Por | Ec. Carlos Julio Castro Espinosa / http://pazquinar.blogspot.com
Este 15 de mayo y desde hace 75 años, millones de palestinos recuerdan el Día de la Nakba o de la Catástrofe; pues con ella, el Estado de Israel inauguró en medio de la más vergonzosa impunidad, siete décadas y media de violaciones al Derecho Internacional Humanitario.
Violaciones que tienen su origen en la Resolución No 181 del 29 de noviembre de 1947, con la cual, la Organización de las Naciones Unidas aprobó dividir la Palestina histórica en dos Estados independientes: Palestina e Israel.
El 15 de mayo de 1948, un día después de que Ben Gurrión declarara ese sin sentido que denominaron “independencia” del Estado de Israel, el Pueblo Palestino fue obligado a huir de sus tierras para salvar la vida.
Como se recordará, el 10 de marzo de ese año con la adopción del Plan Dalet, el sionismo planificó la destrucción de aldeas palestinas y el desalojo de barrios urbanos previamente identificados.
La historia señala, que entre 1948 y 1949, el ejército sionista apoyándose en grupos paramilitares, forzó el éxodo de 750.000 palestinos; de los cuales 350.000 fueron desalojados de la zona demarcada por la ONU para el Estado Israelí y otros 400.000 expulsados de tierras que le arrebataron a lo que aún hoy debe ser el Estado de Palestina.
Entre 1948 y 1950, Israel destruyó 23 ciudades y pueblos, con lo cual, ilegalmente se apropió de 4.244.776 acres de tierra perteneciente al Pueblo Palestino; despojo que ha continuado ininterrumpidamente durante éstos últimos 75 años.
Un proceso de ocupación y genocidio, que deja como resultado que el 70 por ciento de los palestinos despojados de sus tierras, fueran convertidos en refugiados en otros países, y el resto, en desplazados o condenados al confinamiento interno.
En la Franja de Gaza, viven en 360 kilómetros cuadrados y sin poder ir a ningún lado, 2.1 millones de palestinos, víctimas de un bloqueo que por tierra, mar y aire mantiene Israel desde 2007, sin importar la grave crisis humanitaria que a diario se acrecienta, en virtud del control que ejerce sobre el suministro de agua, la cual en un 95% no es apta para el consumo humano.
Los palestinos en Cisjordania son más de 3.4 millones (incluido Jerusalén Este) y viven rodeados de muros, colonias y puestos militares israelíes que controlan absolutamente todo.
Hasta el día de hoy, bajo el silencio de la ONU y la Comunidad Internacional, el Pueblo Palestino es víctima del continuo despojo de sus tierras, la demolición de sus hogares e infraestructuras, la destrucción de sus cultivos, el encarcelamiento o asesinato de su dirigencia social y la restricción sistemática a su libertad de movimiento.
Lamentable referencia debe hacerse, sobre el arresto y asesinato que a diario victimiza a niñas, niños y adolescentes en Palestina; ya que el ejército israelí considera que las piedras son proyectiles tan peligrosos como las balas, y en consecuencia, asumen el derecho a dispararles o a encarcelarlos hasta por 20 años.
Adicional a los crímenes de ocupación y apartheid que deben ser investigados y sancionados por la Corte Penal Internacional; el bombardeo de ciudades, pueblos y refugios, son la criminal decisión del Estado de Israel, para lograr de una vez por todas, la desaparición física del milenario Pueblo Palestino.
Es hora entonces, que los presidentes de México, Honduras, Nicaragua, Colombia, Venezuela, Brasil, Chile y Argentina; levanten la voz por nuestra América y le exijan a la ONU, el reconocimiento pleno del Estado Palestino y su Capital Jerusalén, conforme a la partición aprobada en 1947.
Un día la indignación de los Pueblos del mundo
enviará el sionismo de regreso a Europa
mientras entona y hace suyo el mensaje del Biladi.
Palestina es mi hogar, Palestina es mi fuego,
Palestina es mi lucha y la tierra de la resistencia.