Por | Edilberto Rodríguez Araújo- Profesor investigador, integrante del grupo OIKOS de la UPTC / contrapuntoeconomico@gmail.com Twitter: @zaperongo
Puede sorprender a muchos, pero en el mes de noviembre Tunja registró la menor inflación del país (0,49 por ciento), lo que contrasta con el promedio nacional (0,77 por ciento), y muy distante de la ciudad más costosa como fue Cúcuta (1,0 por ciento). Como era de esperarse los rubros detonantes de esta carestía son alimentos y bebidas, restaurantes y hoteles, transporte, muebles y artículos para el hogar, prendas de vestir y calzado, entre otros artículos, que pesan mucho en la canasta de consumo decembrina.
El año 2022 finaliza con el mayor incremento anual de la canasta de bienes y servicios de consumo final durante las últimas dos décadas, variación que si los precios continúan su tendencia alcista puede romper la barrera de una inflación interanual del 13 por ciento, que, indudablemente, influirá en el reajuste del salario mínimo, cuyo rango fluctuará entre 15 a 20 por ciento, siendo este último guarismo el que han planteado las centrales obreras en la mesa tripartita de concertación salarial. Son tan solo $200.000 contantes y sonantes.
Variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC)-noviembre, año corrido y anual (%)
La incidencia de la inflación es diferenciada según sea la pertenencia a una clase social, clasificada por ingresos, y ha golpeado con mayor intensidad a los pobres y vulnerables – cuyos ingresos se sitúan por debajo de $700.000 mensuales por personas-, que representan el 70 por ciento de la población colombiana en las zonas urbanas y el 90 por ciento en las zonas rurales. Como se recordará, la pandemia se abatió sobre las personas pobres de solemnidad, -que malviven con menos de $15.000 diarios-, y su proporción se elevó en 10 puntos porcentuales hasta alcanzar 42,8 por ciento en 2020, para reducirse el año pasado a 37,8 por ciento. Lo anterior significa que 3,5 millones de colombianos cayeron entre 2019-2020 en la llamada “trampa de la pobreza”, lo que se revirtió levemente en 2021, cuando el rebote de la economía permitió disminuir la pobreza en 1,4 millones de personas.
Sobre la franja de la población pobre la gravitación de la escalada alcista anual rebasó el 14 por ciento, superando, de lejos, la inflación a escala nacional, siendo menor en la clase media y, aún más, en la clase alta. La desbocada alza de precios erosiona los ingresos de los asalariados e impide que tengan acceso a una canasta de bienes y servicios, máxime cuando en el país no existe seguridad alimentaria y las cuantiosas importaciones de alimentos han estrangulado la producción nacional.
IPC según nivel de ingresos por criterio absoluto (%)
El bajonazo en el nivel de precios en Tunja, se le atribuye a una reducción de precios de frutas y verduras, arriendos y tarifa de energía eléctrica, a pesar de que la papa, la carne, la comida en restaurantes, y, aún más, el galón de gasolina, no dan tregua. Como no hay felicidad completa, la inflación anual (noviembre 2021/noviembre 2022) en Tunja sobrepasó la media nacional: 12,95 por ciento versus 12,53 por ciento, ocupando el lugar 16 entre 23 ciudades encuestadas. Algo más: la ciudad donde la variación de precios alcanzó dimensiones siderales fue Cúcuta 15,71 por ciento.
La inflación galopante se padece todos los días. Basta con ir a la tienda, a un supermercado o una gran superficie. La indexación de los precios y tarifas de bienes y servicios en una economía que está recalentada y enfrenta presiones de demanda ante una oferta que aún no se ha recuperado, no se desactiva sino con un mayor aumento en la capacidad instalada de las empresas y una reducción en la estructura de costos que sigue un patrón de una industria manufacturera hiperconcentrada caracterizada por la presencia de oligopolios y monopolios.