Intelectuales, educación y paz para construir un mundo más humano

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Por | Manuel Humberto Restrepo Domínguez

Contra el pronóstico de que el siglo XXI sería el de los derechos y la paz, el desaliento es creciente, la impotencia se extiende y la civilización racional se degrada ante el creciente retorno de una crueldad sin límites, como ocurre con el genocidio sionista contra palestina. El respeto perdido por las reglas universales de convivencia devuelve al estado salvaje, quiebra el derecho. Aún así uno de los anhelos más profundos y universales de la humanidad, de sus intelectuales y sobre todo de los pueblos, es la paz, no como simple ausencia de guerra, si no con una comprensión más rica y humana que incluye justicia, dignidad, tejido social y bienestar integral.

Kant, Pico della Mirandola, Albert Einstein, Sigmund Freud, Nelson Mandela, Luther King, Arendt, Hesse, entre otros, son intelectuales que aportan a la comprensión colectiva del significado de la paz y ayudan a sostener la esperanza por un mundo más humano. En común la paz, para científicos, filósofos y poetas, no es simple ausencia de guerra, sino un proyecto integral de justicia, dignidad y bienestar para construir un futuro pacífico y humano. Invertir en educación y ciencia, promover derechos y fortalecer instituciones internacionales es fundamental para lograr ese objetivo, para crear un entorno donde todos puedan florecer (Mandela). Kant en la Paz Perpetua (1795) la anunció no como un estado natural, si no como proyecto político basado en la razón y el derecho internacional, que debe ser construida activamente a través de la creación de instituciones justas y el compromiso de los estados a crear un orden mundial basado en el respeto mutuo y en el derecho asociado a un sistema de representación democrática, esencial para evitar la guerra.

En el contexto actual, la idea de un sistema de gobernanza mundial sigue siendo relevante, aunque instituciones como la ONU, que convoca a la cooperación internacional, esté atrapada entre la pared de los silenciados y la voz impune de los poderosos guías del orden criminal que la amenazan, como en el caso de Netanyahu quien declara persona non grata a su secretario general (Guterres) y evoca que en el nombre de dios tendrá la victoria. Aún así no todo está perdido. Las guerras recientes, desde Afganistán hasta Ucrania, crean la necesidad de fortalecer estas estructuras, para que sean capaces de mediar y promover soluciones pacíficas a pesar del ataque continuo para que parezcan inservibles y sean obligadas a mirar hacia otro lado ante la arrogancia del poder que asigna el gasto militar global que superó los 2 billones de dólares despojados a proyectos de desarrollo sostenible en 2022 (SIPRI) o los 90.000 millones de dólares de EE.UU (2024) para escalar la guerra, alentando más crueldad con 60.000 millones para apoyo militar a ucrania y 30.000 para los genocidas sionistas. En 2022 esos mismos poderosos asignaron 62 mil millones de dólares solo en armamento y apenas 5 mil millones de dólares en programas educativos en las zonas más afectadas por conflictos (Unesco).

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Los poderosos de la guerra y el despojo, saben que esta disparidad guerra-paz, no puede ser eterna y que a pesar de la crueldad que produce impotencia, crece la rabia colectiva ante el dolor humano por la masacre impune y con el sentimiento de la paz fortalecen la idea de dignidad humana señalada por Pico della Mirandola en su discurso «Sobre la dignidad del hombre» (1486), donde anunció que esta reside en la libertad para elegir un destino propio y crear condiciones de vida como un aspecto clave para la paz verdadera, no solo externa (ausencia de conflicto), sino también interna de cada persona tratada con respeto, que en libertad podrá rebelarse o realizar su potencial en la construcción de sociedades pacíficas, éticamente responsables y firmes para rechazar toda violación a los derechos humanos e rechazar la desigualdad que violenta, siguiendo la Declaración de Derechos Humanos de 1948, que en su primer artículo, afirma que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos», como principio que se está en el corazón de la búsqueda de la paz.

Einstein y Freud, produjeron una mezcla entre ciencia, mente y paz, desde una perspectiva psicoanalítica y científica expuesta en el libro «¿Por qué la guerra?» (1932), donde Einstein plantea la pregunta de por qué los seres humanos, a pesar de su progreso intelectual, siguen recurriendo a la violencia como medio para resolver sus diferencias y Freud explica que la agresión es una parte intrínseca de la naturaleza humana, pero evitable mediante la cultura y la razón que podrían canalizar esos impulsos hacia actividades constructivas en lugar de destructivas. Ambos reconocen que la paz no es solo un tema político, sino también psicológico y cultural, que la agresión humana puede ser manejada a través de educación, diálogo y cooperación internacional, a la que Mandela agrega las ideas de Paz y Reconciliación con el ejemplo de su propia vida, preso 27 años por su lucha contra el apartheid, que luego gobernó y demostró cómo la paz puede lograrse a través de la reconciliación y el perdón, incluso en contextos de profundo conflicto, no buscó venganza, sino diálogo y reconciliación entre opresores y oprimidos, instaurando las bases de un modelo innovador de justicia restaurativa para que los perpetradores de violaciones de derechos humanos reconocieran sus crímenes y pidieran perdón, promoviendo la sanación social. En su discurso al recibir el Premio Nobel de la Paz en 1993, subrayó que la paz es inseparable de la justicia social y la equidad económica.

No importa hoy que el futuro de la paz se cubra “temporalmente” con más barbarie, ni clanes de la indignidad que convierten en mercancía prescindible a los más débiles, los ideales de paz, dignidad y justicia se mantienen en los pueblos en permanente proceso de lucha contra estados y gobiernos que ejercen el terror y abonan la desigualdad. La paz sigue siendo un objetivo difícil de alcanzar, pero no un imposible si persiste la unidad de los pueblos en defensa de la vida con dignidad y en creciente nivel de conciencia global sobre la existencia de los seres humanos y el planeta libres de amos.

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