Por | Edilberto Rodríguez Araújo – Profesor investigador, integrante del grupo OIKOS de la UPTC
Para nadie ha sido una sorpresa que la gradual reactivación de la economía esté acompañada de un aumento sostenido en el nivel de precios de la menguada canasta familiar. Contrasta que al cierre del año pasado la inflación se precipitó en caída libre (1,61 por ciento) junto con el desplome de la economía (-6,8 por ciento), siendo la meta, – fijada por el Banco de la República hace diez años de 3,0 por ciento-, muy pocas veces cumplida. Además, el reajuste del salario mínimo decretado en diciembre del año pasado (3,5 por ciento) ya fue desbordado por la inflación acumulada. El resultado de la inflación al cierre del año será mayor al 5 por ciento.
La pandemia evidenció que la recesión económica, aparte de contraer el empleo y los ingresos familiares, también deprimió el consumo de los hogares, restringiendo dramáticamente el acceso a una canasta de bienes y servicios básicos, lo que deterioró aún más la calidad de vida de millones de colombianos.
Como era previsible la inflación acumulada a noviembre, que alcanzó un guarismo de 4,86 por ciento, se abatió sobre ciertos segmentos de la población, tales como los catalogados como pobres ( 5,84 por ciento) y vulnerables (5,87), lo que contrasta con la llamada clase media (4,99 por ciento) y la franja de ingresos altos (3,85 por ciento), lo que indicaría que la carestía afecta más a quienes el año pasado representaban más del 70 por ciento de la población del país, con el agravante que el balance de la pandemia fue más de 3,5 millones de “nuevos” pobres, siendo la cereza en la torta de la inequidad social.
El rubro que más ha incidido en la variación de precios fue el de alimentos y bebidas no alcohólicas, seguido por restaurantes y hoteles. La inflación de alimentos prevalezca o no la producción nacional o importada, es el oxímoron en tiempos de pandemia.
No obstante que Tunja es una ciudad con un bajo ritmo alcista, dado que en el año corrido de 2021 solo Bogotá (4,14 por ciento versus 4,34 por ciento) la aventaja dentro de las 23 principales ciudades capitales del país, sin embargo, los consumidores experimentaron el incremento en muchos artículos, particularmente en los renglones de alimentos y bebidas, transporte, restaurantes y hoteles y salud, que son los que tienen la mayor ponderación en la variación de precios de la canasta familiar.
El impacto de los alimentos es patente cada vez que los tunjanos van a una tienda de barrio, supermercado, gran superficie u otro establecimiento comercial, acentuándose esta realidad cuando los productos en venta son importados, como son las frutas. Ni hablar de las anchetas navideñas que muy pronto poblarán el paisaje decembrino.
No cabe duda que la inflación en Tunja, a pesar de la “prosperidad al debe” de la parafernalia consumista gubernamental, incidirá en la erosión de los indicadores sociales, comoquiera que el año pasado el número de pobres aumentó en 26.000 tunjanos.