
Con esta columna de opinión pretendo desempolvar y poner sobre la mesa la pérdida de un proyecto esencial para el desarrollo de la ciudad, así como reflexionar sobre el silencio del sector cultural ante su desaparición.
Tunja tuvo en sus manos la posibilidad de materializar uno de los proyectos culturales más ambiciosos de su historia reciente: el Distrito Biocultural y Creativo, concebido para transformar el lote del antiguo terminal de transportes en un espacio dedicado a la cultura, el arte, la creatividad y la generación de bienestar para la ciudadanía. Un lugar donde convergieran artistas, gestores culturales y artesanos en torno a procesos de formación, creación y circulación, como pieza clave de una política cultural de largo aliento para la transformación social.
Inicialmente, este proyecto surgió como una iniciativa promovida ante el Concejo Municipal por un grupo de reconocidos empresarios y académicos —entre ellos Siervo Tulio Molano, Gilberto Ávila Monguí, Gerónimo Gil Otálora, Javier Hernández Salazar y este servidor — en el año 2019, con motivo de la celebración del Bicentenario.

Luego, el proyecto fue anunciado con bombos y platillos por la administración municipal en el año 2020, con una inversión estimada de $30.000 millones de pesos, recursos públicos destinados a resignificar un espacio y un sector olvidados de la ciudad para convertirlos en el nuevo pulmón de la cultura, posicionando a Tunja como uno de los principales destinos turísticos del país.
Estando el proyecto bajo la supervisión de la secretaria de Cultura, Turismo y Patrimonio Territorial Dalma Consuelo Amezquita y el secretario de Infraestructura German Ricardo Camacho, la Alcaldía de Tunja contrató a la Sociedad Colombiana de Arquitectos para garantizar la calidad arquitectónica del mismo. A través del contrato de prestación de servicios No. 932 de 2021, y expidió el Certificado de Disponibilidad Presupuestal Nº 20221930 (EBI 2020150010006 indicador P_05.157), para que realizara un concurso público con participación nacional y un proceso de selección riguroso, llevado a cabo entre octubre y noviembre de 2022.
La propuesta ganadora fue la del renombrado Taller de Arquitectura de Bogotá, liderado por Daniel Bonilla y Marcela Albornoz. El proyecto contemplaba una intervención moderna, que incluía cafés, galerías, museo, auditorio, parqueaderos y otros espacios, con un diseño permeable, conectado con el paisaje urbano y el centro histórico.
Según las bases oficiales del concurso el presupuesto apropiado para la cancelación y/o pago a los ganadores fue la suma de $530.147.000 incluido el IVA, los montos fueron distribuidos así:
Primer premio: $397.460.000 (adicionalmente, $104´864.800 para la elaboración de los estudios técnicos complementarios al diseño final arquitectónico).
Segundo premio: $ 15.898.400.
Tercer premio: $ 11.923.800.
Hasta ese momento, todo parecía promisorio: un proyecto serio, con objetivos claros, diseño adjudicado, recursos proyectados y voluntad institucional —al menos en apariencia —. Pero, con el paso del tiempo, el entusiasmo se fue desvaneciendo entre el silencio del sector cultural y la inacción institucional. No se evidenció el inicio de la construcción ni se encontraron informes públicos sobre la gestión, el desembolso de los recursos ni avances físicos de la obra.
Y cuando la ciudadanía apenas comenzaba a preguntarse qué había pasado, se anunció que el lote había sido cedido al SENA, por decisión del entonces alcalde Luis Alejandro Fúneme González y la aprobación del Concejo Municipal de Tunja con 10 votos a favor, 5 en contra y 2 ausencias, en abril de 2023.
Así, sin mayores explicaciones a la opinión pública, el destino del antiguo terminal de transportes cambió radicalmente. La obra prometida se desdibujó y el terreno fue entregado a la Dirección Regional del SENA, sin que se garantizara la preservación de los objetivos culturales iniciales ni la ejecución del nuevo proyecto. La cesión, aunque defendible desde la lógica educativa, resulta cuestionable desde el punto de vista de la planificación territorial, los principios de eficiencia y transparencia administrativa, y la gestión del patrimonio y los recursos públicos.
Las preguntas que hoy surgen son sencillas, pero significativas:
- ¿Qué pasó con el Biocentro-Cultural de Tunja?
- ¿Qué ocurrió con los recursos proyectados?
- ¿Dónde quedaron los resultados del concurso público de diseño?
- ¿Quién responde por el posible detrimento patrimonial si se confirma que hubo inversión pública sin ejecución o cambio de uso sin evaluación técnica y consulta pública?
Los organismos de control deberían investigar y, de comprobarse responsabilidades, sancionar a los funcionarios que lideraron el proceso, manipularon los recursos o permitieron la cesión del predio sin condiciones claras.
Pero más allá de las responsabilidades legales está la pérdida para el sector cultural de Tunja. Se desperdició una posibilidad concreta de contar con un espacio representativo, moderno y digno para la cultura local. Se traicionó la expectativa ciudadana, artistas independientes, agrupaciones y colectivos de gestores y artesanos que creyeron en la posibilidad de hacer parte de un proyecto transformador. Se dejó morir, silenciosamente, un proyecto que pudo haber revitalizado el ecosistema cultural y la visión de comunidad en la ciudad.
Con el paso del tiempo, he esperado en vano alguna voz de protesta por el Biocentro-cultural. Me asombra el silencio de los representantes y líderes del sector, tan ocupados en sus intereses personales, con tal indiferencia frente al progreso colectivo. Me embarga la desilusión de sentirme el único doliente visible de esta pérdida.
Es profundamente decepcionante constatar la mudez generalizada, salvo contadas excepciones. ¿Dónde están las voces críticas? ¿Dónde están los comunicados, los plantones, las preguntas públicas, la exigencia del sector cultural?
Esta indiferencia colectiva pesa tanto como la negligencia institucional, porque no solo nos quitaron un proyecto; nos arrebataron la esperanza de que Tunja creyera en su gente creadora. Y lo hicieron sin resistencia. Sin ruido. Como si el olvido fuera parte del guion de la ciudad.
Consulte en el siguiente enlace las bases del concurso de diseño: https://sociedadcolombianadearquitectos.org/PDF/Concurso-Tunja-SCA-bases.pdf?utm_source=












