Por | Julián Alberto García Lozano*
A quienes nunca hemos tenido el privilegio de pisar su suelo, de respirar su aire, degustar su gastronomía e interactuar con su gente, nos mueve una sana expectativa por visitarle, desde la distancia he tenido la sensación de que será amor a primera vista, tal vez producto de mi idiosincrasia; pero, me agrada la arquitectura de sus iglesias, sus edificaciones coloniales, su inmensa plaza de Bolívar, sus techos en tejas de barro, el paisaje que la circunda, sus calles cargadas de historia y la sensación de tranquilidad que se percibe.
Es la diosa capital más alta de Colombia y se contempla imponente en una imagen que muestra la Catedral desde la Plaza de Bolívar con las verdes colinas al fondo que evocan tranquilidad y sosiego; qué delicioso debe ser degustar un café calientito en alguno de los tantos lugares de ensueño que debe tener y han sido preparados con exquisitez para contrarrestar la agradable sensación del frío que recorre en silencio sus calles.
Percibo a Tunja como un agradable pueblo que está dejando su placido cascaron para dar paso a una ciudad acogedora y hospitalaria, donde quienes como yo piensan que poder vivir en ella sería todo un privilegio.
Tunja es una madre que arropa con su tranquilo manto innumerables y bellísimos pueblos de gente que percibo buena, laboriosa, amable, respetuosa, honesta, humilde, piadosa, que le confieren a su terruño un valor incalculable y es que hijos como Nairo, Superman López, Jorge Veloza y que me perdonen los muchísimos más que deben haber, pero mi memoria no da para tanto, que se bien llevan en su alma todas estas virtudes y muchas más, igual que aquellos héroes que en silencio hacen su trabajo con lujo de detalles.
A alguien le escuché decir en una ocasión “Tunja no tiene nada que se le pierda” yo por el contrario pienso que tiene mucho que perder y que todos los colombianos debemos cuidar, porque más temprano que tarde nuestros ojos te buscarán en busca de la tranquilidad que las urbes han perdido, del aire limpio que se volvió pesado en otros lugares, de las miradas humildes de sus gentes, las manos laboriosas de sus campesinos y artesanos y esa particular sensación de un cielo más cercano.
Tunja narra en silencio mucha de la historia de Colombia, de la ansiada libertad, muchas de sus edificaciones que cuentan por siglos su edad resultan mas elocuentes que los guías turísticos más avezados y sus caminos adoquinados le confieren al paisaje el toque de romanticismo que faltaba, esas cosas le hacen particular, diferente, añorada y sumas razones para conocerle, para hablar de su papel en la historia de Colombia y del futuro que a pasos agigantados se avecina.
Una sana inquietud me asalta por conocerte, sé que mil agradables sorpresas más me deparara mi estancia cuando recorra sus calles y mi paladar recoja el encantador sabor de una arepita de maíz boyacense.
*Julián Alberto García Lozano, 61 años de edad, curse hasta 5 semestre de Psicología, columnista habitual de La Crónica del Quindío , también lo he hecho en El Diario del Otún de Pereira, actualmente administra una unidad de rehabilitación cardiopulmonar en Pereira y es atleta master, casado y con dos hijas.