Guajira: la sed del Paraíso

Foto| GrippArt / Lengupá Turística
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Por: Carlos Castillo Quintero

  1. LA REGIÓN

Hacia los años cuarenta del siglo pasado en el interior del país se escuchaba una música de cuerdas que con gracia celebraba la vida cotidiana y en la que el río Yuma, que otros conocen como río grande de la Magdalena, marcaba las rutas hacia un territorio fantástico que limitaba con el desierto y con el mar. La voz aguardentosa del cantante iba de la belleza montuna de una mujer, a la crítica social, y de ahí a una crónica de piqueria que ya es leyenda y que conocemos como La gota fría. Con “Guillermo Buitrago y los trovadores de Barú” llegaba diciembre y los bohemios de entonces adobaban sus noches con Ron de vinola, Dame tu mujer José, Compae Heliodoro, Grito vagabundo y, por supuesto, con La víspera del año nuevo, canciones que sonaban una y otra vez en las rocolas de barrio. “Julio Torres y los alegres vallenatos” y “Bovea y sus vallenatos” continuaron con el legado de Guillermo Buitrago y popularizan la música vallenata no sólo en Colombia sino también en otros países de América Latina. Con ellos se supo que Allá en la Guajira arriba, donde nace el contrabando, el almirante Padilla llegó a Puerto López y lo dejó arruinado. Rafael Escalona se instituyó como el brillante compositor que hoy conocemos, y esa porción de tierra que va del Valle de Upar hasta el Cabo de la Vela se instaló para siempre en el imaginario de los colombianos. La Guajira llegó a nosotros con la música y, en un mismo envío, llegó también el acordeón y su poesía.

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Por esos años, otro juglar de la costa caribe, el cataquero Gabriel García Márquez, escribiría un libro prodigioso hoy traducido a los principales idiomas del mundo, y del que diría en una entrevista: «Cien años de soledad no es más que un vallenato de 350 páginas». La Guajira, su gente, y su música, son protagonistas de algunos capítulos de esta novela, y en sus páginas personajes reales como Rafael Escalona se transfiguran en personajes literarios.

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Así, al amparo del sol guajiro, se da un afortunado encuentro entre la música y la literatura. Y no será el último.

2. LITERATURA AL MAR

En San Juan del Cesar, en La Guajira, allí mismo en donde se celebra el Festival nacional de compositores de música vallenata, el pasado 3 de junio se dio inicio a la sexta versión del Encuentro internacional Literatura al mar con invitados de España, Estados Unidos, Uruguay, Venezuela, y Colombia. El tema central del encuentro fue la relación existente entre periodismo y literatura, y en el contexto del mismo se hizo un homenaje a los periodistas.

Delia Rosa Bolaño Ipuana, escritora y gestora cultural, junto con el poeta guajiro Ferdinand Daza, a través de la Fundación Teichon han dado vida a este evento y cada año convocan a escritores de diferentes latitudes y con ellos recorren municipios de la baja, media, y alta Guajira visitando colegios, universidades, bibliotecas y centros culturales. Delia Rosa, con los ojos radiantes y una generosa sonrisa, señala: “Buscamos que los invitados compartan su experiencia literaria y con ello motiven e inquieten a mi departamento a leer, a nutrirse de la mejor riqueza del ser humano que es el conocimiento; si leemos, no estaremos condenados a creer en todo lo que se nos dice”.

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Y lo que se nos dice cumple rutas en doble vía. Los medios nacionales y algunos del exterior hacen noticia con la compleja crisis que vive La Guajira: desnutrición y mortalidad infantil, escasez de agua (líquido esencial para la vida hoy monopolizado por grandes proyectos mineros y agropecuarios), corrupción política, ingobernabilidad y deterioro institucional, entre otros padecimientos. Pero La Guajira no es solamente esa que sufre. Hay otra, ancestral y maravillosa, que ha sido preservada con brío por la nación wayuu y que hoy renace en sus niños y jóvenes. Así lo señala uno de los invitados al encuentro, el escritor Óscar Perdomo Gamboa, comunicador social y doctor en humanidades, autor de “Allá en la Guajira arriba”, novela que recoge la huella de algunos juglares de provincia y sus aires vallenatos, y reinstala en la historia de Colombia al prócer riohachero José Prudencio Padilla. Dice Óscar:

“A veces pensamos que La Guajira es sólo pobreza y abandono, debido a que estas son las únicas noticias que transmiten los medios. Sin embargo, las personas que trabajan por la educación y la cultura también deberían ser noticia. Y no sólo esos esfuerzos, sino tantas cosas hermosas que tiene este departamento. Gracias a Literatura al mar, los escritores pudimos visitar escuelas wayuu que tienen valiosos proyectos de etnoeducación y bilingüismo; se nota el trabajo de profesores y directivos en favor de sus comunidades. Además de que hay instalaciones muy lindas, los estudiantes leen, escriben, y narran historias de su tierra y de su etnia. Quizá los mejores momentos del evento no fueron las lecturas de los escritores invitados, sino las de los estudiantes, quienes nos sorprendieron con poemas y narraciones muy bien logradas. En esta juventud se puede vislumbrar el futuro de la literatura de La Guajira. Hay que resaltar estas voces, las de los estudiantes que escriben. Esas noticias deben reproducirse para mostrar una Guajira más real, una que es hermosa, poética, y que se desmarca de la tragedia a la que se le ha reducido”.

Después de San Juan, el evento se trasladó al municipio de Villanueva, tierra de poetas y compositores donde cada año se realiza el Festival cuna de acordeones. La sede de la Universidad de la Guajira fue el punto de reunión y en un auditorio colmado de estudiantes, docentes, e invitados especiales se dio curso al conversatorio sobre periodismo y literatura. Tim Keppel, escritor norteamericano residente en Cali, puntualizó las diferencias entre el periodismo objetivo y el llamado nuevo periodismo, en el cual se combinan elementos literarios con elementos tradicionales de la investigación periodística. Claudia R. Niño, escritora boyacense residente en Bogotá, resaltó la importancia de la lectura no solo de textos literarios sino también de noticias y reportajes, y compartió uno de sus cuentos, registro de los atropellos ocurridos en Colombia durante el Estatuto de seguridad impuesto por Turbay Ayala, y clara muestra de cómo se aplica el trabajo periodístico a la creación literaria. Se habló también de las Fake news, o noticias falsas, que desmienten las virtudes del periodismo y contaminan las redes sociales con desinformación, práctica muy en boga en épocas electorales. En cada intervención fueron recurrentes las referencias a Gay Talese, Kapuscinski, Truman Capote y García Márquez, este último aludido por Rafael Darío Jiménez, escritor y periodista que desde hace más de una década custodia la casa del Nobel en Aracataca, y que en sus archivos atesora páginas inéditas de sus encuentros con Gabo. Se cerró el evento con un recital poético en el cual participaron todos los invitados, alternando sus voces con las de estudiantes, profesores, y poetas locales.

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El próximo destino: Riohacha; finalmente las letras de los convocados arribaron a la costa del mar Caribe, en el delta del río Ranchería, en donde un sol radiante inauguró un nuevo capítulo del encuentro. Allí, en la capital del departamento de La Guajira, además de realizar talleres en varias instituciones educativas de la ciudad, y una exquisita gala poética en la Biblioteca del Banco de la República, hubo espacio para la controversia. El poeta catalán Josep Lleixà Fernández, en el vestíbulo del hotel Miraflores ondeó la bandera de la comunidad autónoma de Cataluña, lo que generó reacciones entre los asistentes. Joaquín Zapata Pinteño, poeta y novelista alicantino, con la misma tela que enarbolaba su compatriota ibérico, mediante un doblez propio de un mago de esmoquin, sombrero de copa y corbatín, hizo aparecer la bandera de su querida España. Sin inmutarse, Josep Lleixà recogió su estandarte e invitó a los presentes a posar con él. Joaquín Zapata, con una sonrisa sibilina, se ofreció a tomar la fotografía, evitando de esta forma hacer parte del registro. Si Emiliano Zuleta Baquero hubiera estado allí, quizá habría compuesto una nueva versión de La gota fría, y lo más seguro es que aquel consumado verseador pasara dificultades para decidir cuál de estos nuevos contendientes debería encarnar a Moralito y cuál a Emiliano. Todo terminó con un abrazo fraternal quedando claro que la literatura tiende caminos entre los hombres, sin importar su condición, su ideología, o sus creencias. Esto se ratificaría después en el camino hacia el Cabo de la Vela, próxima y última estación del encuentro.

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3. LA ALTA GUAJIRA

En 1935, el gobierno nacional, como otra tentativa de someter al pueblo wayuu, refundó una antigua ranchería con el nombre de Uribia, en honor al caudillo liberal Rafael Uribe Uribe. Este municipio es conocido hoy como la Capital indígena de Colombia y la mayoría de su población es wayuu. Uribia limita con Venezuela, con los mares de sal de Manaure, con Maicao, y con el mar Caribe. En Uribia se habla español y wayuunaiki, y en el rostro de sus habitantes se refleja la historia de sus ancestros. En Uribia el aire sabe diferente, el sol tiene otro color y si el visitante se entrega al entorno que lo abriga corre el riesgo de quedarse allí para siempre, porque Uribia es alucinación pura.

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En las escuelas y colegios que estuvieron en la ruta del encuentro, primó siempre la altura estética y la generosidad de los anfitriones. Las danzas, la poesía, los relatos y leyendas, y sobre todo la gallardía de los niños y jóvenes que participaron en los eventos brillaron con renovada luz. Por encima de todas las dificultades estos niños wayuu, la mayoría partícipes de círculos de lectura y escritura bilingüe, refrendaron con sus textos lo que es el arte literario. A mi modo de ver, en estos aportes y aprendizajes mutuos, está la esencia de Literatura al mar. Dice el poeta Omar Ortiz:

“Para contrarrestar de manera creativa y libertaria más de cien años de abandono y de bellaquerías cometidas por las élites nacionales y por la politiquería regional en contra del pueblo guajiro y en particular en contra de la gran nación wayuu, la poeta y gestora cultural Delia Rosa Bolaño organiza desde hace seis años un encuentro de narradores y poetas, nacionales y de países hermanos, denominado Literatura al mar que recorre los caminos guajiros integrando la comunidad educativa de la región a las posibilidades de unión, reflexión y acción digna que ofrece la palabra poética”.

Y así, en el Cabo de la Vela, llegó el final. En el imponente Pilón de azúcar el sol fue adentrándose en un desierto de mar y arena. Ya en la noche la playa atestiguó el connubio entre el fuego y la poesía. Las voces de Omar Ortiz, Juan Fernando Merino, Getulio Vargas, Óscar Perdomo, Carlos Castillo Quintero, Joaquín Zapata, Fernando Chelle, Claudia R. Niño, Liz Roncancio, Miguel Alzate, Delia Bolaño y Ferdinand Daza, últimos tripulantes de aquel crucero de papel, compartieron sus versos. Esa última noche estuvo repleta de estrellas y el poeta venezolano Getulio Vargas, devenido en astrónomo, se dedicó a contarlas, en especial aquellas que en el horizonte parecían buques fantasmas.

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Antes del alba, Omar Ortiz, que ya para entonces ejercía de Palabrero, leyó un último poema, una salutación a lo primigenio:

ARHUACOS

Hongos somos,
frutos de la tierra parecemos,
vestidos de nieve, vamos.
Por la montaña sembramos piedras,
la losa blanca, la losa roja,
como en el principio el sol y la luna.
Para que los Mamos soplen el caracol,
brinden el poporo.
Y la flor del platanillo,
el plumaje de los loros,
la sal multicolor del arco iris,
nutran las almas de los ancianos
que tejen el silencio
y el agua.

VI Encuentro Internacional Literatura al mar
El Encuentro fue una maravillosa travesía literaria por varios municipios de La Guajira. Ahora que pasaron apenas unos días y me he reintegrado a mis actividades en la ciudad de Cúcuta, me es grato recordar la alegría y celebrar la amistad surgida en torno al arte de la palabra. Desde el acto inaugural en el Club de Leones de San Juan del Cesar, hasta la despedida en ese paraíso llamado Cabo de la Vela, todo fue una fiesta de la literatura. Fue magnífico poder participar del “Primer Encuentro Nacional e Internacional de Escritores y Medios de Comunicación” en la Sede Villanueva de la Universidad de la Guajira, de un recital inolvidable en el Banco de la República de Riohacha y de un conversatorio memorable sobre periodismo y literatura en el Centro Cultural Glicerio Tomas Pana, en Uribia, la capital indígena de Colombia. Como dijo el gran José Carbajal en su canción Chiquillada “Lindo haberlo vivido para poderlo contar”. Contar esas maravillas del desierto, el rostro sorprendido de algún niño wayuu en uno de los tantos colegios que visitamos, o contar y cantar la amistad surgida entre palabras a la orilla del mar.
Fernando Chelle
San José de Cúcuta, 12 de junio de 2018

4. CODA CON ACORDEÓN

Dice Gabo, refiriéndose al acordeón: “Yo, personalmente, le haría levantar una estatua a ese fuelle nostálgico, amargamente humano, que tiene tanto de animal triste”, recuerdo la frase porque el maestro Rosendo Romero, el Poeta de Villanueva, al enterarse de mi visita a la Alta Guajira me llamó para preguntarme cómo me había parecido su tierra: Es acordeón, magia y poesía, le dije. Luego le escribí esto:

La Guajira, desde siempre, ha estado emparentada con territorios en los que coexisten la magnificencia y la tristeza. La Guajira es hermana de la Atlántida, náufraga en una página de Platón; de Utopía, condenada a ser un adjetivo; y de la maravillosa isla Laputa, que solo existe en el aire. La Guajira es un paraíso con sed, morada de los dioses en donde el viento repite el canto vallenato de Julio Torres, cachaco que se fue a conocer el mar y se quedó para siempre.

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