En días de cuaresma
Por | Silvio E. Avendaño C.
II
Me quedé pasmado, una vez más cuando encontré en una revista el Cristo con careta antigás. Había mirado los crucifijos, más no me había hallado con semejante Cristo. Dado mi curiosidad comencé a buscar quien era el autor. Poco tiempo después hallé el nombre de Georg Grosz, un artista alemán, quien vivió en el arco comprendido entre 1893-1959 y, que por circunstancias históricas vivió en el fin de la “belle epoque”, la primera guerra mundial, el período de entreguerras y el ascenso del nazismo.
Desde antes de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, el expresionismo se había erigido contra la catástrofe que se avecinaba. Los artistas: pintores, músicos, literatos, en sus diferentes obras, esbozaron lo que sucedía. Georg Trakl, un oscuro pesimismo; Alfred Doblin, autor de Berlín Alexanderplatz; El hombre sin atributos, de Robert Musil, que analiza la sociedad austriaca antes de la primera conflagración mundial; Heinrich Mann, autor de la narración El súbdito; Bertold Brecht, que alcanzó fama con La ópera de los tres centavos, con música de Kurt Weil, en la que critica el orden burgués representándolo como una sociedad de delincuentes, prostitutas, vividores, hampones y mendigos.
El Cristo con careta antigás, creación de Georg Grosz, esboza la crueldad, no solo de la guerra, sino el conflicto posbélico. En ese momento, luego de la masacre que fue la Primera Guerra Mundial, en el cual se vive el drama de los mutilados, los hombres sin piernas o locos, las calles inundadas de prostitutas, muertos de hambre, veteranos mendigando, traficantes en el mercado negro, suicidios, criminales, descuartizados, trabajadores baleados, Rosa Luxemburgo y Karl Liebneck masacrados. En una palabra, Alemania convertida en matadero.
Desde el prisma que se cuaja en el expresionismo como un arte de oposición, en una atmósfera de protesta contra el mundo, El Cristo con careta antigás es como un proyectil lanzado sobre la existencia sometida. Sin embargo, en la sociedad burguesa el arte se convierte en entretenimiento, en mercancía. Ante El Cristo con careta antigás hay un shock, o bien encontrarse con la obra artística es la mirada de la Medusa que paraliza.