Es mucho lo que últimamente se ha dicho y hablado sobre el primer Nobel colombiano en Literatura, ese «árbol frondoso y eterno» por esa razón, el 8 de mayo de 2017, con ocasión de la conferencia, para conmemorar los cuatrocientos años de Miguel de Cervantes, el académico Daniel Samper Pizano, me preguntó si había alguna vez sacado los refranes de Cien años de soledad. Me tomé a pecho la sugerencia y me di a la tarea de releer la obra; demoré seis meses leyendo y subrayando y, precisamente cuando se cumplían cincuenta años de la publicación y el treinta y cinco del otorgamiento del Premio Nobel de Literatura al escritor magdalenense, salió lo que presento hoy. De los datos curiosos cabría añadir, la reacción de Gabo al enterarse de que la Fundación Nobel le otorgaba el premio: «¡Mierda, se lo creyeron! ¡Se tragaron el cuento!» (Gabo: 2003, 249), expresión que evitó en su discurso de aceptación, titulado La soledad de América Latina. García Márquez tardó dieciocho meses ininterrumpidos en escribir la novela, encerrado al interior de ese cuarto bautizado como «La cueva de la mafia» en la casa alquilada donde vivía la familia García Barcha. Estaba ubicada en la calle La Loma, número 19, San Ángel, Ciudad de México, ese pequeño barrio pueblerino, similar a la Zipaquirá fría, rebelde y republicana en la cual vivió el cataquero, entre 1943 y 1946, cuando fue coplista, poeta, caricaturista y dibujante, antes de aprender a escribir a máquina, bajo la orientación del profesor Carlos Julio Calderón Hermida y, al tiempo que fue el joven costeño, novio de Lolita Porras y Berenice Martínez, se graduó de bachiller en 1946 y se volvió marxista. El primer capítulo de la novela Cien años de soledad, como primicia, se publicó el 1 de mayo de 1966 en el diario El Espectador de Bogotá y que luego, en 1967, Editorial Suramericana de Buenos Aires sacaría al mercado, una vez aprobada la segunda parte del libro, que llegó, por error, al editor Francisco Porrúa, pues como era un texto tan voluminoso y la esposa de García Márquez sólo tenía cincuenta y tres pesos mexicanos, de los ochenta y dos que costaba el envío completo, dividió el paquete en dos sobres y envió uno de ellos. El texto no comenzaba con aquella frase que tuvo el autor en la cabeza, mientras iba de paseo con la familia, a Acapulco: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo» (Gabo: 2007, 9).
En el año 2007, cuando se celebró en Cartagena de Indias el IV Congreso Internacional de la Lengua, la Asociación de Academias de la Lengua española – ASALE, junto con la Real Academia Española decidieron publicar en el CXL aniversario de la ascensión de remedios, la bella, al cielo, la edición conmemorativa de la novela, no sólo para celebrar los ochenta años del autor, sino los cuarenta de la primera publicación. Allí, además de varios estudios de Álvaro Mutis, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Víctor García de la Concha, Claudio Guillén, Pedro Luis Barcia, Juan Gustavo Cobo Borda, Gonzalo Celorio y Sergio Ramírez, aparece un glosario en el que trabajó un grupo de académicos, entre españoles y colombianos, sumado al equipo básico de lexicógrafos coordinados por Carlos Domínguez, Abraham Madroñal y Julián Gimeno (España), y María Clara Henríquez (Colombia). La edición conmemorativa, de por sí muy completa, recibe este aporte externo con los adagios, dichos y refranes, que sirven particularmente, para aprender comportamientos sociales en la vida común; por eso se dice: «Persona curiosa, tiene un refrán para cada cosa».
Esos refranes, dichos y cachos o adagios, a través de los textos de la novela garciamarquiana, están presentes en el Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana (llamado por el propio García Márquez como «la gran novela de las palabras») y en la Nueva gramá- tica de la lengua española como ejemplos lexicográficos.
Éste trabajo, realmente fue para mí un remedio contra el insomnio, que me hizo recordar esa pelea contra la peste, que para luchar contra el olvido no me sanaba ni un café fuerte y, debía recordar las instrucciones: «Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche» (Gabo: 2007, 60). La vaca aparece cuatro veces en el texto, aquí con el café y en tres versiones distintas, para apartar a la gente con el agregado de una vida no muy extensa. Tal vez, mover las vacas, tiene que ver con ese momento de ensoñación que tuvo Gabo rumbo a Acapulco, cuando además estuvo a punto de atropellar un semoviente en la carretera. Su hijo Rodrigo dio un grito de felicidad: «¡Yo también, cuando sea grande, voy a matar vacas en la carretera!».
De igual manera, hay tres expresiones en latín y lo único es que no conté las veces en que aparece la palabra «puta», al parecer la palabra predilecta de García Márquez en sus obras, junto con «mierda». Precisamente su estilo y escritura, «se entiende en el uso que hace este autor de la tradición oral (caribeña) y de los elementos arcaicos de la cultura latinoamericana, asociados con esa tradición oral» (Marín: 2012, 117).
Se sabe que Gabriel García Márquez trabajó como periodista y su estilo supo captar detalles tajantes y exactos. Al mismo tiempo entrelazaba palabras inesperadas que golpean la imaginación y nos llevan mucho más allá de la simple narración, por eso, tantos refranes, igualmente se podrían considerar como un remedio similar al que, con catorce mil fichas de instrucciones, alimentó José Arcadio Buendía su máquina de la memoria, siguiendo lo que alguna vez le había visto como invento maravilloso a los gitanos. Así, el listado que he elaborado, podría considerarse «como un diccionario giratorio que un individuo situado en el eje pudiera operar mediante una manivela, de modo que en pocas horas pasaran frente a sus ojos las nociones más necesarias para vivir» (Gabo: 2007, 61); eso es lo que verdaderamente nos sirve cuando se reanudan en las casas las sesiones de punto de cruz (Gabo: 2007, 109) y que nos permitirá vivir «hasta la vejez de los pescaditos de oro que (el coronel Aureliano Buendía, inspirado según Gabo en el general Rafael Uribe Uribe) fabricaba en su taller de Macondo» (Gabo: 2007, 125); pescaditos que siempre deberían ser veinticinco y no treinta y dos como las guerras civiles en las que participó y las perdió todas.
Estos dichos eran usuales en esa «casa de locos» como García Márquez califica varias veces el escenario central de los íntimos acontecimientos familiares de los Buendía, en la cual, «los Aurelianos eran retraídos, pero de mentalidad lúcida, los José Arcadio eran impulsivos y emprendedores, pero estaban marcados por un signo trágico» (Gabo: 2007, 211).
A veces, creemos que un buen vocabulario sólo es propio de hombres virtuosos, ese que «nunca hubiera oído hablar de la guerra, los gallos de pelea, las mujeres de mala vida y las empresas delirantes» (Gabo: 2007, 219); esos mismos que son santos varones, «un cristiano de los grandes, Caballero de la Orden del Santo Sepulcro, de esos que reciben directamente de Dios el privilegio de conservarse intactos en la tumba, con la piel tersa como raso de novia y los ojos vivos y diáfanos como las esmeraldas» (Gabo: 2007, 369).
Pero, también aquí hay frases memorables que están insertas en nuestro hablar popular panhispánico, a veces lleno de jeringonza, como cuando habla de «qué pendejo menjunje de jarapellinosos genios jerosolimitanos» (Gabo: 2007, 256), que claramente significaría: qué tonto, estúpido mejunje (por menjunje), ungüento o medicamento resultado de la mezcla de varios ingredientes, de «jarapellinosos» (creación léxica de García Márquez para formar un juego de palabras) genios de Jerusalén (ya que jerosolimitanos es el gentilicio de quienes nacieron o son oriundos de esa ciudad). Espero que mi tarea pueda ser útil y publicada, que no me ocurra lo que a José Arcadio Buendía, quien «Pasaba largas horas en su cuarto, haciendo cálculos sobre las posibilidades estratégicas de su arma novedosa, hasta que logró componer un manual de una asombrosa claridad didáctica y un poder de convicción irresistible. Lo envió a las autoridades acompañado de numerosos testimonios sobre sus experiencias y de varios pliegos de dibujos explicativos, al cuidado de un mensajero que atravesó la sierra, se extravió en pantanos desmesurados, remontó ríos tormentosos y estuvo a punto de perecer bajo el azote de las fieras, la desesperación y la peste, antes de conseguir una ruta de enlace con las mulas del correo» (Gabo: 2007, 11-12). Aunque culminé la lectura del texto el 29 de octubre de 2017, mi meta era la de haber coincidido en la finalización de este análisis con la única fecha, dos veces mencionada por García Márquez en su obra (Gabo: 2007, 302), el martes once de octubre, me pregunté, ¿qué ocurrió ese día? En primer lugar, el 11 de octubre es el 284º (ducentésimo octogésimo cuarto) día del año en el calendario gregoriano, pero el día 285 en los bisiestos, cuando quedan 81 días para finalizar el año. Aunque son muchos episodios los que han transcurrido cada once de octubre, en 1962, el papa Juan XXIII inauguró el Concilio Vaticano II y, un jueves, en la novela, José Arcadio se fue al seminario con el propósito de convertirse en Papa, pero también, en 1469 en las Dueñas (España), Fernando II de Aragón se entrevista con Isabel II de Castilla y deciden casarse; ellos serán conocidos como los reyes católicos. Aún no he podido precisar el año de ese martes once de octubre.
Sin embargo, considero nuevamente, que ese once de octubre que no se sabe en qué año transcurrió, puede ser de 1962, pues en esas calendas, Carlos Fuentes, su socio en la productora «El Castillo de Drácula», publicó su novela «la muerte de Artemio Cruz» y, ese personaje Artemio Cruz, junto con Lorenzo Gavilán están citado en Cien años de soledad (Gabo: 2007, 340), lo mismo que Rocamadour, que aparece en Rayuela de Julio Cortázar y, el fantasma de la nave del corsario Víctor Hughes, que aparece en El siglo de las luces de Alejo Carpentier. Hay que incluir dentro del grupo de personajes, esta vez de carne y hueso, a los cuatro amigos de Aureliano, quienes en la vida real eran los integrantes del denominado «Grupo de Barranquilla», donde estaban Gabriel (El propio García Márquez), Álvaro (Cepeda Zamudio), Germán (Vargas Espinosa) y Alfonso (Fuenmayor). Igualmente, la novia de Gabriel (Su esposa, Mercedes Barcha); o también Rodrigo y Gonzalo (nombres de los hijos de García Márquez y Mercedes, que serían los idealizados hijos de Gastón y Amaranta Úrsula); el maestro Rafael Escalona, juglar y compositor vallenato y el jefe civil del Magdalena, Carlos Cortes Vargas, que participó en el conflicto de las bananeras durante el gobierno de Miguel Abadía Méndez; también tuvo que enfrentar el conflicto en la zona bananera de la United Fruit Co. «la Yunái», en Santa Marta y de la Tropical Oil Company «La Troco». En ese conflicto, se destruyeron treinta y cinco mil metros de hilo telegráfico, cuarenta plantaciones de banano fueron incendiadas y murieron ocho trabajadores1, lo cual disiente de la versión incluida en la novela de García Márquez, tenida por cierta por muchos historiadores colombianos, que toman a pie juntillas la frase «…el ejército ametralló a más de tres mil trabajadores en un tren de doscientos vagones y los arrojaron al mar» (Gabo: 2007, 396). Ese es García Márquez, alguien que como dicen algunos (Inger Enkvist y Ángel Rama, por ejemplo), luego de publicar esta novela y de ese encierro de 566 días, «ya no es el escritor que fue sino un “viajante político-cultural”», «un animador o relacionador que opera entre los centros de poder político de la izquierda». Concluye diciendo, que el nuevo papel de escritor «ha sido logrado con la literatura pero nada tiene que ver con ella» (Cobo Borda: 1995, 553).
1 Un caso distinto fue el que se vivió en 2007, cuando la bananera Chiquita Brands, sucesora de la United Fruit Company, fue acusada de financiar grupos paramilitares colombianos que asesinaron a sesenta y tres sindicalistas. Se le impuso una multa de veinticinco millones de dólares pero no hubo procesos penales contra sus directivas.
A continuación, el lector podrá apreciar este catálogo, para días soleados o grises, que también podrá ser utilizado en cualquier momento de ocupación o de esparcimiento, incluso de tedio o aburrimiento, así como cuando «llovió cuatro años, once meses y dos días» (Gabo: 2007, 357).
Desarrollo:
- (Estoy) como el trapito de bajar la olla, 366.
- (Los militares), los más dignos, todavía esperaban una carta en la penumbra de la caridad pública, muriéndose de hambre, sobreviviendo de rabia, pudriéndose de viejos en la exquisita mierda de la gloria, 279.
- (Me siento) como un monigote pintado en la pared, 366.
- (Sus) ventosas marchitaban las flores, 112.
- ¡A buena hora!, 364.
- ¡Ahí les dejo esa mierda!, 453.
- ¡Ave María Purísima!, 157.
- ¡Cabrones!. ¡Viva el partido liberal!, 144.
- ¡Cómo has venido a parar tan lejos!, 95.
- ¡Los amigos son unos hijos de puta!, 467.
- ¡Qué injustos hemos sido contigo!, 286.
- ¡Quién hubiera pensado que de veras íbamos a terminar viviendo como antropófagos!, 463 – 464.
- ¡Se metió de gitano!, 45.
- ¿Y ahora qué quieres que haga?, 365.
- A este paso terminaremos devorados por las bestias, 380.
- A este paso terminaremos peleando otra vez contra el régimen conservador, pero ahora para poner un rey en su lugar,
244-245.
- A la salud del papa, brindó Aureliano Segundo, 219.
- A mí las reinas me hacen los mandados, 236.
- A mí me bastaría con estar seguro de que tú y yo existimos en este momento, 463.
- A pesar de que no tenía dónde ir ni a quién visitar, 432.
- Aaaay, mi madre, 347.
- Abre bien los ojos, 265.
- Ahí mismo, al otro lado del río, hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros, 17.
- Ahora es imposible hacer nada, 366.
- Ahora parece un hombre capaz de todo, 183.
- Ahora que estamos solas, confiésale a esta pobre vieja lo que te pasa, 322.
- Ahora van a ver quién soy yo, 210.
- Ajá, 353.
- Al fin, todo el mundo sabe que eres una puta, 135.
- Apártense, vacas, que la vida es corta, 222. En la p. 292 aparece así: Apártense vacas. Apártense que la vida es corta y, en la p. 402 se habla del letrero sobre el ataúd de Aureliano Segundo: Apártense vacas que la vida es corta. Es decir que encontramos tres versiones y tres lecturas gramaticales distintas de la misma expresión.
- Apenas les sale barba se tiran a la perdición, 179.
- Aquí está la Divina providencia, 398.
- Aquí, esperando que pase mi entierro, 231.
- Así nos redimirá más la vida, 56.
- Así se escondan en el fin del mundo, 151.
- Con cualquiera de ellos, los hijos te saldrán con cola de puerco,
265.
- Confunden el culo con las témporas (mezclar dos cosas totalmente distintas), 243.
- Cualquier cosa mala que hagas me la dirán los santos, 418.
- Cuando abran los ojos a la realidad se encontrarán con los hechos consumados, 184.
- Cuando me muera, quemen mercurio durante tres días en mi cuarto, 89.
- Cuando salga de aquí me casaré contigo, 162.
- Cuando se muera saldrá penando en ese mecedor, 105.
- Cuídate la boca, 160.
- De modo que esto es la muerte, 389.
- Deben tener lombrices, 41.
- Debes estar loco, 416.
- Déjenlos que sueñen, 43.
- Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier
lugar de la tierra, sin moverse de su casa, 11.
- Dice que se está muriendo por mí, como si yo fuera un cólico miserere, 228.
- Dios existe, 60.
- Donde pones el ojo pones el plomo, 94.
- El amor es una peste, 85.
- El ánimo de su corazón invencible la orientaba en las tinieblas,
379.
- El mejor amigo es el que acaba de morir, 195.
- El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre,
y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo, 9.
- El mundo habrá acabado de joderse el día en que los hombres
viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga,
453.
- El mundo se va acabando poco a poco, 214.
- El mundo se volvió triste para siempre, 20.
- El primero de la estirpe está amarrado en un árbol y al último
se lo están comiendo las hormigas, 469.
- El que no quiera oírme que se vaya, 370.
- El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad, 231.
- El tiempo no pasaba, sino que daba vueltas en redondo, 381.
- El tiempo pasa, 148.
- El vicio hereditario de hacer para deshacer, 433.
- Ella no cagaba mierda sino astromelias, 367.
- En el mundo están ocurriendo cosas increíbles, 17.
- Era lo menos grave que podía hacer, 104.
- Era un tonto en velocípedo, 445.
- Era una ciruela pasa perdida dentro del camisón, 388.
- Eres demasiado malicioso para ser un buen murciélago, 446.
- Eres la vergüenza de nuestro apellido, 138.
- Es como si el tiempo diera vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio, 225.
- Es contra natura y además la ley lo prohíbe, 114.
- Es el diamante más grande del mundo, 27.
- Es el olor del demonio, 15.
- Es una equivocación, 67.
- Esperemos que escampe en las próximas horas, 364.
- Esta suerte no te va a durar toda la vida, 220.
- Estaba en la índole de los hombres repudiar el hambre una
vez satisfecho el apetito, 329.
- Estaba tan bien equipado para la vida, que le pareció
anormal, 35.
- Estamos perdiendo el tiempo, 159.
- Estaremos perdiendo el tiempo mientras los cabrones del partido estén mendigando un asiento en el congreso, 159.
- Este es el gran invento de nuestro tiempo, 28.
- Este es un pueblo feliz, 352.
- Este es un régimen de pobres diablos, 273.
- Este será cura, 219.
- Esto es lo último que nos faltaba, 337.
- Esto es un disparate: los defensores de la fe de Cristo destruyen
el templo y los masones lo mandan componer, 159.
- Esto es una desgracia, 331.
- Estos cabrones son capaces de disparar, 346.
- Estos niños andan como zurumbáticos, 41.
- Evíteme la indignidad de morir en el cepo con estos trapos de mujer, 140.
- Flotando en un universo vacío, donde la única realidad cotidiana y eterna era el amor, 460.
- Había que ver las de sol y sereno, 281 – 282.
- Hablaban sin fijarse en susceptibilidades de damas ni remilgos de caballeros, 263.
- Hasta los más incrédulos se desconcertaron, 258.
- Hay mucho que cocinar, mucho que barrer, mucho que sufrir
por pequeñeces, además de lo que crees, 270.
- Haznos tan pobres como éramos cuando fundamos este pueblo, no sea que en la otra vida nos vayas a cobrar esta dilapidación,
223.
- He alcanzado la inmortalidad, 89.
- He muerto de fiebre en los médanos de Singapur, (duna, colina de arena del desierto), 89-90. La misma frase se repite en la p. 405.
- Hicimos tantas guerras, y todo para que no nos pintaran la casa de azul, 273.
- Hizo entonces un último esfuerzo para buscar en su corazón
el sitio donde se le habían podrido los afectos, y no pudo encontrarlo, 202.
- Hoc es simpicisimun: Porque estoy loco, 104.
- Hoc est simplicisimun: homo iste statum quartum materiae
invenit, 103.
- La atmósfera era tan húmeda que los peces hubieran podido entrar por las puertas y salir por las ventanas, 358.
- La bacinilla era de mucho oro y de mucha heráldica, pero lo que tenía dentro era pura mierda, 368.
- La ciencia ha eliminado las distancias, 10-11.
- La concentración implacable lo premió con la paz del espíritu,
230.
- La cuestión es que a mí me parece que he salido conservador,
215.
- La embriaguez del poder empezó a descomponerse en ráfagas de desazón, 194.
- La glorificación del despilfarro, 223.
- La incertidumbre del futuro les hizo volver el corazón hacia el pasado, 461.
- La mala suerte no tiene resquicios, 152.
- La perdición de la familia había sido abrirle las puertas a una cachaca, imagínese, una cachaca mandona, 367.
- La pobreza era una servidumbre del amor, 385.
- La tierra es redonda como una naranja, 13.
- La única diferencia actual entre liberales y conservadores, es que los liberales van a misa de cinco y los conservadores van a misa de ocho, 278.
- Las cosas tienen vida propia, todo es cuestión de despertarles el ánima, 10.
- Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra, 471.
- Las mujeres de esta casa son peores que las mulas, 227.
- Las obsesiones dominantes prevalecen contra la muerte, 465.
- Le vio otra vez la cara de su soledad miserable cuando todo acabó de pasar, 305.
- Lo esencial es no perder la orientación, 20.
- Lo han matado a traición y nadie le hizo la caridad de cerrarle los ojos, 208.
- Lo importante es que desde este momento solo luchamos por el poder, 197.
- Lo que le interesaba a él no era el negocio sino el trabajo, 230.
- Lo que más me duele es tanto tiempo que perdimos, 457.
- Lo que pasa es que no podemos con el peso de la conciencia,
32.
- Lo único eficaz es la violencia, 120.
- Lo único que falta es que haga rodar las sillas con solo mirarlas,
177.
- Locos de nacimiento, 212.
- Los años de ahora ya no vienen como los de antes, 281.
- Los hijos heredan las locuras de sus padres, 52.
- Los hombres piden más de lo que tú crees, 270.
- Los muertos no salen, 32.
- Macondo era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugado por la cólera del huracán bíblico, 470.
- Más bien con distracción de sabio que con deleite de buen comedor, 259.
- Más flojo que el algodón de borla, 370.
- Mátame también a mí, hijo de mala madre. Así no tendré ojos para llorar la vergüenza de haber criado un fenómeno, 127.
- Mientras Dios me dé vida no faltará plata en esta casa de locos,
174.
- Mierda de perro, 40.
- Mira en lo que hemos quedado, 128.
- Mira la casa vacía, nuestros hijos desperdigados por el mundo, y nosotros dos solos otra vez como al principio, 128.
- Morirse es mucho más difícil de lo que uno cree, 199.
- Muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la casa, 10.
- Nací hijo de puta y muero hijo de puta, 152.
- Nada más estoy esperando que pase la lluvia para morirme,
363.
- Nadie debe conocer su sentido mientras no hayan cumplido cien años, 214.
- Nego. Factum hoc existentiam Dei probat sine dubio, 103.
- No es la primera vez que una mujer se vuelve loca por un hombre, 326.
- No es posible vivir en esta negligencia, 380.
- No habrá una casa mejor, ni más abierta a todo el mundo,
que esta casa de locos, 210.
- No hay nada que hacer, 363.
- No hay prisa, 364.
- No hay un ideal en la vida que merezca tanta abyección, 187.
- No la dejen ir, que solo llega una vez cada cien años, 398.
- No lo dejes ir, que la vida es más corta que lo que uno cree,
399.
- No me creas lo que te digo, 128.
- No me importa tener cochinitos, siempre que puedan hablar,
30.
- No me quise precipitar, 161.
- No necesitamos ningún corregidor porque aquí no hay nada qué corregir, 70.
- No necesito de barajas para averiguar el porvenir de un
Buendía, 329.
- No pierdas el tiempo, 131.
- No puede llover toda la vida, 366.
- No quería quedar para burla de sus nietos, 63.
- No salgas a la calle después de las seis de la tarde, 178.
- No sé por qué todo esto huele mal, 138.
- No se quieren acostar con un hombre que saben que se va a morir, 151.
- No suplique a nadie ni se rebaje ante nadie, 149.
- No te hagas la santa, 135.
- No tengo nada de qué arrepentirme, 143.
- No tengo por qué callarme, 370.
- No tienes de qué quejarte, 52.
- Nos estamos volviendo gente fina, 244.
- Nos pudriremos aquí dentro, 205.
- Nos sigue atosigando la buena suerte, 129.
- Nos volveremos ceniza en esta casa sin hombres, pero no le daremos a este pueblo miserable el gusto de vernos llorar, 205.
- Nosotros venimos porque todo el mundo viene, 264.
- Nosotros volaremos mejor que ellos con recursos más científicos que ese miserable sobrecama, 43.
- Nuestro asunto es vender pescaditos, 230.
- Nunca se sabe qué quieren comer los que vienen, 263.
- Ojalá se meta de cura, para que Dios entre por fin a esta casa, 215.
- Para eso no sirve, 10.
- Pero no olviden que mientras Dios nos dé vida, nosotros seguiremos siendo madres, y por muy revolucionarios que sean tenemos que bajarles los pantalones y darles una cueriza a la primera falta de respeto, 186.
- Prefiero cargarlo vivo y no tener que seguir cargándolo muerto por el resto de mi vida, 71.
- Puesto que nadie quiere irse, nos iremos solos, 23.
- Que abran puertas y ventanas, 382.
- Qué barbaridad, 314.
- Qué bárbaro, 36.
- Que Dios te la conserve, 45.
- Qué raros son los hombres. Se pasan la vida peleando contra
los curas y regalan libros de oraciones, 190.
- Recordarán siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera, 455.
- Remedios Buendía no exhalaba un aliento de amor, sino un flujo mortal, 268.
- Roguemos a Dios para que sus enemigos tengan clemencia,
145.
- Se dejan algunas rojas para que no haya reclamos, 118.
- Se imaginarán que te has rendido porque ya no tenías ni con qué comprar una manta, 205.
- Se morirán de viejos esperando el correo, 209.
- Se resistía a envejecer aun cuando ya había perdido la cuenta de su edad, 282.
- Se sentaba como un sultán de Persia, 370.
- Se sintió marcado para siempre con el hierro ardiente de aquel secreto, 267 – 268.
- Se va a caer, 24.
- Seguro que fue un sueño, 352.
- Si Aureliano lo dice, Aureliano lo sabe, 164.
- Si en verdad me quieres tanto, no vuelvas a pisar esta casa,
131.
- Si has de parir iguanas, criaremos iguanas, 32.
- Si has de volverte loco, vuélvete tú solo, 13.
- Si hay que ser algo, sería liberal, porque los conservadores son unos tramposos, 118.
- Si he de morir, que sea peleando, 140.
- Si no es la guerra solo puede ser la muerte, 201.
- Si no temes a Dios, témele a los metales, 47.
- Si no volvemos a dormir, mejor, 56.
- Si tienen orden de disparar, empiecen de una vez, 147.
- Si todavía me quedara autoridad, lo haría fusilar sin fórmula de juicio. No por salvarme la vida, sino por hacerme quedar en ridículo, 208.
- Si tu madre lo supiera, 314.
- Si yo fuera liberal iría a la guerra por esto de las papeletas,
118.
- Somos tan pacíficos que ni siquiera nos hemos muerto de muerte natural, 70.
- Su aturdido corazón estaba condenado para siempre a la incertidumbre,
193.
- Su naturaleza se resistía a cualquier clase de convencionalismos,
228.
- Su temeridad era diligencia, su codicia era abnegación, su tozudez era perseverancia, 374.
- Tan abandonados a la buena de Dios, al igual que los burros,
23.
- Tantas cucharas y tenedores, y tantos cuchillos y cucharitas no era cosa de cristianos, sino de ciempiés, 367.
- Tanto joderse para que lo maten a uno seis maricas sin poder hacer nada, 153.
- Tarde o temprano te convenceré, 164.
- Te estás pudriendo vivo, 193.
- Te tiene tan embobado, que un día de estos te veré retorciéndote de cólicos, con un sapo metido en la barriga, 221.
- Te vas a poner tan gordo como él, 108.
- Tenemos que anticiparnos a los políticos del partido, 184.
- Toda la vida me contaron que las mariposas nocturnas llaman la mala suerte, 331.
- Todavía no ha nacido el hombre que me ponga las manos encima, 180.
- Todo se sabe, 423.
- Todos se asustaron con tus ojos abiertos, 204.
- Trabajó como un galeote, (preso condenado a remar en las galeras), 75.
- Un anarquista en la familia, 337.
- Un clavo saca otro clavo, 119.
- Un día como este viniste al mundo, 204.
- Una lucha a muerte entre un amor sin medidas y una cobardía invencible, 286.
- Uno extiende la mano y los pájaros bajan a comer, 130.
- Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra, 23.
- Uno no se muere cuando debe, sino cuando puede, 277.
- Usted mandará en su guerra, pero yo mando en mi casa, 193.
- Vale más estar muerto que verte convertido en un chafarote,
199.
- Vámonos de aquí, antes de que acaben de fusilarte los mosquitos,
198.
- Volveré a insistir, 164.
- Ya los tiempos no están para estas cosas, 364.
- Ya nacerán otros cuando escampe, 364.
- Ya no era un niño asustado por la oscuridad sino un animal de campamento, 175.
- Ya sabe usted que soy adivino, 148.
- Ya tenían bastante con sus propias penas para llorar por fingidas desventuras de seres imaginarios, 257.
- Ya ven que yo rechacé mi pensión para quitarme la tortura de estarla esperando hasta la muerte, 231.
- Yo, por mi parte, apenas ahora me doy cuenta que estoy peleando por orgullo, 161.
Aquí, no podía quedarse por fuera de la tradición ganada por el mismo Gabo desde su casa, como hijo de un telegrafista, el género epistolar, esa forma de lengua conversacional que consiste en obras que están escritas en forma de carta, enviadas o dirigidas a una persona, ya sea real o imaginaria, a través de las cuales, se va mostrando la evolución de los personajes es uno de los más importantes y útiles para estudiar la historia y sus protagonistas y los dos protagonistas de mi «Epístola según Gabo», son él mismo y uno de sus mejores amigos, su compadre Plinio Apuleyo Mendoza. Por eso, me he basado en los dimes y en los diretes de diferentes cartas cruzadas entre ellos a lo largo de los años y de comentarios sobre el uno o el otro que he encontrado en sus obras.
Comenzaré por Gabo en cartas a Plinio Apuleyo Mendoza:
- Capentier cree, no sin razón, que el trópico es barroco y exige un tratamiento barroco.
- Conservo de París una imagen fugaz que compensa todas mis hambres viejas.
- El deber revolucionario de un escritor es escribir bien.
- El gran semillero de dictadores, especialmente en el Caribe, fue el caudillismo federalista.
- Es mucho más importante para América Latina que yo sea amigo de Fidel que el que yo rompa con él.
- La sirena era una criatura que tenía de mujer lo menos útil y de pez lo menos aprovechable.
- Las mujeres sostienen el mundo, mientras los hombres lo desordenamos con nuestra brutalidad histórica.
- Lo más difícil es el primer párrafo. Pero antes de intentarlo, hay que conocer la historia tan bien como si fuera una novela que ya uno hubiera leído, y que es capaz de sintetizar en una cuartilla.
- Los novelistas latinoamericanos, precisamente por no tener la preocupación de sus mercados, como ocurre a los europeos y gringos, son los únicos que escriben lo que les da la gana.
- Si no fuera de izquierda, pensaría en todo y para todo como Gómez Dávila.
- Tengo la inmensa suerte de que ningún problema me quita el hambre, sino todo lo contrario, me la estimula.
Ahora, lo que ha contestado o dicho Plinio:
- Como dijo García Márquez y como pensaba Gaitán, uno no es de donde le llegan las modas, sino de donde tiene sembradas las tumbas.
- Cuando hablaba sobre su novia, luego su esposa, García Márquez se refería al «cocodrilo sagrado».
- Gabo decía que un libro no se termina, se abandona.
- Gabriel García Márquez es el modesto hijo de telegrafista llegado a las cumbres escarpadas de la gloria.
- García Márquez esperó veinte años para escribir Cien años de soledad. Diecisiete años median entre la idea de escribir El otoño del patriarca y el día que escribió la última línea de este libro.
- García Márquez ha sabido administrar bien las dificultades de su vida. Mejor que el éxito, quizás.
- García Márquez sujetaba por la brida los adjetivos, cuando otros los usaban como abalorios de gitana.
- La caída de una dictadura militar, la de Juan Vicente Gómez, fue el germen de la obra de García Márquez El otoño del patriarca, donde las manos de Stalin están representadas.
- Los libros de García Márquez, sosteniendo a pulso la vida de todos los días, garantizan la continuidad de las estirpes.
- Los mejores libros y los mejores amigos de Gabriel García Márquez, nacen de esa privilegiada relación suya con la verdad de la vida.
- Todo en García Márquez parece escrito en tablas inmutables.
Como puede verse, ha sido una relación «equilibrada», puesto que prácticamente tenemos el mismo número de comentarios del uno sobre el otro.
No puedo dejar de incluir el comentario más largo y más elocuente de Plinio Apuleyo Mendoza acerca de la obra del cataquense: El mejor cuento que haya escrito jamás García Márquez, se llama «La siesta del martes». El cuento empieza súbitamente y sin ninguna explicación, situando al lector de golpe en lo que está ocurriendo. Es parte de un conjunto de cuentos publicados bajo el título de «Los funerales de la mamá grande», donde la digna y enérgica estrategia empleada por una humilde mujer para obtener lo que ella necesita para cumplir su deber está desarrollada con magnífica intensidad en este cuento. Al mismo tiempo, todo el ambiente de un pequeño pueblo caribeño – el clima tropical, la agricultura dominada por grandes compañías, las intrigas y las luchas entre las varias clases sociales, la subyacente violencia que puede estallar en cualquier momento, nos sumerge en su mundo. Conclusión Ahí está la magia verbal o realismo mágico de García Márquez, que ridiculiza la razón y se transforma en la irracional historia de engendros, estupros, concubinatos, prostitución, castidad, traición, apasionamiento, guerras y malos negocios recogidos en su obra, en su vida, en esta novela que engrosa el listado de los libros de la literatura universal y panhispánica y que deja al colombiano a la par con el gran genio Cervantes.
Las obras del Gabo poseen un impacto emocional es universal. Es un ejemplo maravilloso del poder que unas pocas páginas pueden tener. Allí todo es «realismo mágico», que puso y llevó a su máxima expresión; por eso, Enrique Peña Nieto, presidente mexicano, dijo al conocer la muerte del colombiano en Ciudad de México, que el escritor «asumió que ficción y realidad son inseparables en los seres humanos, y de forma especial en nuestra América Latina, por la que luchó con ideas y obras», con ello, Gabo puso a la literatura latinoamericana, a la altura de las letras mundiales y como dijo el mismo Peña Nieto, y debemos sentirlo todos, «sus palabras y sus límites sobrevivirán los límites de la efímera vida humana».
Bibliografía
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Ediciones B Colombia, Bogotá, D.C., 2012.
Cobo Borda, Juan Gustavo. Para llegar a García Márquez. Bogotá: Temas de
hoy, 1997.
Enkvist, Inger. El discurso de García Márquez al recibir el premio Nobel. Departamento
de Lenguas Románicas, Universidad de Lund (inger.enkvist@rom.
lu.se), visible en: http://webs.ucm.es/info/especulo/numero41/gmnobel.html
García Márquez, Gabriel. Cien años de soledad. Real Academia Española,
Asociación de Academias de la Lengua Española. Editorial Alfaguara. Edición
Conmemorativa, Bogotá, D.C., 2007.
García Márquez, Gabriel. Cómo se cuenta un cuento. Random House-Mondadori,
Barcelona, 2003.
Marín Colorado, Paula Andrea. La narrativa de Gabriel García Márquez vista por
Ángel Rama y la recepción de su crítica en Colombia, en: Estudios de Literatura
Colombiana n° 30, enero – junio de 2012.
Mendoza, Plinio Apuleyo. Entre dos aguas. Ediciones B, Madrid, 2011.
Vergara Silva, Juan Carlos. Medio siglo de Cien años de soledad, en: Vigía del Idioma, Academia Colombiana de la Lengua, núm. 42, agosto de 2017.