Por | Ricardo Rodríguez Puerto
Gustavo Matéus Cortés, quien hace 49 años fundó el Festival Internacional de la Cultura, no solo es un excelente fotógrafo profesional y una persona muy culta, sino que siempre fue un gran relacionista y esa característica le permitió realizar esa función en la Industria Licorera de Boyacá y, por casi diez años, organizar a muy bajo costo el máximo certamen de la cultura de Tunja y Boyacá.
Desde 1973 cuando nació la Semana Internacional de la Cultura, que después se convirtió en el Festival Internacional de la Cultura, visitaron a Tunja delegaciones diplomáticas de muchos países y desfilaron por los escenarios de la ciudad las más prestigiosas agrupaciones del mundo, como la Orquesta de Cámara de Leipzig, Alemania; la Orquesta Sinfónica de Boston, la Filarmónica de Bogotá o agrupaciones de Rusia, China, México, España, Portugal, Francia…
En esos primeros años algunos críticos dijeron que el Festival era clasista y que solo unos pocos privilegiados, entre ellos, como siempre, los altos funcionarios del gobierno regional tenían acceso a los escenarios.
Las presentaciones musicales realmente internacionales se alternaron con teatro, ciclos de cine, exposiciones de pintura y escultura, talleres de poesía y otras expresiones culturales.
Pasaron los años y en los nuevos tiempos ocurrieron dos situaciones interesantes para el Festival; la descentralización a los municipios y las provincias; y la posibilidad que ahora sí tenemos todos de acceder a los eventos, de asistir y disfrutar.
Pero también aparecieron otros intereses y los expertos en contratación de artistas, que conocen muy bien a los empresarios que realizan la intermediación y que pagan jugosas comisiones. Por esa razón ahora cada Festival cuesta una fortuna.
Capítulo aparte es la forma como toda la contratación se realiza a través del Fondo Mixto, una entidad sin pies ni cabeza que también maneja recursos públicos, pero que por años se ha escapado a la acción escrutadora de los organismos de control. Por ese fondo han pasado miles de millones de pesos; muy pocos entienden cómo funciona y son menos los que se atreven a indagar.
Este año el Festival costó 3.800 millones de pesos y fue el peor de la historia. La verdad es que con esos recursos sí se le ayudó a mucha gente; profesionales que necesitan una oportunidad y artistas que merecen la posibilidad de mostrar su talento, pero hubo muchas presentaciones de poco nivel y de agrupaciones que van por los pueblos, de feria en feria.
Realmente hubo poco para rescatar; la característica fue mucha farándula y poco nivel.
No fue mala idea lo de hacer ‘visibles a los invisibles’; es decir la presentación de artistas de la calle, pero no se revisaron los antecedentes, en algún caso incluso penales, y se le dio una connotación que no correspondía a un ‘Festival Internacional’.
Extrañamos las delegaciones oficiales de países amigos con grupos y muestras de alto nivel, las exposiciones; se esperan más conferencias y conversatorios sobre literatura, poesía, los títeres, el teatro, en fin. Y, si se trata de música, faltó el rock, el jazz, el bolero, el tango…
Este festival comenzó mal desde cuando se reemplazó el lanzamiento que se hacía en recintos de primera categoría, como el Teatro Colón; por una carpa en un parque a donde solo llegaron los integrantes de la comitiva que acompañaba al Gobernador.
También está mal que con recursos públicos, en tiempos en que se defiende la libertad de cultos, se dé prevalencia a artistas y cantantes de música góspel (evangélica), porque ese es el gusto del exgobernador que todavía tiene el poder supremo en estas tierras. Si se trata de respetar diferentes pensamientos y cultos religiosos, se debería entonces atender los gustos de quienes tienen otras creencias, incluyendo el catolicismo, que es la religión que prevalece en Boyacá, incluyendo el culto por la Virgen María, proscrita durante el último lustro, así el Gobernador actual crea y se encomiende a ella.
Para el próximo Festival, cuando llegaremos a las bodas de oro de esa celebración, debería conformarse un comité de expertos y no poner gerentes títeres. Los boyacenses merecemos respeto y la cultura no puede continuar con tanta improvisación.
Si la inclusión es lo más barato, como negocio… la cultura está devaluada y en manos inapropiadas.
Lástima, pero en Boyacá hace mucho tiempo la convirtieron en otro negocio.
Me parece que es interesante la reflexión ya que el Fic no es de unos pocos, creo que de los errores se puede aprender y corregir como por ejemplo espectáculos que son taquilleros que el público pague la boleta y ayuden a subvencionar los procesos regionales, otro aspecto es que los que fungen cono productores continuen todo el año ayudando al desarrollo de la cultura en el departamento para que no sean vistos cono oportunistas de los grandes eventos que se hacen en Boyaca. Creeria que este evento se debe fortalecer y ayudar a mejorarlo entre todos.