Por | Guillermo Velásquez Forero
Su portentosa genialidad científica coexistía con su vocación criminal; y logró llevar a la práctica algunas de sus inclinaciones perversas como las de ser: parricida, matricida, pirómano, político, inquisidor, tirano, ladrón y asesino.
Su formación en ética y valores la recibió en su casa, donde malvivió una infancia desgraciada, huérfana, solitaria, abandonada y triste. En esos años infelices aprendió a cultivar el odio, la sed de venganza y la herencia de Caín. Y se graduó con honores de malparido y antisocial; sería tan hijueputa que conquistó el repudio de su familia, y fue desheredado.
Su proclividad al crimen la expresó en una lista en la que enumeró cincuenta y ocho pecados que quería cometer, entre los que se destacaban matar a su padre (que había muerto cuando él era un bebé) y a su madre, y prenderle fuego a la casa materna.
Adquirió fama de dictador cruel, vengativo, pendenciero y matón. Esas cualidades le permitieron sufrir el mismo mal de don Quijote: fue armado caballero. Y hasta verdugo llegó a ser: cuando tuvo poder mandó ahorcar a muchas personas. Así mismo, fue político tradicional, es decir, parásito, corrupto, inepto, farsante, ladrón y homicida.
Se dedicó al arte de la demencia y la charlatanería, y, a su vez, a la ciencia. Fue de todo, hasta alquimista; y lo peor: teólogo. Sus intereses más serios, tenaces y profundos eran la habladuría de mierda: la alquimia y la religión. A eso dedicó la mayor parte de su vida, pensamientos y escritos. Desperdició los últimos treinta años de su vida genial y fecunda en creaciones científicas, dedicándose a la teología. Y progresó mucho en esa degradación y perversión del espíritu. Utilizó su genialidad matemática, el cálculo infinitesimal -integral y diferencial- y el teorema del binomio, para calcular el día del Juicio Final, y logró precisar que ocurriría antes del año 2060.
Era el peor enemigo de sus amigos. Fue un gran ladrón de ideas, investigaciones, descubrimientos y obras de sus compañeros científicos, predecesores en la teoría de la ley de la gravedad. Era tan perverso que, cuando fue presidente de la Royal Society, llegó a destruir los ensayos e instrumentos, y borró y desapareció los aportes científicos y el único retrato de uno de sus contemporáneos geniales, llamado Robert Hooke.
Nunca amó a nadie, no tuvo pareja ni hijos. Y toda su riqueza se la dejó al Demonio. Pero a la Humanidad le entregó uno de más grandes legados del saber científico en matemáticas y física. Ése es el perfil humano, demasiado humano, de un genio maravilloso, reconocido como el monstruo iluminado por la genialidad, que llevó a su gloriosa culminación la revolución científica iniciada por Copérnico.