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La conquista del derecho humano al trabajo es una de las mayores riquezas universales obtenidas por las luchas sociales de la humanidad. Se ha ido concretando con la jornada laboral de ocho horas, salario justo e igual, descanso obligado, capacitación y educación, prestaciones sociales y al final del ciclo la jubilación. Este ha sido el derecho más violentado por los dueños del capital y la mejor manera de sostenerlo vigente desde 1889 en que fue reconocido el primero de mayo como día de lucha, han sido las movilizaciones que hacen memoria y diseñan futuros para el trabajo no sólo como hecho económico, sino como un hecho político y cultural, vinculado a la conciencia social y a la dignidad.
Con marchas, huelgas y celebraciones, trabajadores, excluidos y marginados, reclaman “su lugar” en la construcción de las sociedades. A pesar de la diversidad de contextos nacionales, en todo el mundo se reclama justicia social y unidad de la clase trabajadora contra la explotación y la opresión y le recuerda al poder, que los derechos laborales son siempre y en todo lugar conquistas históricas y no concesiones naturales ni legales y que defenderlos es un compromiso ético-político inaplazable.
Desde las grandes ciudades de Europa y América hasta los movimientos emergentes del Sur Global, las movilizaciones del primero de mayo reflejan la capacidad de una fuerza política viva y presente que puede ejercer el poder cuando se lo propone y que le anuncia al poder hegemónico tradicional y a los “dueños” que, aunque las formas del trabajo, las relaciones laborales o los modos de explotación cambien la clase obrera existe y que gracias a ella los ricos se enriquecen y las sociedades funcionan.
La primera conquista se logró en 1886 con la huelga general en Chicago, en la que a pesar de que varios trabajadores fueron asesinados por exigir la jornada laboral de ocho horas, se abrió el camino para estructurar las necesarias movilizaciones obreras que siguen vigentes. Estados Unidos, trasladó la conmemoración a septiembre para evitar asociaciones “radicales”. En Europa, Alemania alcanzó su punto más alto en la década de 1920, en el contexto de la República de Weimar, enfrentándose al auge del fascismo. En Francia, las marchas de 1936, durante el frente popular, movilizaron en París a 1.5 millones de trabajadores exigiendo la semana laboral de 40 horas, vacaciones pagadas y derechos sindicales, en la URSS, el primero de mayo fue institucionalizado como la celebración estatal de la “gloria del proletariado”. En África y Asia el primero de mayo tomó fuerza a partir de los procesos de descolonización, en Ghana e India, las movilizaciones se articularon con luchas por la independencia y la construcción de Estados nacionales, en Vietnam, durante la guerra de invasión de Estados Unidos, las movilizaciones obreras incorporaron un discurso antiimperialista y revolucionario que fortaleció la solidaridad y toma de conciencia global contra la barbarie.
En América Latina ha sido una fecha de lucha y memoria, en Argentina en 1909 se produjo la masacre de la plaza Lorea por la represión policial y en Buenos Aires en 1946 se reunieron más de 300.000 trabajadores en la plaza de mayo, en México, la revolución convirtió la fecha en jornada de celebración oficial, en Chile y Brasil, las movilizaciones crecieron con las demandas de los trabajadores urbanos, aunque en las dictaduras intentaron cooptarlas y reprimirlas, en Cuba es una celebración masiva del poder popular y el socialismo en defensa de la soberanía nacional frente a las presiones internacionales, especialmente de Estados Unidos, en Colombia la movilización del primero de mayo de 2021, se fundió con el paro nacional contra la reforma tributaria de Iván Duque y su partido del centro democrático y aliados políticos (hoy mayoría que bloquea al gobierno en el congreso) y ha sido una de las más fuertes y significativas de la historia reciente como lucha generalizada por derechos con cientos de miles de personas movilizadas en más de 500 municipios.
El Día del Trabajo es un termómetro político y la magnitud de las marchas refleja el estado de la organización obrera y en ese marco le corresponde a la Colombia trabajadora, excluida y marginada, incluidos funcionarios, jóvenes y desempleados, encontrar el camino para que la resistencia se traduzca en ejercicio real de poder en el gobierno popular, bloqueado por el poder tradicional, y en las calles, agitando y votando la consulta popular, ponga a prueba su conciencia y unidad para remover a fondo y sin vacilación las barreras impuestas por la violencia de élites y sus modos de acción.