El título de este artículo comienza en alienígena, como debe ser. Confieso que mi primera opción era “Cómo son gueltas, yo me transjormo”, pero no, eso ya no genera tendencia.
Todos sabemos que este domingo 19 de junio se elige presidente en Colombia. Yo, desde luego, voy a votar. En ese voto están en juego cosas fundamentales: conocer el mar, por ejemplo (ojalá en la devota compañía de algunas compatriotas vecinas de la Virgen), o entrar por primera vez a un Museo de arte, así ya no exista el Ministerio de Cultura.
Como ven, son decisiones muy importantes, pero no tanto como decidir en qué idioma iba a titular este artículo. Subrayo lo del título ya que, por experiencia, sé que muchos lectores no pasan de ahí. Después de horas y horas de pensar, ir al Edén de Rise of Empires y jugar un rato, ver videos de YouTube, y adelantar capítulos de alguna serie de la que ya no recuerdo el argumento, al fin me iluminó Calíope, la musa de la retórica y la poesía (no sé si se llama así, pero eso decía Google y habrá que confiar en Fajardo), esta vez encarnada en la inspirada voz de una paisana: Mafe Walker.
Mafe asegura que habla idioma alienígena, y yo le creo. Ya antes había conocido, aquí, en la ciudad de Tunja, a un pintor de Sanchos y Quijotes que se la pasaba hablando con extraterrestres. Claro, cuando se cansaba de tanta conferencia sideral se ponía un gorrito de papel aluminio y listo, cortaba toda comunicación. A Mafe la vi en una nota de la TV mexicana, emitida el lunes 6 de junio. Ella habla de su habilidad para canalizar ondas de “frecuencia máxima” que la ayudan “a vibrar alto”; así se comunica con nuestros abuelitos que viven en las estrellas. ¡Qué tema tan interesante!, pensé, de ahí mi título.
En justicia, creo que debo hablar de la segunda opción que consideré para titular: “Cómo son gueltas, yo me transjormo” , frase extraída de la parodia que hizo Kei Linch, de Saoko, un tema de la cantante española Rosalía, y que en Colombia se popularizó como Relocos papi relocos. Muchos famosos han hecho parodias de la parodia e incluso he visto por ahí a un viejo tierno que la usa en Tik Tok para ganar seguidores. ¡Qué tema tan interesante!, volví a pensar.
Mientras escribo, mi mujer (así, con posesivo para estar a tono) ya no sabe si quedarse en la cocina, o alistar el “chingue” para ir a conocer el mar. Yo no tengo problema con la primera opción, la segunda es el problema, ya que está buscando en internet cuánto cuesta alquilar un yate. Ella no lo dice de frente, pero yo sé que lo del mar la tiene convencida. Me persuade con originales argumentos como que debemos “salvar el país”, que nosotros la gente de bien tenemos que “cuidar a Colombia”. Yo quisiera recordarle que estamos quebrados, que desde hace meses no hay para comprar papa, que la carne es un recuerdo de los tiempos idos, que mejor repitamos The Walking Dead y/o pongamos a funcionar nuestra infantería para “hacer chinitos pobres”, o, en últimas que nos preparemos para hacernos adictos a la droga gratis por vía intravenosa, oral, escrita, o por donde sea…, pero la veo tan ilusionada con lo del mar que voy a ver cómo hago para llevarla a conocer “El sereno”, un pozo de aguas tristes, en La Mocasía, una quebrada de mi infancia.
Si usted ha llegado hasta aquí, sabrá que me la he pasado hablando de algo muy importante: del título del artículo, y por lo que he dicho pensará que está escrito en idioma alienígena y que posiblemente esas letras las he copiado de Mafe, mi paisana que habla con E.T.
Pues no, todo son patrañas.
Pero eso no interesa, si hubiera dicho otras cosas seguro también se habrían tomado como ciertas, en un país en donde LA VERDAD NO IMPORTA, en donde muy pocos ciudadanos se preocupan por leer, o por informarse antes de decidir en asuntos que afectan a millones de personas, en donde todos buscan su beneficio personal y no les importa nada más. En donde un tiktokero senil hace gala de su riqueza, da lecciones pueriles de Economía (“mientras más se acerque uno al Polo Norte, hay más prosperidad”) y algunos le creen, o se convencen solos para creerle.
Un país en donde no tiene sentido invitar a votar con inteligencia y responsabilidad, y en donde no cabe citar versos como los escritos por Manuel Scorza en su Epístola a los poetas que vendrán, y que dicen:
Mientras alguien padezca,
la rosa no podrá ser bella;
mientras alguien mire el pan con envidia,
el trigo no podrá dormir;
mientras llueva sobre el pecho de los mendigos,
mi corazón no sonreirá.