
En medio de la vorágine tecnológica de los actuales tiempos, ha hecho carrera normalizar el olvido de la escritura a mano. La generalizada digitalización de la sociedad acompañada de la “dictadura” del teclado ha relegado a la escritura manual como una actividad anacrónica y tristemente despreciada.
El ejercicio de la escritura a mano garantiza tiempos razonables para conectar la mente con el contexto que nos rodea, la tecnología ha irrumpido con una cultura inmediatista sin permitir el espacio necesario para un riguroso análisis, para una mayor comprensión y reflexión impidiendo el éxito de cualquier proceso cognitivo.
Además de robustecer el desarrollo mental y afianzar la inevitable tarea de dibujar, esquematizar y crear de paso una mayor creatividad cerebral, escribir a mano indefectiblemente conlleva a mejorar de manera notable la ortografía.
Estudios realizados que confrontaron la escritura manual con la de tecleado han coincidido que escribir a mano genera patrones de conectividad cerebral significativamente más complejos que la mecanografía, lo que favorece una mayor retención de información y un aprendizaje más profundo[1]
Vivimos azarosos tiempos en que los mensajes de chat son fugaces, donde por lo general, la correcta ortografía pasa a segundo plano. El ejercicio de escritura a mano por el contrario demanda un acto emocional e intelectual: tachar una palabra, cambiarla por otra, quitar o poner una coma, acentuar debidamente, borrar aquella frase u oración que se cree eterna, en fin, un contraste prodigioso que enriquece el pensamiento y estimula el perfeccionamiento de la caligrafía.
Incontables pueden ser las razones o motivos que nos lleven a expresarnos con la pluma en el papel: por costumbre, por necesidad, como refugio para conjurar tristezas, sobrellevar nostalgias y pesadumbres, como un acto humano de reflexión, por qué no, de rebeldía y libertad.
Cuán felices éramos de niños cuando nuestros padres nos compraban lápices y colores nuevos en los útiles escolares para pintar, dibujar y escribir y expresar en el papel nuestras ideas y formas de pensar, de sentir y ver la vida. Ahora se ha impuesto la pantalla digital como la era del futuro y relegar así a la escritura manual como un tema del pasado. Una verdad impajaritable: escribir a mano mejora nuestra capacidad de comprensión, incentiva un pensamiento crítico y crea hábitos de disciplina para la lectura.
Defender y reivindicar la escritura a mano no implica satanizar ni desconocer las bondades y ventajas de la era digital en los procesos cognitivos, dicha defensa significa buscar un equilibrio armónico que permita aprovechar de manera eficaz todas las herramientas digitales sin relegar el sagrado y maravilloso ejercicio de escribir a mano, el cual siempre debe considerarse, sin ninguna duda, como una inaplazable necesidad.
«El simple hecho de escribir, de sostener esta pluma, prueba, espero, mi capacidad de sobrevivir. Por alguna razón, la fatiga se acumula como un oscuro lodo en el que me hundo. Fuera, sólo hay ruido».
Sylvia Plath.
[1] Estudio Front. Psychol., 25 de enero de 2024.