Completamos ya por lo menos 19 meses desde el momento en que se habrían producido los primeros brotes de COVID-19 en un mercado mayorista de la que parecía tan lejana Wuhan, en China, y 16 meses desde que fue detectado el primer caso de esa terrible enfermedad en el territorio colombiano.
Desde entonces la humanidad registra cifras desoladoras: más de 181 millones de contagiados y 3’923.885 muertos, además de millones de dólares en pérdidas, economías destruidas, pobreza y desempleo en muchos países. El virus ha llegado a todos los rincones del planeta y en todas partes deja sufrimiento, muerte y dolor.
Los países más afectados del orbe son Estados Unidos, India, Brasil, Francia, Rusia, Turquía, Reino Unido, Italia, lo que demuestra que el virus no distingue entre ricos y pobres.
En Colombia –que está entre los diez países más afectados por la pandemia- las cifras no son menos dramáticas: 4.158.716 contagiados; 104.678 muertos y actualmente más de 187.000 casos activos.
Y en Boyacá, para referirnos a nuestro terruño, más de 87.000 contagiados y 2.008 fallecimientos.
Todos hemos sido testigos de la forma como el virus se ha expandido por el departamento, ya llegó a la zona rural, y todos los días deja víctimas en nuestros conocidos, amigos, allegados, familia…
Desde hace más de un año, cuando comenzaron a hacerse investigaciones sobre la forma como la enfermedad se manifestaba, se transmitía y atacaba el cuerpo humano, los científicos comenzaron una carrera contra el reloj para tratar de encontrar la vacuna lo que, por supuesto, fue alentado por los intereses de las farmacéuticas que vieron la posibilidad del más lucrativo negocio de su historia, que en efecto lograron y que les seguirá generando dividendos.
En el último trimestre del 2020 se aplicaron en los países ricos las primeras vacunas contra el COVID, a Colombia las vacunas llegaron a finales de diciembre y desde entonces cerca de 2.000 millones de personas han sido inoculadas en el planeta, con lo que parecía que se veía la luz al final del túnel.
Sin embargo, ya no hay tanto optimismo de que realmente se esté logrando erradicar la enfermedad porque, aunque la vacunación avanza en el mundo, han aparecido nuevas sepas y variantes del virus que de nuevo generan incertidumbre.
Según la Organización Mundial de la Salud, el ritmo de la pandemia se está desacelerando; en la mayoría de países el número de casos registrados es el más bajo desde febrero y los números de decesos también retroceden.
Esa parte de la OMS contrasta con lo que está semana ocurrió en los países que más avanzaron en vacunación y que comenzaron su retorno a la normalidad.
Indonesia, Portugal, Rusia e Israel vivieron en los últimos días un repunte epidemiológico causado, según explican los científicos, por la variante Delta, que fue identificada por primera vez en India y que ha llegado a más de 85 países. Esa variante es más transmisible y contagiosa.
Mientras también seguimos avanzando con la vacunación, los colombianos estamos siendo testigos de la mayor ola de contagios, con cifras que cada día superan a las del día anterior en nuevos enfermos y muertos.
Hay que decir sobre la situación en el país que el problema aquí es que somos folclóricos y relajados para cumplir las normas y que a duras penas estamos obedeciendo los principios básicos de lavado de manos, distanciamiento social y uso del tapabocas.
Hace un año la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, dijo que la norma básica para evitar los contagios es comportarnos en todas partes como si todos los demás estuvieran contagiados y como si todo lo que toquemos estuviera contaminado. Y eso es justamente lo que no estamos haciendo.