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El odio es un veneno que hierve en la sangre de toda bestia humana, es
consustancial a la especie. Y sirve mucho, sobre todo, para matar y destruir. La
primera acción humana es el asesinato del hermano, Génesis 4,8. Y el amante
apasionado es capaz de matar a su pareja: el famoso crimen pasional es la
evidencia de que el amor es una máscara del odio. Cuán ansiosos están de
matarse unos a otros, cuán fervientes sus odios, señala Carl Sagan en Un
punto azul pálido. Hasta los santos odian a la Humanidad y procuran su
exterminio, al aborrecer la vida y negarse a procrear. El odio llega a ser más
vasto que el mundo, dice Cioran en Breviario de podredumbre. Cristo sabía que
el hombre es un engendro del Demonio, y que odia a sus semejantes. Basado
en esa verdad universal, creó los principios de su utopía: amar al prójimo, y
otro más loco aun: amar al enemigo.
En la política, el odio de la ultraderecha, de esencia fascista y nazi, prevalece
en el mundo, y funciona como instinto mortífero y justificación para imponer la
dominación y eliminar a los demás, a los que son y piensan diferente.
En Colombia el santo pontífice del odio político es el Matarife Álvaro Uribe,
autor intelectual de masacres y genocidios, y su partido guarida de mentirosos,
traidores, corruptos y ladrones; y su organización criminal clandestina. Estos
politiqueros perversos no solo profesan, sino que predican el odio a través de
sus grandes medios periodísticos de des-información, manipulación y
dominación, con los cuales logran convertir a cualquier pobretón, ignorante e
imbécil es un fanático uribista enfermo de hostilidad y diseminador de odio.
La ultraderecha de Uribe, con sus bufones y matones, son enemigos y odian a
Colombia y a la mayoría de los colombianos. Odian a Gustavo Petro porque es
el único gran líder de izquierda que no pudieron asesinar, y que llegó a ser
presidente. Odian la democracia porque permitió que la derecha perdiera el
poder y no pudieron seguir ejerciendo la corrupción, el narcotráfico, el robo, el
terrorismo de Estado y la guerra contra el pueblo. Odian los Derechos
humanos, la justicia social, el salario digno, la paz, el bien común, la educación
pública, la cultura, la salud, el bienestar y la felicidad de nuestra sociedad. Lo
único que no odian es el poder, la riqueza mal habida, los privilegios y la guerra
en sus manos para mandar y perpetuar la violencia, la injusticia, la pobreza, la
miseria, la enfermedad, la ignorancia, etc.
Ante ese vasto panorama del mundo ensangrentado y destruido por el odio, no
hay ninguna esperanza de redención: El hombre es una bestia maldita y
expulsada del paraíso, ignorante, absurda, demente, homicida y destructora
que odia tanto que, incluso, se odia a sí misma, y por eso está condenada al auto-exterminio. Y Sagan advierte que ningún Mesías –divino o diabólico–
vendrá de afuera a salvarnos de nosotros mismos.
www.guillermovelasquezforero.com
*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan la postura editorial de EL DIARIO.