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Gabriel García Márquez señaló siempre que su obra cumbre, Cien años de soledad, no fue escrita para adaptar al cine: “La literatura es literatura y cine es cine. La novela deja un margen de creación al lector que no lo deja el cine. En literatura por mucho que se describa, siempre el lector tiene la posibilidad de llenar un margen que queda”.
Todo un desafío descomunal y valiente acomodar en Netflix el mosaico literario de Cien años de soledad y el mítico pueblo de Macondo con sus maldiciones, sus sueños, sus locuras y sus amores imposibles que el mismo Gabo bautizó: “más que un lugar, es un estado de ánimo”.
La expectativa, naturalmente, no puede ser menor. La particular, mágica y humana historia de los Buendía en Macondo llevada a las pantallas debe corresponder fielmente a la profundidad literaria, la ciencia, la superstición y la riqueza artística y cultural que comprenden la novela.
La crítica constante coincidirá sobre la oceánica diferencia entre leer una novela y verla en pantalla. La serie propuesta por Netflix además de un enorme desafío, resulta un acto osado y desafiante: describir, o mejor, reescribir la historia de Macondo a través de una imagen definitiva que impone la pantalla, cerrándole todo margen y discrecionalidad al lector y televidente para imaginar y recrear en su memoria de mil maneras sus personajes.
Luego de 57 años de la primera publicación de Cien años de soledad, en pleno 2024 con grandes avances tecnológicos, tal vez el televidente y lector se sorprenderán con algo diferente a lo que imaginaban o esperaban, pero justo es reconocerlo: la serie se disfruta como una adaptación seria y juiciosamente pensada.
Como aspecto positivo, la serie innegablemente incentivará la lectura o relectura de Cien años de soledad para que el tanto el país lector y no lector se involucre en el inefable y mágico universo escrito por Gabriel García Márquez, reviva su magia literaria en una profunda reflexión sobre la soledad, la búsqueda del amor y la complejidad de las relaciones humanas.
“Taciturno, silencioso, insensible al nuevo soplo de vitalidad que estremecía la casa, el coronel Aureliano Buendía apenas si comprendió que el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.