Por: Armando Suescún
En el opaco panorama de los actuales dirigentes mundiales, la figura de Fidel Castro sobresale como un gigante. Salvo algunos otros de similar estatura histórica, como Gandhi y Mandela en otros continentes, en América Latina Fidel es reconocido como el más grande del siglo XX. A raíz de su fallecimiento en La Habana el pasado 25 de noviembre, después de una larga vida de 90 años, es oportuno recordar algunos episodios de su controvertida trayectoria.
La importancia de un personaje de esas características no debe medirse sólo a través de lo que hizo en su vida, sino también de la influencia que ejerció entre sus contemporáneos y de la solidez de su legado. En esta breve semblanza se esbozarán rápidamente algunos de esos aspectos.
1.- Su obra.
La obra principal de Fidel Castro fue la revolución cubana. Su lucha por la revolución comenzó con el asalto al Cuartel Moncada, fortín de la dictadura de Fulgencio Batista, el 26 de julio de 1953, cuando tenía 26 años de edad. El asalto al Moncada fracasó y sus asaltantes terminaron en prisión, pero siguieron decididos a alcanzar sus objetivos políticos. Amnistiado dos años después, Fidel se exilió en México donde, con su hermano Raúl, el Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Haydé Santamaría, Juan Almeida y otro grupo de compañeros de ideales, 80 en total, organizaron y emprendieron el retorno a la Isla en el yate “Granma”, a seguir combatiendo por la revolución. Al pisar tierra cubana, el grupo de insurgentes fue desbaratado por el ejército del gobierno, pero sin desfallecer por el nuevo fracaso, lograron organizar guerrillas populares y recomenzar la lucha armada.
En condiciones precarias de escasez de armas, municiones y mandos calificados, el Ejército Rebelde adelantó una lucha desigual contra el ejército del gobierno, dotado de armamento superior, aviones de guerra, poderosa artillería y el respaldo militar de Estados Unidos. Al cabo de 18 meses de lucha continua, lograron la victoria el 6 de agosto de 1958. Luego de la fuga del dictador Batista, los guerrilleros, desharrapados y sucios todavía del barro de las montañas, encabezados por Fidel, entraron victoriosos a La Habana el 8 de enero de 1959 y asumieron el poder. En ese momento, su juventud, su pasado de guerrillero victorioso, su oratoria vibrante, su actitud erguida frente al imperialismo, le daban a Fidel un halo irresistible de leyenda viva que arrastraba multitudes entusiastas.
Una primera lección de estrategia militar, emanada de su lucha en las montañas de Cuba, fue la eficacia demoledora de la guerra de guerrillas. Aún en desigualdad notoria de condiciones militares, la lucha guerrillera deviene en una máquina de guerra capaz de derrotar a un ejército poderoso y derrocar un gobierno.
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Estrategia militar pero también estrategia política. Una revolución consiste no sólo en la toma del poder por la vía armada, como generalmente se piensa, sino, sobre todo, en la transformación de las estructuras políticas, económicas y sociales de un pueblo, hacia mejores condiciones de vida. Asumido el gobierno por Fidel y sus compañeros de lucha, sus primeras medidas mostraron que habían llegado al poder para hacer una revolución. Esas primeras medidas fueron las siguientes: 1) La reforma agraria, que nacionalizó las grandes haciendas azucareras y distribuyó las tierras a cooperativas de campesinos; 2) La nacionalización de las empresas eléctricas y los bancos en manos de compañías norteamericanas (julio de 1960); 3) El establecimiento de relaciones diplomáticas y económicas amistosas con la Unión Soviética, la declaración de su ideología marxista leninista y su confrontación con el imperialismo yanqui; 4) La campaña nacional por la alfabetización de toda la población, hasta declarar a Cuba primer territorio libre de analfabetismo en América (1960); 5) La nacionalización de las compañías petroleras norteamericanas que operaban en Cuba (junio de 1962). La revolución que comenzaba a consolidarse, era una revolución socialista y antiimperialista.
La población disidente, enemiga de la revolución y partidaria del sistema capitalista de privilegios, huyó masivamente hacia Estados Unidos y se refugió en Miami.
En abril de 1961, el gobierno de Kennedy organizó la invasión militar a la Isla, a través de la CIA
Por supuesto, Estados Unidos no podía tolerar que un pequeño país como Cuba, de sólo 10 millones de habitantes y antigua colonia suya, tuviera el atrevimiento de desafiarlo. Ante semejante despropósito, desató, desde 1959, una implacable campaña para destruir la revolución. El primer paso fue la orden secreta del Consejo Nacional de Seguridad en Washington (10 de marzo de 1959) de “eliminar” a Castro. Luego, en abril de 1961, el gobierno de Kennedy organizó la invasión militar a la Isla, a través de la CIA, cuyas tropas, al desembarcar en Playa Girón, fueron aniquiladas por el ejército revolucionario. Poco después, la Reunión de Cancilleres de América en Punta del Este (febrero de 1962), orquestada por Estados Unidos, excluyó a Cuba de la Organización de Países Americanos, OEA, e hizo que todos los países del continente rompieran relaciones diplomáticas con la Isla. El gobierno de Washington decretó el bloqueo comercial contra Cuba (1962) y durante los años siguientes llevó a cabo más de 630 intentos para asesinar a Fidel, todos ellos frustrados.
Se produjo entonces, por parte del gobierno cubano, la represión contra los enemigos internos de la revolución, que dejó millares de víctimas. Fue un legítimo mecanismo de defensa que, como en todos los países donde se realizan revoluciones y sus enemigos tratan de derrocarlas, se pone en marcha, como lo atestigua la historia.
No se pueden dejar de señalar los logros alcanzados por la revolución cubana, desde sus inicios, en campos como la salud, la educación y el deporte:
1) Salud. Grandes avances en el campo de la salud, en particular en la investigación científica, en la lucha contra el sida, contra el cáncer, contra la malaria y otras enfermedades, que han colocado a Cuba como uno de los países más avanzados del mundo en esa área; ha formado centenares de miles de médicos, enfermeros, y otros profesionales de la salud, tanto cubanos como extranjeros; presta todos los servicios médicos, quirúrgicos, hospitalarios, farmacéuticos y de salud en general, en forma completamente gratuita a toda la población.
2) Educación. Ha eliminado en forma total el analfabetismo y establecido la educación gratuita y de alta calidad para todos los habitantes, desde el preescolar hasta la educación superior, incluidos los posgrados. En Cuba, la educación es el área estratégica del futuro.
3) Deporte. Cuba ha llegado a ser una de las primeras potencias deportivas del mundo, como lo atestiguan los primeros puestos obtenidos en diversos deportes y atletismo, alcanzados en las últimas diez olimpiadas. Pocos países del mundo pueden mostrar avances tan significativos.
La revolución cubana siempre se ha distinguido por ayudar a los pueblos del mundo en su lucha por la liberación nacional. En 1961 dio su apoyo decidido a la revolución argelina que luchaba por su independencia de la colonización francesa. Años más tarde, al heroico pueblo de Vietnam que luchaba contra la dominación del ejército yanqui. En el conflicto desatado por Israel contra los pueblos árabes, estuvo al lado de estos y, en particular, del pueblo palestino. Luego, envió tropas a luchar en África por la independencia de Angola, Etiopía y el Congo y a apoyar a Sudáfrica en su lucha contra el apartheid. El Ché Guevara incursionó en Bolivia al frente de un grupo guerrillero, donde fue asesinado. cobardemente.
Pero la solidaridad de la revolución cubana con los pueblos débiles del mundo no se ha limitado a enviar soldados a luchar contra el colonialismo; también ha consistido en enviar salud, educación y deporte. Después de haber alcanzado altos niveles de calidad en investigación científica en salud y de haber formado millares de profesionales en ese campo, envió numerosas brigadas de médicos a diversos países de África, Asia y América Latina a salvar vidas y ayudar gratuitamente a sus pueblos en su lucha desigual contra las enfermedades y las epidemias endémicas. Así mismo, envió numerosas brigadas de maestros a países del Tercer Mundo a alfabetizar sus poblaciones y sacarlas del abismo de ignorancia en que se encontraban, y entrenadores deportivos a preparar nuevos y mejores deportistas.
Por otra parte, es necesario destacar que Cuba, bajo la dirección de Fidel, no obstante su declarada ideología marxista leninista y el hecho de haber dependido durante largos años de la ayuda soviética, construyó su revolución de manera autónoma, sobre su propia realidad, con sus propias ideas, sin adoptar fórmulas ajenas. Ese comportamiento le ha dado a la revolución cubana una personalidad propia y una particular capacidad ideológica.
2.- Su influencia en el mundo.
Fidel y la revolución cubana han tenido una influencia de alcance continental y mundial. A partir de los años 60, varios pueblos de América Latina y de otros continentes intentaron replicar su lucha revolucionaria. En Colombia, Venezuela, Perú, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, y en África y en Asia, surgieron movimientos rebeldes que lucharon y algunos siguen luchando por construir sociedades libres de miseria y opresión. Cuba los estimuló y ayudó de diversas maneras.
Ante la influencia creciente de la revolución cubana en América Latina, Estados Unidos reaccionó otra vez de manera brutal. En 1973 organizó el golpe de Estado de Pinochet en Chile y derrocó el gobierno socialista de Salvador Allende; en 1976, auspició el golpe militar en Argentina y la dictadura de los generales; estableció también dictaduras militares en Uruguay, Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador. De nuevo el continente quedó bajo su mando indiscutido.
La presencia de misiles soviéticos en la Isla en 1962, situados allí por la URSS en respuesta al frustrado intento de invasión norteamericana a Cuba, hizo estallar una crisis diplomática internacional que puso al mundo al borde de una guerra nuclear y en la cual Fidel jugó un papel protagónico. La crisis nuclear y su firme actitud en ella le dieron una figuración y una influencia planetaria.
A partir de 1991, cuando se produjo el colapso de la Unión Soviética, Cuba recibió un golpe demoledor. La importante ayuda económica que la potencia socialista le venía facilitando desde el comienzo de la revolución, terminó abruptamente. Solo el espíritu inquebrantable de Fidel y de la revolución, lograron que el pueblo cubano pudiera sobrellevar tan difícil situación. Gigantesca lección de resistencia y dignidad, que el pueblo supo asimilar. Una parte de la población no resistió los sacrificios y emigró hacia Miami en busca de su bienestar personal.
En 1996, el Congreso americano expidió la ley Helm-Burton que extendió la aplicación del antiguo embargo comercial a los países extranjeros que comerciaran con la Isla. No obstante las enormes dificultades del bloqueo, Fidel siguió inspirando las luchas revolucionarias en América Latina y en otros continentes. En Nicaragua después de una larga guerra, ayudó a alcanzar el triunfo de la revolución sandinista; en Guatemala y El Salvador se lograron significativas victorias. Más tarde, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina, Jamaica, Granada, Dominica y otros países del Caribe, pudieron establecer gobiernos progresistas por la vía electoral. Unas sociedades ancladas en el capitalismo obsoleto e injusto y en el sometimiento a Estados Unidos, comenzaron a virar sus políticas y a orientarse hacia el socialismo. En 2005, los países progresistas de América Latina, encabezados por el presidente Hugo Chávez, de Venezuela, lograron detener el proyecto de Estados Unidos de establecer un tratado de libre comercio para todos los países de América Latina (ALCA). En contrapartida, organizaron espacios propios y autónomos como la UNASUR (Unión política y económica de los países de América del Sur), ALBA (Alianza Bolivariana para América Latina), CELAC, (Unión de países de América Latina y el Caribe), sin la presencia hegemónica de Estados Unidos. La nueva configuración política de América Latina ya no era como la de antes, cuando Estados Unidos era el único país que mandaba y los demás obedecían sumisos. Ese cambio gigantesco de la situación política de América Latina no hubiera sido posible sin la inspiración de Fidel Castro. El pensamiento de Fidel seguía las enseñanzas de Bolívar y de José Martí de conformar una América Latina unida, libre e independiente. Sabía que la unidad de América Latina es indispensable para derrotar el imperialismo norteamericano.
Fidel le dio a Cuba un papel estelar en el panorama mundial. Ese reconocimiento se hace evidente en la Asamblea General de las Naciones Unidas donde, año tras año, la diplomacia cubana logra hacer condenar, por parte de casi todos los países del mundo, el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba. Ningún otro país de América Latina, ni Brasil, ni México, ni Argentina, países considerablemente más grandes, poblados y ricos, han tenido el grado de influencia política que ha tenido Cuba y su revolución en la ONU y en otros escenarios mundiales.
Tampoco otro líder distinto a Fidel Castro ha merecido el honor de ser visitado personalmente por tres papas de la Iglesia católica (Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco) que han llegado hasta su casa privada en La Habana. Y que otros personajes de la categoría de Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa, Xi Jinping, presidente de China Popular, Nelson Mandela, presidente de la Unión Sudafricana, José Mujica, presidente del Uruguay, Hugo Chavez, presidente de la república Bolivariana de Venezuela, Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura, y tantos otros, también lo hayan visitado personalmente y se hayan sentido honrados de su compañía.
El último episodio digno de mencionar ha sido el reconocimiento por parte del gobierno de Estados Unidos, y de su presidente Barak Obama, de que el bloqueo comercial, de más de 50 años, decretado por ese gobierno contra Cuba, ha sido un error histórico, reconocimiento que ha conducido al restablecimiento de sus relaciones diplomáticas y comerciales (2015).
A grandes rasgos, esa ha sido la enorme influencia de Fidel Castro y de la revolución cubana en América Latina y en el mundo. Su propio pueblo, los pueblos irredentos del mundo y la mayor parte de la opinión pública internacional, lo reconocen como el más grande líder político latinoamericano del siglo XX. Es evidente que partió en dos la historia de América Latina y el Caribe e influyó en los destinos de lejanos países de África y Asia.
3. Su legado.
No menos importante que su obra política y su influencia mundial, es su legado histórico.
Su principal legado es, sin duda, la revolución cubana, que construyó y dirigió con su lucha y su pensamiento. La hizo triunfar, la defendió ante el imperio, la sostuvo contra viento y marea y la proyectó en el mundo.
Otro de sus legados fue su firme posición anti-imperialista, que nunca abandonó. Hasta su muerte sostuvo que el imperialismo norteamericano es el principal enemigo de los pueblos de América Latina.
Su tenaz resistencia ante la adversidad, que demostró siempre y transmitió al pueblo cubano.
Su dignidad a toda prueba. No cedió ante los más peligrosos ataques ni ante sus detractores. Con su ejemplo, el pueblo cubano adquirió una nueva auto estima, una nueva dignidad y un sentido de liderazgo continental.
Su coherencia política a través de su larga vida pública, manteniendo sus ideas y objetivos con inquebrantable firmeza en todas la circunstancias.
Su integridad, su ética y su rechazo al enriquecimiento personal en el poder, a la corrupción y al culto a la personalidad.
En resumen, Fidel Castro fue un líder revolucionario que logró cambiar para bien el destino histórico de su pueblo, de otros pueblos latinoamericanos e influir en la política mundial. Fue superior a los demás dirigentes latinoamericanos del siglo XX. Desapareció físicamente, pero su memoria seguirá viva por siempre en la mente de todos los hombres que luchan en el mundo por la libertad y la justicia social.