Por: Gina Julieth Rojas
Dentro de una amplia gama de celebraciones hoy es una más del periodista y comunicador social en Colombia, una de las profesiones, como leí por ahí, peor pagas y más desagradecidas en nuestro país, donde además vivimos rodeados de múltiples formas de violación a la libertad de prensa, algo que se ha convertido en parte del paisaje de redes sociales y medios de comunicación que mediáticamente cubren los casos que se denuncian pero de los que no se vuelven a hablar porque sencillamente nunca hay justicia.
¿Por qué lo digo?, bueno, hace tres años fue tendencia en twitter y medios de comunicación una campaña que ideamos con algunas colegas bajo el lema la #PrensaNoSeCalla en razón a que yo hacía pública mi salida como periodista del periódico Extra Boyacá.
En resumen, para quienes no recuerdan o no supieron, a través de un memorando y llamados de atención verbales mis superiores pidieron mi renuncia por un artículo que no dejaba bien parado al gobernador de ese momento.
Medios, redes sociales, políticos, personas del común, etc., ayudaron a hacer visible la situación, pero como pasa con frecuencia no pasó del boom del momento.
Pocos saben lo que pasó después y lo que ha pasado hasta hoy.
Por un vital desahogo, quiero entre letras contarles que jamás hubo una investigación de fondo de lo que pasó, nunca recibí resultados, nunca hubo sanciones, nada. Y en últimas siento que la única que perdió, como creo que no debía ser, fui yo.
En mi vida el escándalo superó mi supervivencia. Verán, al siguiente día de haber renunciado me encontraba en una crisis personal pensando en qué iba a hacer de mi vida y cómo iba a sobrevivir, no tenía un peso en mis bolsillos, hubo conflictos con personas allegadas, mental, física y psicológicamente me sentía desgastada y por días no veía una luz que me guiara hacia una mejor realidad.
Mi renuncia se dio un día antes de la paga y obviamente la empresa no me giró lo que me correspondía. Como pocos saben, en este oficio se vive de la paga mensual, ¿qué puedes ahorrar?, ¿qué puedes invertir? Los siguientes días a la denuncia pública eran de no saber cómo iba a atender mis obligaciones económicas que obviamente incluyen la vida de mis hijas. Pero, jamás me quejé en público. A mi casa llegaron desfiles de políticos ofreciendo dinero y cargos que nunca acepté, porque a pesar de lo que muchas personas dijeron, detrás que lo que dije no hubo nadie manejándome, solo las convicciones y principios que siempre me han acompañado y que siempre he defendido.
Opté por llamar a medios de comunicación que me habían ofrecido espacios antes de mi renuncia al periódico, pero extrañamente y a pesar de no haber hecho ningún contrato con otro periodista, argumentaban que ya no me necesitaban, pero que conociendo mi hoja de vida me estarían llamando.
La situación económica con el paso de los días se me hacía más compleja. Curiosamente muchos abogados ofrecieron abrir proceso legal por todas las inconsistencias, pero al final nadie se hizo cargo y sola tuve que ir a los juzgados a esperar por seis meses mi sueldo pendiente y una desagradecida liquidación. Y ni hablar de las cesantías, pues la empresa no quería entregarme el documento para poderlas retirar y medianamente sostenerme. Fueron días de rogar por algo que era mío, que trabajé por casi cinco años que llevaba allá.
Solo una persona mantuvo su palabra, pero como suele pasar no era fácil contratar así que era necesario tener un cupo de publicidad, un término que no es común en la gente pero que consiste en que consigues un patrocinador que paga un comercial en un espacio informativo y ese es tu sueldo, ¿qué tal el estatus que nos damos los periodistas?
Pero bueno, esa fue la luz en medio de la torrencial tormenta de mi vida en ese momento. ¿Recuerdan el desfile de personalidades?, bueno entre ellas hubo un ángel de verdad que respaldó ese cupo solo por fe en mí y en mi trabajo. No es político, pero debo confesarles que sí era muy cercano al gobernador de ese momento. Dedicado al sector privado y con la capacidad de pautar por una de las empresas familiares. Me reintegré a los medios a través de la radio, pero muchas cosas que no eran iguales.
Acudir a la misma fuente que había denunciado era imposible y si yo decía algo negativo era la ‘ardida’ que nunca superó lo del Extra.
Dos meses después se hablaba menos del escándalo y en mi camino se abrió una nueva puerta laboral. Otro medio, menos cubrimiento político, quizás iba a empezar a olvidar.
En diciembre de ese año, no sé cómo porque aún no recuerdo, un golpe me hizo perder la memoria. ¿Demasiado novelesco?, bueno puede sonar así, pero en verdad ocurrió.
Son pocos los recuerdos de ese día y muy vagos. Pero lo cierto y que tiene mucho que ver con lo que les estoy contando, es que en mi mente lo que se repetía una y otra vez era quién estaba en el gobierno de ese año. Además, que mi mente no era consciente de que había dejado un medio de comunicación al que le dediqué alma y vida.
Los daños psicológicos que me había hecho lo vivido ese año jamás los había sentido como hasta ese momento y claramente no fue en ese instante que lo entendí, ocurrió mucho después y sanando muchas cosas que llevaba cargando.
De mi mente muchas cosas se borraron, de pronto Dios, el Universo o mi yo profundo querían que pudiera seguir con menos rabia, con menos frustración y aprendiendo a sanar.
Un año después, volví a preguntar, a quienes dijeron que iban a investigar, si algo había pasado. No hubo ni un sí, ni un no, sencillamente nunca me respondieron. Eso me llenó de nuevo de rabia. Me desahogué en redes sociales y asumí que nada había valido la pena. Yo seguía anhelando justicia.
Dos años después, entendía lo bueno y lo malo que semejante “estrellato” me había dejado. Ya no me pregunté si al fin alguien había investigado porque tenía la certeza de que había quedado en el escándalo y que muchos lo olvidaron.
En diciembre del año pasado hablé con alguien que fue protagonista en esto. Dije que perdoné y le expresé parte de lo que aquí he escrito. Al fin y al cabo, ya no tenía nada que perder y tampoco me podían quitar algo más. De esa conversación, de la que no diré detalles, me quedo con una buena suerte y un gracias porque aprendí de lo vivido.
Ahora que son tres años, que muchas cosas cambiaron en mi entorno, en mi yo, no mucho en el gobierno, pero en general hay transformaciones profundas, mi pregunta fue, ¿valió la pena?, y mi respuesta es sí. Aún con los bolsillos vacíos, juzgada y traicionada incluso por personas que consideraba cercanas. A pesar de haber sido señalada, de mis momentos de profunda tristeza y muchas veces de soledad fui fiel a lo que sentía, a lo que pensaba. Salí de un medio de comunicación en el que había caído en una zona de confort y le demostré a muchos que podía hacer mucho más en periodismo. Me gané el respeto de personas que ni siquiera me imaginaba, incluso de niños que me escribieron porque conocieron lo que pasó y querían seguir mi ejemplo. Entendí que lo que sea que nos maneje y como lo quieran creer nos compensa de acuerdo con nuestros actos y que al no quedarme callada muchas más personas han optado por no hacerlo.
Esto no quiere decir que sea un ser de luz o ilusa, o que esté haciendo un programa de autosuperación, porque en realidad me sigue dando rabia que jamás hubiera pasado nada y que la única que perdiera fuera yo. Me indigna que las instituciones que dicen defender la libertad de prensa y la libertad de expresión ni siquiera contesten un mensaje frente a no registrar ni un resultado. Me molesta que en Colombia cada vez perdamos más la fe en la institucionalidad. Pero guardo esperanza. Confío en que al hacer público lo que está mal, sea la sociedad la que sancione. Sí de pronto sueño mucho, pero de a pocos posiblemente se logre algún día y en últimas es el ejemplo que le doy a mis hijas.
Que fue una bobada, que no fue gran cosa, eso ya no me importa. Solo quería escribir esto porque muy pocas personas supieron lo que pasó después de mis cinco minutos de fama, más allá de las redes y lo bonito que se sube.
El silencio es cómplice de las injusticias y a mí no me queda. Si lo tuviera que volver a hacer lo haría, igual del piso no se pasa. Ojalá algún día sea realidad el lema de #LaPrensaNoSeCalla.