Por | Julio Medrano
Los tunjanos queremos que la capital de Boyacá resalte por bella y cultural, pero no se puede tolerar que sus entrañas estén hechas un muladar.
Me gustan los murales intervenidos con graffitis que planteen diseño y concepto (no los de hinchadas de fútbol o los de yo amo a Paquita la del gallo), los stencil, la pintura mural, y cualquier otra técnica usada para realizar lo que los entendidos llaman arte urbano, con tal de que lo expuesto sea concebido como diálogo entre el habitante y la ciudad; pero, más allá de poseer un discurso, una técnica, un formato que engalane la arquitectura, no deja de quedar una sensación de que se convierten en elementos plenamente decorativos cuando el artista se hace partícipe de las canalladas que quiere esconder la administración municipal.
El endeudamiento que nos dejaron desde administraciones pasadas, llega a casi 90 mil millones de pesos, y han sido por mera negligencia, mediocridad y corrupción de unos cuantos leguleyos que se creen avispados.
Los puentes destrozados pero pintados de rojo y azul (¿no les suena a Cambio Radical?); la superhipermega obra del Parque Biblioteca; el Terminal de buses que no terminan desde hace tres años con la excusa de que “en Tunja llueve”; las aberrantes construcciones de vivienda social del también aberrante señor Iáder Barrios (y el bufón exige indemnización de la ciudad) con la complicidad de al menos dos alcaldías; la destrucción y reconstrucción de la Plaza de Bolívar, los baños que más allá de que si sirven o no para generar turismo, han mostrado que los intereses para los administradores no son invertir en escuelas o vías alternas, ni salud o generación de empleo, lo que importa es que hayan cagaderos bien ubicados para el turista. Acá prefirieron asfaltar el Bosque de la República y poner unos aros y unas mallas, en vez de convertirlo en un sitio cultural de paseo abierto como el parque Los Poetas o el Paseo Bolívar en Cali; prefirieron echar lija a las puertas de la Catedral en lugar de llamar expertos restauradores. Un panel de errores realizados por mera popularidad y egocentrismo de estos alcaldes que tienen alma y carácter de divas.
Y puede decir: Qué quejadera la de este señor. Pero solo es que, usted lector, salga a caminar un domingo por las calles de Tunja, vea la soledad de las calles, los almacenes del centro cerrados, los delincuentes abatidos porque no hay transeúnte a quién peguntar la hora; entre al Pasaje Vargas, pida un café con alma, cavile en el porqué de su recibo predial tan costoso, el porqué del atraco de pagar 1.600 pesos por el transporte de bus (que más allá del altísimo costo de la gasolina va con los amarres de voticos para la alcaldía), y así.
O la ciudadanía despierta, o se queda admirando murales y no es capaz de correr las capas de pintura que ocultan la suciedad y la desidia.
¿Qué secretos nos ocultas? Ciudad niebla.
*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan la postura editorial de EL DIARIO.
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