“Violencia simbólica contra las mujeres es una de las más peligrosas”

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Arroz con leche, me quiero casar con una señorita de la capital, que sepa coser, que sepa bailar, que sepa abrir la puerta para ir a jugar.

Si alguna vez escuchó o cantó esa canción, usted está recordando una muestra de la violencia simbólica contra las mujeres que ha perdurado en la sociedad por muchos años y que va más allá de una violencia física, económica, sexual, psicológica o material.

“La violencia simbólica es una de las más peligrosas, pues se refleja desde las mismas mujeres en sus actitudes y comportamientos de sumisión dentro del sistema patriarcal; por eso hablar de estas violencias hará que podamos transformar los espacios culturales, formativos, educativos y pedagógicos para la población de Colombia”.

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Así lo afirma Florence Thomas, psicóloga, magíster en Psicología Social de la Universidad de París, Profesora Emérita de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y columnista del diario El Tiempo, quien ha sido una de las precursoras del feminismo, y desde hace algunos años directora del Grupo Mujer y Sociedad de la UNAL.

La activista fue la invitada a la ponencia magistral “Mujeres y saberes: violencias simbólicas para no olvidarlas”, que nace en conjunto de la Dirección Nacional de Bienestar Universitario, el Sindicato Mixto de Trabajadores de las Universidad Públicas Nacionales (Sintraunal) y el Observatorio de Asuntos de Género de la UNAL, para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer.

Según la psicóloga Thomas, el término “violencia simbólica” se usa para describir una relación asimétrica en la cual el dominador ejerce violencia indirecta y no física contra las dominadas.

“A veces no la distinguimos, y muchas mujeres nos volvemos cómplices de esa dominación; es una violencia que necesita ser discutida, pues se encuentra en muchos espacios de la vida cotidiana, como los medios de comunicación que refuerzan los estereotipos, canciones infantiles o videos de algunos géneros musicales machistas. Ese tipo de violencia se encuentra en el entorno laboral, el político, el económico y del cuidado, entre otros”, advierte.

Durante su ponencia, Florence Thomas recordó a las mujeres que precedieron el camino de muchas feministas hoy, que algunas veces habían sido invisibilizadas y olvidadas, y que las feministas académicas y científicas fueron las primeras en insistir en que se debían recuperar las historias de las mujeres silenciadas y de sus saberes ocultos.

“Durante siglos, y según registros de la antropología, fuimos signos que intercambiaban los hombres en cuanto a capital reproductivo. Nuestro lugar fue definido por hombres que se aprovecharon del pretexto de nuestra anatomía. Éramos dadoras de vida y eso nos debía satisfacer porque satisfacía a los hombres y a la cultura que se habían creado”, subrayó.

Según la experta, durante la historia se hizo necesario “satanizar” la maternidad mientras que los hombres escribieron la historia, invisibilizando, ocultando o mutilando los aportes de las mujeres a la cultura. “Durante siglos, la historia de las mujeres y su esclavitud fueron tan reales como mentales, desde cinturones de castidad, hogueras, violaciones, abusos y humillaciones, entre muchas otras manifestaciones”, reseñó.

Resistencia y rebeldía

Sin embargo la resistencia –que también fue la herramienta para que muchas mujeres no murieran– sigue presente. “A muchas les tocó vivir escondidas, volarse, o ‘casarse con Dios’, para tener horas de meditación, de lectura, de soledad y de encuentro consigo mismas. A muchas les tocó cambiarse de nombre o de apellido para distanciarse del estigma de brujas, hechiceras o rebeldes. Apenas hoy empezamos a conocer esta historia nuestra de resistencia y de rebeldía que forma parte de las historias no oficiales, historias que solo ahora estamos revelando gracias a esta mirada crítica sobre el saber oficial”, enfatizó.

La historia se está reescribiendo

Según cuenta la profesora Thomas, hoy las mujeres ya aprenden a reconocer un mundo diverso y complejo, donde se convencen de que las culturas se pueden enriquecer con todos los aportes de las demás mujeres.

“Las mujeres no piden nada del otro mundo más que pensar en una ética basada en el principio de equidad y justicia social. No desean el poder para someter a los hombres, han aprendido del poder y eso no les interesa”, afirma.

No obstante, agrega que en el camino todavía falta mucho, pues la mayoría de las mujeres, por ejemplo en escenarios como la política, siguen haciéndola como la hacen los hombres, de igual manera en otros entornos como la ciencia o la cultura.

“Nos llena de esperanza que cada vez aparecen más economistas feministas, filósofas feministas repensando los problemas de ética, mujeres que pueden hacer política de otra manera, bajo un interés colectivo, desde una economía más solidaria, que no olvida la vida cotidiana, otra mirada sobre el medioambiente, la creación, el arte y la paz, que va más allá de la resolución del conflicto armado y de la democracia”.

“Muchas mujeres tienen en sus manos el poder de fortalecer una cultura incluyente, que no puede olvidar que existe una riqueza incalculable y no puede seguir mutilando la palabra, la voz, las ciencias y el arte de las mujeres, ni mucho menos sus experiencias y saberes”, concluyó.

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