Por | Silvio E. Avendaño C.
Gabriel García Márquez, en El general en su laberinto (1989), imagina a Bolívar navegando por el río Magdalena, en viaje hacia Santa Marta, luego de presentar su renuncia en enero de 1830. “La independencia era una simple cuestión de ganar la guerra. Los grandes sacrificios vendrían después para hacer de estos pueblos una sola patria”. No es nada fácil el paso de la monarquía a la república. Álvaro Mutis en La muerte del estratega. Narraciones, prosas y ensayos (1978)muestra las dificultades de la causa republicana: “…aquí se frustra toda empresa humana. El desorden vertiginoso del paisaje, los ríos inmensos, el caos de los elementos, la vastedad de la selva, el clima implacable, trabajan la voluntad y minan las razones profundas, esenciales para vivir”. Bolívar vacila entre el exilio de Europa y el recomienzo de la revolución en la Gran Colombia.
En 1867, Sergio Arboleda publicó El ensayo sobre la república en la América española. Esbozó el rumbo que tomaron las repúblicas hispanas luego de cortar sus lazos con el imperio español: “La anarquía que hace medio siglo atormenta a las naciones hispanoamericanas es un hecho tan grave, que ha llamado la atención de los hombres que en uno y otro continente se interesan por la suerte de la humanidad y se ocupan en el estudio de las causas que producen el malestar político y la desorganización social de los pueblos”. Sergio Arboleda consideró que la Revolución conducía al fracaso y, un desacierto los ideales de libertad, igualdad y democracia.
En tiempos de la Regeneración, José Asunción Silva escribió, a finales del siglo XIX, De sobremesa, novela publicada en 1925. El personaje, José Fernández plantea:“…hay que asaltar el poder, espada en mano y fundar una tiranía, en los primeros años apoyada en un ejército formidable y en la carencia de límites del poder y que se transformará en poco tiempo en una dictadura con su nueva constitución suficientemente elástica para que permita prevenir las revueltas de forma republicana por supuesto, con sus periodistas de la oposición presos cada quince días, sus destierros de los jefes contrarios, sus confiscaciones de los bienes enemigos y sus sesiones tempestuosas de las Cámaras disueltas a bayonetazos, todo el juego”.
Luego del acrecentamiento de la “violencia” en 1946, Jorge Zalamea publica La metamorfosis de su excelencia. En dicho relato el Presidente percibe un mal olor hasta, que se da cuenta que el olor putrefacto procede de él mismo. Exilado en Buenos Aires, (1952), en tiempo de Laureano Gómez, escribe Jorge Zalamea El gran Burundún, Burunda ha muerto. El relato se ocupa del cortejo fúnebre del dictador que proscribió el habla de sus ciudadanos para que se volvieran dóciles. La iglesia, los militares, el gobierno, los gremios económicos forman el cortejo fúnebre. Al abrirse el ataúd para el último adiós, el pueblo se da cuenta que se entierra a un papagayo y aterrorizado huye, mientras al caballo del dictador “no le cabía la risa en el cuerpo”.
Memorias de un hijueputa, (2019), relato de Fernando Vallejo, dibuja al dictador que ha llegado a la Casa de San Carlos, gracias a los militares. Tiene como consigna: “Convertidos mis fusileros en degolladores aquí no va a quedar defensor de los derechos humanos ni títeres de la Corte Penal Internacional de la Haya con cabeza. Adiós a la alcahueta Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa porque otra revolución, más decapitadora, los reemplazara por deberes.”