Usar la copa menstrual, propósito 2020

Foto | Vía thehellocup.com/
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Por | Margarita Velásquez / Periodista

Margarita Velásquez. Foto | Archivo personal

Con la sangre de nuestro cuerpo la industria se enriquece mientras el planeta se deteriora.

La sangre mensual que se desprende de nuestro útero, cuando no se fecunda el óvulo, es una característica biológica que la industria de toallas higiénicas y tampones ha sabido capitalizar, mientras erróneamente repudiamos nuestra propia naturaleza porque desde siglos atrás nos hicieron creer que la menstruación es sucia, pecaminosa y signo de castigo. Tanto así, que para vendernos las toallas nos cambiaron el líquido rojo por uno azul para evitar el desagrado hacia el fluido tan conectado con la vida misma: la reproducción humana. 

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Rechazar la menstruación y excluirla de nuestros diálogos no ha permitido que nos preguntemos acerca de las consecuencias en nuestros cuerpos del uso de toallas y tampones, además de los impactos en la canasta familiar y el daño ambiental. De quienes han superado los tabúes han surgido cuestionamientos como: “¿por qué debemos pagar impuestos sobre los productos de higiene femenina si no ha sido nuestra elección menstruar?”, dando a luz movimientos como Menstruación Libre de Impuestos que, con acciones legales, logró que la Corte Constitucional declarara “inexequible la partida que grava las toallas higiénicas y tampones” incluyéndolos, además, en el listado de bienes exentos del impuesto al valor agregado, IVA, (CC Sentencia C-117/18).

Todas las alcaldías de Colombia deben tener presente esta sentencia, la T-398/19, y resolver este asunto de dignidad para las mujeres en situación de calle

Las inquietudes sobre la higiene menstrual continuaron y se obtuvo otro gran logro: con una tutela interpuesta por una mujer en situación de calle, apoyada por unas estudiantes, la Corte Constitucional ordenó al Distrito Capital “diseñar la política pública territorial en materia de manejo de higiene menstrual para todas las habitantes de calle”;  además, “suministrar los insumos absorbentes idóneos para la higiene menstrual a favor de las integrantes de la población de mujeres en habitanza de calle”, así como exhortó “a los entes territoriales, en los cuales vivan mujeres en situación de habitanza de calle, a revisar y diseñar o actualizar sus políticas públicas en materia de gestión de la higiene menstrual conforme a los criterios establecidos en la presente decisión”; es decir, que todas las alcaldías de Colombia deben tener presente esta sentencia, la T-398/19, y resolver este asunto de dignidad para las mujeres en situación de calle. 

Sin embargo, es importante destacar que las toallas higiénicas y los tampones no son la única solución para resolver la higiene menstrual. Nuestras abuelas hablan de las compresas que usaban y por internet se han encontrado experiencias ecológicas y sanas para nuestros cuerpos, como la copa menstrual, un producto que puede durar hasta diez años. Quienes usamos la copa hemos experimentado una reconciliación con nuestra naturaleza observando que nuestra sangre no es olorosa como nos lo han hecho creer, ni tan abundante como resulta con el uso de toallas y tampones cuyos químicos generan sospechas sobre su impacto en nuestros cuerpos.

Otro punto en favor del uso de la copa es el económico: haciendo cuentas por lo bajo, en promedio una toalla higiénica cuesta $500; y, si usamos tres diarias por cinco días, significa que pagamos al mes $7.500 (500x3x5); en doce meses pagamos $90.000 (7.500×12); y si son 400 periodos los que tenemos en toda nuestra vida (es un estimado), con el precio de hoy, estaríamos pagando $36.000.000 (90.000×400). Reitero: estas cuentas están hechas por lo bajo, porque sabemos que gastamos más de tres toallas en un día. Una copa menstrual puede costar desde $50.000 hasta $100.000 según sus características como producto; en Profamilia cuesta $64.000, precio que no está al alcance de muchas mujeres. No se debe perder de vista que el uso de la copa exige asesoría personal, aunque en internet hay mucha información al respecto sobre su uso y cuidado.

Respecto al impacto ambiental: según el video sobre la copa menstrual de Las Igualadas de El Espectador una toalla dura en descomponerse de 500 a 800 años y anualmente se desechan 65 kilos por mujer.

La decisión de usar la copa menstrual o no, es personal, pero con el despertar de nuestra conciencia femenina comienza la reconciliación con nuestro cuerpo y su relación con el ambiente.  Sin embargo, aquí quedan las cuentas económicas y ambientales para que los señores de la política (casi todos hombres) que son quienes continúan decidiendo sobre nosotras, analicen el impulso y el subsidio de la copa menstrual para aliviar el bolsillo de las mujeres económicamente vulnerables y se reduzca la carga a los rellenos sanitarios. Atrévanse a tomar decisiones de fondo:

Tabla | Margarita Velásquez

Adenda: En Chile la Cámara de Diputados propuso un proyecto para garantizar “el acceso democrático de las mujeres a las copas menstruales a través de su distribución gratuita en consultorios de atención primaria, recintos penitenciarios, establecimientos educativos y albergues”.

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