Por: Manuel Humberto Restrepo Domínguez
El momento supera las filiaciones, intereses políticos, antagonismos y protagonismos y llama a empujar con esperanza para el mismo lado, para que la universidad sea ejemplo de entendimiento, dignidad y veracidad en lo que dice; porque es momento para empujar a las universidades en la misma dirección sin excusas ni vacilaciones y llevarlas a cumplir la misión de defender y cuidar la vida propia, del otro y del planeta con dignidad, sin quedarse inmóviles y con espíritu joven para combatir el miedo.
La tarea histórica de la universidad ha sido educar para la libertad, poner en movimiento las ideas, resistir, rebelarse, ser crítica y construir mundos nuevos buscando su propia luz entre las sombras. El reto del Covid-19, las pone frente a una realidad que nunca esperaron, porque se creía que los virus eran un tema de investigación biológica y de medición del contagio de los débiles. Sin embargo el momento indica que el Covid-19, lo involucra todo, a todas las disciplinas, historia, humanidades, ciencias económicas, jurídicas, sociales, políticas, ingeniería, medicina, veterinaria. El paisaje habitado cambia a ciudades solas, silenciosas. Se respira, ama, saluda y se come distinto. Actitudes, valores y comportamientos pedagógicos y de comunicación del planeta cambian. Se cierran todas las fronteras, de país a país, ciudad a ciudad, barrio a barrio, persona a persona.
No es un cambio de paradigma, es un cambio de todo. Las instituciones tendrán que adecuarse a otras formas de relación, igual las leyes, los modos de trabajar, de transitar las calles y la respuesta a problemas no previstos exigirán otros modos de resolución. Hay que cambiar la caja de herramientas conceptuales, metodológicas, prácticas, discursivas incluso, que ofrezcan salidas frente a temores infundados sobre el apocalipsis y el fin del mundo o frente a cosas ciertas respecto a riesgos de crecimiento exponencial del contagio, inestabilidad en los contratos de trabajo, la caída de indicadores de bienestar social o productividad económica, científica y cultural y los datos de la muerte.
La característica común de toda universidad es la universalidad del conocimiento, su diversidad, heterogeneidad y su capacidad crítica para enfrentar la adversidad y proponer salidas a toda situación gracias a sus acumulados de investigación y saber. Como institución es el escenario, que agrupa lo mejor de la inteligencia de un país, así como a la mayor cantidad de población sana, destacada por su creatividad y espíritu joven. De ahí el enorme desafío que tiene para no inmovilizarse, de ponerse a disposición de lo que necesita la sociedad en tiempos de crisis como esta de ahora. Ninguna universidad, estudiante, ni académico, pueden paralizarse, quedarse quietos. Es una responsabilidad ética la disposición a prestar apoyo a la sociedad, poniendo a prueba su saber, su conocimiento y sus destrezas para mantener viva la comunicación permanente consigo mismos y con los otros.
“El compromiso de, y con la universidad, no es hacer ahora el listado de deficiencias y necesidades por cubrir, lo esencial es la disposición como institución y universitarios, para servir a su pueblo, a su gente, a su sociedad; pero, a la vez, consigo misma disponerse a cambiar, a ser distinta en su ser, actuar y representar a la inteligencia de su sociedad, que también se prepara para reedificarse”.
El mayor desafío de la universidad es aprestarse a reinventarse. La cuarentena nacional rompe las lógicas del tiempo y las certezas de lo que vendrá, de ahí la necesidad de fortalecer las dinámicas que lleven a mantenerlas unidas, trabajando en conjunto, empujando hacia el mismo lado y acortando la distancia de unos a otros. Su resistencia podrá medirse por su capacidad para impedir que uno solo de los suyos se quede en soledad, desprotegido, aislado, víctima del pánico o del temor al contagio. El compromiso de, y con la universidad, no es hacer ahora el listado de deficiencias y necesidades por cubrir, lo esencial es la disposición como institución y universitarios, para servir a su pueblo, a su gente, a su sociedad, pero a la vez consigo misma disponerse a cambiar, a ser distinta en su ser, actuar y representar a la inteligencia de su sociedad, que también se prepara para reedificarse. El momento es de solidaridad, trabajo mutuo, esfuerzo común para propiciar encuentros entre estudiantes y profesores y; diseñar juntos metodologías y pedagogías de trabajo, guardando paciencia para comprender paso a paso lo desconocido de la academia y sin afán por juzgar, evaluar, calificar o llamar a lista, ávidos sí de organizar el saber de otra manera que enriquezca lo ya aprendido y permita la entrada de otros métodos autónomos sin arrogancias, ni desesperanzas.
Cuando esta coyuntura de contagio del Covid-19, haya pasado, quizá en un mes, tres o seis o un año, nadie lo sabe, y la universidad y sus integrantes se reencuentren físicamente en sus campus, ya poco será igual, será otra, distinta, nueva. Para entonces será el resultado de su creatividad y experiencias ganadas al haber asumido el reto inevitable de ser consecuente con sus luchas y movilizaciones. Permanecer conectada de infinidad de modos posibles que ofrece el mundo globalizado y entregar solidaridad unos con otros sin distinción, docentes y estudiantes, estos con sus compañeros y todos con la institución será su garantía de supervivencia. Lo mejor que puede pasarle es que su ciencia y su cultura, sean usadas para leer y comprender mejor que nadie lo que pasa en la realidad de este tiempo, y proponer respuestas adecuadas para beneficio colectivo, pero a la vez para repensarse cada quien a sí mismo, en lo que significa como ser humano y en su sentido de humanidad y luchar para no tener pérdidas ni cargar el lastre de haberse negado a cumplir sus tareas por causa del aislamiento o la indiferencia.
“Después de la crisis habrá que volver a encontrarse, tomar café, sentarse juntos en la misma mesa y cantarle a la vida y la dignidad, agradecer por estar vivos, por haber entendido que el contagio no era un juego, ni un simulacro, ni una simple batalla para medir fuerzas de poder, sino una tragedia en curso”.
La Universidad, no podrá quedarse inmóvil, menos la universidad pública, que es referente de la construcción de nación, solidaria por su naturaleza y llamada a permanecer en resistencia ante toda adversidad. Después de la crisis habrá que volver a encontrarse, tomar café, sentarse juntos en la misma mesa y cantarle a la vida y la dignidad, agradecer por estar vivos, por haber entendido que el contagio no era un juego, ni un simulacro, ni una simple batalla para medir fuerzas de poder, sino una tragedia en curso. Por eso en el presente no puede ser arrastrada con mensajes de derrota y pesimismo provocados por la ansiedad, la confusión y los odios que se nieguen a cesar.El momento supera las filiaciones, intereses políticos, antagonismos y protagonismos y llama a empujar con esperanza para el mismo lado, para que la universidad sea ejemplo de entendimiento, dignidad y veracidad en lo que dice; porque es momento para empujar a las universidades en la misma dirección sin excusas ni vacilaciones y llevarlas a cumplir la misión de defender y cuidar la vida propia, del otro y del planeta con dignidad, sin quedarse inmóviles y con espíritu joven para combatir el miedo.
P.D. Un abrazo de solidaridad y esperanza para mis compañeros profes de la mesa de gobernabilidad y paz del SUE, y para todos los universitarios que enfrentamos este momento difícil del país y en especial, estudiantes, profesores, trabajadores, funcionarios y colegas directivos de la UPTC.
En una ciudad universitaria, percapita tenemos más universidades que Bogotá por kilómetro cuadrado, con más grupos de investigación que empresas, dónde los profesores no investigan sino escriben, para ganar más, dónde los mismos profesores universitarios no creen en sus propias universidades a qué jugamos.