Otra mirada a La Violencia en Colombia

Publicidad

Elementos como la radio, el licor y la oratoria avivaron los conflictos en campos y ciudades, de acuerdo con un nuevo libro del historiador Carlos Roberto Pombo.

Por | Alexander Velásquez, escritor y periodista.

La historia sobre la violencia en Colombia está llena de fábulas, datos inexactos e interpretaciones erradas sobre ciertos hechos. Con el ánimo de desenredar el hilo, el historiador Carlos Roberto Pombo Urdaneta, actual presidente de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, se propuso demostrar que no todas nuestras desgracias obedecieron exclusivamente a la lucha encarnizada entre los partidos Liberal y Conservador.

El resultado de sus pesquisas es un libro ameno titulado “Discordia y progreso: la primera mitad del siglo XX en Colombia”, publicado bajo el sello Taller de Edición Rocca, con prólogo del periodista y escritor Juan Esteban Constain.

Publicidad

El autor agarró con pinzas los acontecimientos que van desde la Guerra de los Mil Días —en la cual peleó el general Rafael Uribe Uribe— en los albores del siglo XX, hasta el llamado Frente Nacional, a mediados de siglo, —cuyo primer presidente fue Alberto Lleras Camargo—, una especie de tregua de dieciséis años para que una parte del país dejara de matarse.

De acuerdo con esta investigación, el conflicto no se extendió de manera uniforme por todo el país. Regiones como la Costa, por ejemplo, fueron casi que ajenas a lo que pasaba en ciertas zonas del interior del país, caso del departamento del Tolima.

Una cita del expresidente Lleras Camargo, recogida en este libro, resume el ambiente político del momento: “La violencia más típicas de nuestras luchas políticas es la que hace atrozmente víctimas humildes en las aldeas y en los campos, en las barriadas de las ciudades, y es producto de choques que ilumina el alcohol con sus lívidas llamas de locura”.

De tal suerte que hubo tres elementos que caldearon los ánimos de la sociedad: licor, radio y oratoria. El investigador se refiere al excesivo consumo de alcohol entre la gente, al poder de la radio para propagar mensajes que alborotaron a las masas y los discursos venenosos de ciertos líderes.

El licor estuvo presente en el campo de batalla, en los encuentros sociales y hasta en el Capitolio Nacional, donde una discusión acalorada entre congresistas armados acabó con la vida de uno de ellos, por lo cual se prohibió el ingreso de armas y licor.

El alcohol, el machete y el fusil estuvieron presentes en el campo de batalla. Los soldados untaban sus totumas con pólvora porque, decían, eso los emberracaba más. Borracho estaba en 1928 el general Carlos Cortés Vargas cuando, en medio de la huelga contra la United Fruit International, ordenó dispararles a los trabajadores indefensos, en lo que se conoce como la Matanza de las bananeras. En “Discordia y progreso” se narran los detalles del asesinato a hachazos del general Rafael Uribe Uribe, a manos de dos carpinteros bajo los efectos de la chicha.

Los ríos de sangre los precedía los litros de licor, tanto así que tras el asesinato de Gaitán se prohibió por decreto el consumo de chicha.

La radio se prestó para desinformar y agitar aún más los sentimientos ciudadanos. Buena parte de la población la oía mientras se embriagaba, “pues en todas las tiendas y bares había receptores”. “En los años cuarenta, Colombia contaba con setenta emisoras radiales; había más receptores de radio por persona que en cualquier otro país latinoamericano”, se lee en unos de los capítulos de esta obra.

Por su parte, la oratoria despertó “las pasiones más bárbaras entre la gente”, ese fuego se esparció a través de los transistores, incitando a la gente a tomar las armas. En la lista de oradores virulentos figura el expresidente conservador Laureano Gómez, descrito como un “de ademanes impetuosos y gestos coléricos”, quien amenazó con volver “invivible la República”.

La iglesia católica no se quedó atrás. Desde el púlpito, monseñor Miguel Ángel Builes afirmaba “que ser liberal era pecado”.

El antídoto que permitió conjurar el caos y “los egos enceguecidos por la soberbia” fue la civilidad, ese remedio efectivo contra el afán belicoso de los humanos. Porque los colombianos también hemos sido capaces de abrazar el progreso con determinación, de eso también trata este ensayo.

    Publicidad

    DEJA UNA RESPUESTA

    Por favor ingrese su comentario!
    Por favor ingrese su nombre aquí

    Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.