Esta sociedad que hoy enarbola la bandera de la paz en medio de tanta barbarie contra la mujer requiere repensarse y enfrentar el desafío del respeto a la mujer. Quizá no dimensionamos el futuro que les depara a mujeres excluidas, violentadas, abusadas e instrumentalizadas. No sopesamos los efectos negativos para una sociedad que debe construirse en el respeto a los derechos humanos como principio de la convivencia.
No hay tregua, cada día con asombro cómplice despertamos con hechos más atroces donde mujeres son asesinadas, maltratadas y violentadas simplemente por ser mujeres. Habitamos en el ejercicio de la indiferencia por ello en el 2015, en Colombia, del total de mujeres asesinadas y cuyo agresor se registra información el 26.7% de los casos los homicidas fueron sus propias parejas o exparejas; de igual manera en el 41.67% de los homicidios donde las víctimas son las mujeres la violencia intrafamiliar es la circunstancia y el 32.13 de los casos el homicidio ocurrió en la propia vivienda. Varios de estos crímenes han merecido el repudio nacional y habrán sido titular, sin embargo la voz de indignidad se apaga apenas la amnesia colectiva se apodera de nuestra memoria. Mientras tanto en la sociedad los estereotipos se interiorizan y perpetúan, naturalizando de esta manera la violencia.
En Boyacá la violencia contra las mujeres no encuentra paz. Es un fenómeno anidado en el entretejido de factores culturales, económicos, legales y políticos que eternizan la violencia. Hay una creencia ciega en la superioridad inherente de hombres sobre mujeres que les otorga el derecho de propiedad y control sobre las mujeres. De igual manera la alta dependencia económica de las mujeres dadas las condiciones de acceso a ingresos, educación y empleo. Claro que somos un presente construido sobre una historia de exclusiones y negaciones donde la mujer ha sido la más afectada.
La violencia contra la mujer se expresa de distintas formas, siendo en Boyacá la más preocupante la que se despliega en el hogar, donde los conflictos entre pareja terminan siendo la causa de agresión más frecuente contra la mujer. En el periodo 2005- 2015, de acuerdo a las cifras del instituto de medicina legal se presentaron 43.749 casos de violencia intrafamiliar de los cuales 25.107 corresponden a violencia entre pareja, es decir el 57.38%, siendo en el 90% de los casos la víctima es la mujer. De igual manera en el periodo de 2010-2015, las tasas nuestras muestran una tendencia a la baja pero muy superiores a la del país, mientras en Colombia, en promedio, se presentaron 179,12 casos por cada cien mil habitantes la tasa en Boyacá alcanza 294,37 y lo neurálgico es que la tasa de la mujer en el país es de 294,37 y el departamento alcanza 451,38. La familia el lugar donde debe regir la comprensión y el respeto mutuo es donde aflora la violencia y el maltrato, siendo la mayor victima la mujer.
En el año 2015, de acuerdo a las cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal (INMLCF), de las violencias en Boyacá la más preocupante es la violencia sexual, donde las víctimas son las niñas de 10 a 14 años. Mientras en el año 2014 se presentaron 412 casos por presunto delito sexual para el 2015 alcanzó 539 casos, eso significa que se registró un aumento del 31%, con 127 casos más. Además de las consecuencias físicas, tiene efectos psicológicos a corto y largo plazo como represión, ansiedad, intentos de suicidio o el Síndrome de estrés postraumático.
En Colombia, el año 2015 se realizaron 22.155 exámenes médico legales por presunto delito sexual con una tasa de 46 casos por cada cien mil habitantes y un incremento de 1.040 casos con respecto al año anterior siendo las mujeres las más afectadas, en un 85,2%. De los 22.155 exámenes medicolegales practicados por presunto delito sexual 7.648 se practicó a niñas de 10 a 14 años, es decir el 40.52 del total de casos y el 73.22% de las mujeres violadas eran niñas menores de 14 años. Aquí el miedo a denunciar las violaciones hace suponer que las cifras son muy superiores, pues las victimas por el temor a ser estigmatizadas y la propia revictimización de la persona afectada inciden negativamente para tener cifras más cercanas a la realidad.
Indudable que hacemos esfuerzos institucionales para eliminar la violencia contra la mujer y sus distintas formas, unos con políticas públicas articuladas y otros con simples manifestaciones. Pero a la luz de las cifras y las miles de mujeres que no hacen parte de estos números, estamos frente a un fenómeno que por sus implicaciones debe llamar a la conciencia ética del Estado y la sociedad. Quizá no dimensionamos el futuro que les depara a mujeres excluidas, violentadas, abusadas e instrumentalizadas. No sopesamos los efectos negativos para una sociedad que debe construirse en el respeto a los derechos humanos como principio de la convivencia. Por ello la violencia contra la mujer también reclama paz, ahora que hablamos en el país de una paz duradera y sostenible.
Por: JACINTO PINEDA JIMÉNEZ,
Director Territorial ESAP Boyacá Casanare
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