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El director de la Academia Boyacense de la Lengua, Gustavo Torres Herrera, comparte las palabras que dedicó a la memoria del escultor Carlos Arturo Avendaño Ortiz, «palabras pronunciadas en la despedida de nuestro gran amigo».
El reconocido artista tunjano había sido reportado como desaparecido el pasado jueves en la mañana. Para el sábado 26, los boyacenses recibían la triste noticia de la muerte de Avendaño Ortiz, quien se desempeñaba como vicepresidente de la Fundación Fundalibertad.
Durante las exequias del escultor, en la iglesia de Las Nieves, en Tunja, el director Gustavo Torres pronunció las siguientes palabras:
En esta tarde que la tristeza y la nostalgia se humedecen en los recuerdos de CARLOS ARTURO AVENDAÑO ORTIZ, permítanme presentar como Director y en nombre de la Academia Boyacense de la Lengua, nuestro saludo de solidaridad a los miembros de su familia, ese núcleo amoroso que nuestro estimado amigo siempre llevó en su corazón. Igualmente, desde París, a donde llegaron sus obras, me ha solicitado de manera particular, el arquitecto Julián Rincón Pulido, manifestarles su voz de aprecio y acompañamiento ante la infausta noticia.

Cómo no estar hoy a su familia, si él siempre se sintió orgulloso de su arraigo y con ellos también hemos compartido valiosos momentos. Es que, de CARLOS ARTURO AVENDAÑO ORTIZ aprendimos que su familia era su todo. El lugar donde realmente siempre le esperaban, porque fue su verdadero hogar. Allí le abrazaban con el perdón aunque hubiera fallado. Entre ellos nacieron las ideas que fue esculpiendo con la fuerza de su creación. En ese nido hermoso le enseñaron su generosidad de dar sin dudar y entregar sin esperar.
Ahora acongojados, lo percibimos entre recuerdos de su trabajo, que fue el más vivo reflejo de su vocación, aquello que siempre quiso hacer y logró desarrollar en su mundo artístico, y que sus amigos encontramos como la abnegada entrega de una pasión que lo identificó siempre.
Todos, unos y otros, quedamos perplejos ante la triste noticia, y no salimos del asombro todavía, hoy que las flores interpretan una danza salvaje que recuerda la alegría que fluía del corazón de nuestro buen amigo.
Es cierto que el hombre dedicado al arte es un ser sensible por naturaleza, que camina entre breñales y con su sonrisa disimula la ruta de niebla que recorre. Vemos solamente la luz dorada de su talento, mientras la ráfaga de inquietudes desespera y se parece a la trilla que separa el grano de la paja bajo el viento. Así, mientras Carlos Arturo golpeaba con su cincel el mármol para que brotara la escultura, que era su búsqueda y anhelo, su ejercicio se parecía al mundo del amor en los versos del poeta, donde todos creen que existe un arroyo imperecedero de manera que resulta fácil hacer la mejor pintura con un mundo incierto de palabras.
Quizá nadie alcanzó a dimensionar las vicisitudes de ese mundo de Carlos Arturo, donde solamente veíamos la estructura de un alma destinada a alimentar con su corazón el desarrollo de sus obras, la alegría familiar y celebrar el encuentro con sus amigos.
Tuve la inmensa fortuna de conocer a CARLOS ARTURO AVENDAÑO ORTIZ, a través de otro gran boyacense, el Maestro Antonio José Rivadeneira Vargas. Desde el primer momento tuve admiración por su trabajo, empatía con su cordialidad, y alabanza a ese don de gentes que le fue tan característico. Me brindó siempre su especial trato, celebré y aplaudí sus maravillosas obras que me llevaron a divagar entre los conceptos de sus pensamientos y la fuerza que imponía la más pura expresión de su arte.
En su taller, las herramientas extrañarán las manos que acariciaban con el toque de la mente creadora a las piedras, que ahora tristes, esperan que Luis Hernando y sus discípulos les den la forma maravillosa como eran los trabajos que aprendieron de su Maestro.
Con el corazón arrugado por su ausencia, en este momento en que se marchitan con él los saludos de siempre, únicamente me quedan los recuerdos de esos gratos encuentros de conjunción entre su escultura y mi escritura, la creación artística y el arte de la palabra.
Qué ironía…Hoy tomó las letras que alguna vez me dedicó, para decirle con mi adiós y saludo a nuestros amigos que lo reciben en las colinas del cielo, que fue “un orgullo ser parte del mundo de sus particulares amigos”.
Para doña María Olimpia Ortiz, a su esposa y sus hijos Diego Alejandro y Karol Mariana, así como a sus hermanos María Flor, Luis Hernando, Héctor Alfonso, Ismael y José Rodrigo Avendaño Ortiz, a todos los miembros de su querida familia y especiales amigos, mi saludo de solidaridad y respeto en este momento.
En memoria de CARLOS ARTURO AVENDAÑO ORTIZ, mi profunda admiración, ahora que está presente entre los rayos de luz donde trasciende la esencia su verdadero ser…
Gustavo Torres Herrera
Tunja, julio 29 de 2025