaciones imperfectas, bien enseña la sabiduría popular que “el mejor acuerdo posible surge cuando las partes quedan insatisfechas”.   

La discusión técnica, académica y política de las reformas sociales, económicas y políticas que se promuevan en la rama ejecutiva o legislativa no deben convertirse en un cuadrilátero para el matoneo verbal y para la exposición excesiva de emociones y argumentos triviales.

El desafío de blindar la democracia compromete fortalecer la institucionalidad y la independencia de las Ramas del Poder Público; el sistema de pesos y contrapesos como principio fundamental de las democracias se constituye como una garantía fundamental para mantener incólume la estructura de nuestro Estado, garantizar la separación y equilibrio de poderes, prevenir el abuso de autoridades públicas y de  funcionarios que detenten poder, de  efectivizar los controles necesarios para proteger los derechos y libertades de los ciudadanos.

Como nación no podemos seguir supeditados a la zozobra, la incertidumbre, el miedo y la desesperanza; el temor nos conducirá indefectiblemente en un corto plazo a tomar decisiones democráticas en las urnas movidas por el odio, la necesidad de venganza, la desinformación y terminar eligiendo a mesías y falsos héroes como gobernantes o representantes en cuerpos colegiados que “de manera iluminada” surgen como inefables “salvadores”. Bajo el diálogo social, político e institucional razonable, sincero, formado e informado desviaremos los cantos de sirena, la histeria colectiva y salvaremos nuestra democracia del malhadado fantasma de la tiranía y de su desestabilización orquestada por el populismo y el mesianismo.

“Del mismo modo que no sería un esclavo,
tampoco sería un amo. Esto expresa mi idea de la democracia”
Abraham Lincoln

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