Mutis y la biodiversidad colombiana

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Guillermo Pérez Flórez, director de Funbotánica

Cada 11 de septiembre, Día de la Biodiversidad Colombiana, se hace inevitable volver la mirada hacia el hombre que comandó la Real Expedición Botánica: ese gaditano que, con paciencia de monje y terquedad de visionario, se propuso revelar los secretos de un territorio aún por descifrar: José Celestino Mutis.

Colombia es un país privilegiado. Cerca del 10% de toda la biodiversidad del planeta se concentra en esta esquina de Suramérica. Somos la primera nación en orquídeas —más de 4.000 especies registradas, muchas de ellas endémicas— y la segunda en plantas, aves, anfibios, mariposas y peces de agua dulce. Una nación que alberga páramos únicos en el mundo, como Sumapaz o Chingaza, donde nace el agua que beben millones de personas, y selvas como la amazónica, pulmón que regula el clima planetario. Sin embargo, esa exuberancia contrasta con el olvido y la desidia: la deforestación avanza a pasos de gigante, los ríos son contaminados y la riqueza genética se dilapida sin reparo. Así somos.

En el siglo XVIII, Mutis comprendió que la biodiversidad era nuestro verdadero tesoro, más importante que el oro y la plata que hechizaban a los europeos, e incluso a él mismo. Su Expedición Botánica, iniciada en 1783 bajo el amparo de Carlos III, se convirtió en la empresa científica más trascendente del Nuevo Reino de Granada. A lomo de mula, atravesando montañas, selvas, páramos y ríos, el sabio y sus discípulos describieron miles de especies de flora y fauna, pintaron láminas de una belleza inigualable y dejaron un registro testimonial que aún hoy asombra a científicos y artistas.

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En Mariquita, en pleno corazón de Colombia, estableció un jardín botánico pionero que aún evoca el bosque húmedo tropical (b-HT) que le sirvió de laboratorio. Allí, durante siete años (1783-1791), un equipo de hombres con manos pacientes y mirada de sabios pintó e ilustró cerca de dos mil láminas, de las casi siete mil que conforman el corpus de la Expedición. Entre ellos estaba un niño iletrado nacido en Guaduas: Francisco Javier Matis, quien se convertiría en el mejor pintor de plantas del mundo, a decir de Alexander Von Humboldt, y en un continuador de la obra tras la muerte del naturalista el 11 de septiembre de 1808.

Colombia es un país con mala memoria. Y sus gobiernos más. Sin embargo, en 1983, durante la presidencia de Belisario Betancur, se creó la Fundación Segunda Expedición Botánica, Funbotánica, para proteger, divulgar y actualizar la obra de Mutis. Esta fundación, después de superar la “peste del olvido”, tiene como propósito recuperar reemprender la marcha. Para ello, en unión de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá y la Universidad de Ibagué, con el auspicio de la embajada de España ha convocado tres conversatorios en torno a “Mutis, biodiversidad y territorio”, que tendrán lugar en Bogotá, Ibagué y Mariquita los días 10, 11 y 12 de septiembre de 2025. Expertos y académicos conversarán sobre la riqueza natural de Colombia, el significado de la Expedición Botánica y de la Comisión Corográfica de Agustín Codazzi en el siglo XIX, y los desafíos contemporáneos de la conservación.

No es un homenaje académico. Se busca traer a Mutis al siglo XXI para que nos ayude a ver lo que él y sus discípulos supieron observar hace más de dos siglos y que aún sigue siendo casi imperceptible ante nuestros ojos.

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