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En el presente ensayo, busco de manera sintética dejar en los lectores algunas ideas en torno a lo que considero un momento agónico de la política colombiana, entendido como ese espacio de disputa en el que se enfrentan fuerzas políticas por el poder, la influencia y la representación. Para ello, retomaré el concepto de ‘agonismo’ y lo aplicaré a la administración de Gustavo Petro, analizando las tesis de autores como Chantal Mouffe, Benjamín Moffitt, Ernesto Laclau y Jan-Werner Müller, quienes han estudiado los últimos acontecimientos políticos en América Latina, especialmente el surgimiento de populismos de izquierda y derecha en un contexto de crisis de las democracias liberales.
El espacio agónico en la política
El término «agonismo» proviene del griego agōn, que significa ‘lucha’ o ‘competencia’. En política, un espacio agónico se refiere a un escenario en el que diferentes actores políticos compiten por imponer sus intereses, valores y proyectos. Este espacio se caracteriza por la confrontación, pero no necesariamente por la violencia. La competencia puede manifestarse a través de elecciones, debates, movilizaciones sociales, negociaciones y alianzas. Sin embargo, cuando esta confrontación se vuelve extrema, puede derivar en lo que algunos teóricos han denominado un «empate catastrófico».
El empate catastrófico en Colombia
El empate catastrófico es una situación en la que dos o más fuerzas políticas están tan polarizadas que no pueden llegar a acuerdos, lo que genera parálisis política y social. Este fenómeno se ha visto en varios países, como Venezuela, España y el Reino Unido durante el Brexit. En Colombia, la administración de Gustavo Petro parece estar encaminándose hacia este escenario. Aunque inicialmente se presentó como un gobierno de ‘acuerdo nacional’, rápidamente se evidenció una polarización entre el gobierno y los sectores tradicionales del establecimiento.
Petro ha adoptado un discurso populista, caracterizado por la división entre ‘el pueblo’ y las ‘élites oligárquicas’. Este discurso, aunque movilizador, ha generado una profunda fractura en el país. La constante demonización de los opositores, los gremios económicos, la prensa y hasta figuras de la farándula ha creado un clima de intolerancia que dificulta el diálogo y la construcción de consensos. Además, la alta rotación de ministros (52 hasta marzo de 2025) refleja una inestabilidad gubernamental que ha debilitado la capacidad del gobierno para implementar sus reformas.
El populismo de Gustavo Petro
El populismo, como lo han definido autores como Laclau y Mouffe, se caracteriza por la construcción de un discurso que divide la sociedad entre ‘el pueblo’ y ‘los otros’. En el caso de Petro, este discurso ha sido central en su estrategia política. Sin embargo, como señala Jan-Werner Müller, los líderes populistas tienden a ser intolerantes y poco dispuestos al diálogo, lo que puede llevar a una polarización extrema y a la parálisis política.
Petro ha asumido el papel de ‘representante único del pueblo’, lo que lo ha llevado a confrontar no solo a los sectores tradicionales del poder, sino también a antiguos aliados. Esta actitud confrontacional ha generado un clima de desconfianza y ha dificultado la implementación de las reformas que inicialmente prometió. Además, su estilo mesiánico, en el que se presenta como el ‘salvador de la patria’, ha exacerbado las tensiones políticas y ha alejado a muchos sectores que podrían haber apoyado su agenda.
Un interregno para la izquierda populista en Colombia
A un año de las elecciones presidenciales y legislativas, el gobierno de Petro enfrenta un momento crítico. A diferencia de otros gobiernos progresistas en América Latina, que lograron avanzar en sus agendas sociales a pesar de la oposición, el gobierno colombiano parece estancado. La falta de diálogo y la polarización han impedido que se avance en reformas clave, como la reforma laboral, de la salud, de pensiones tributaria o de financiamiento, la reforma agraria y la implementación de los acuerdos de paz.
En este contexto, es posible que la izquierda populista en Colombia pierda el impulso que tuvo en las elecciones de 2022. El fanatismo y el radicalismo emocional que han caracterizado al gobierno de Petro podrían no ser suficientes para enfrentar el debate legislativo y la disputa por la próxima presidencia. Como señaló Antonio Gramsci, los interregnos son momentos de crisis en los que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer. Este podría ser el caso de Colombia si no se logra superar la polarización y construir un proyecto político más inclusivo.
Conclusión:
Hacia un nuevo horizonte político
En conclusión, Colombia se encuentra en un momento agónico de su historia política. La polarización, el empate catastrófico y el populismo confrontacional de Gustavo Petro han creado un clima de inestabilidad que amenaza el futuro del proyecto progresista en el país. Para superar esta crisis, es necesario un ejercicio profundo de autocrítica por parte de los sectores progresistas. Se debe construir un programa alternativo que recupere los pedazos de optimismo y esperanza que aún subsisten en la población, pero que supere la retórica populista y confrontacional que ha caracterizado al gobierno actual.
No será una tarea fácil, pero es indispensable si se quiere evitar que Colombia caiga en un ciclo de parálisis política y social. El futuro de los sectores progresistas depende de su capacidad para reinventarse y construir un proyecto político que sea capaz de dialogar con todos los sectores de la sociedad, sin caer en la tentación del mesianismo y la polarización.
Solo así se podrá superar este momento agónico y avanzar hacia un horizonte de paz y justicia social.