Por | Silvio E. Avendaño C.
Arracimados en pueblos y ciudades las sociedades representan un cambio. El caballo que tiraba de las cosas y que transportaba hombres y mujeres ha ido desapareciendo de las calles. La tecnología –caucho-motor de combustión-hidrocarburos- deja atrás el transporte cimentado en la energía animal. En la ciudad los caballos cada día son menos y, poco a poco, las estatuas ecuestres en los parques y plazas dejan ver los rezagos de la memoria de otros tiempos, cuando cabalgaban Alejandro de Humboldt, Napoleón Bonaparte o Simón Bolívar. Y las emisiones procedentes de los vehículos contienen monóxido de carbono y óxido de nitrógeno que, liberados a la atmósfera, son sustancias que afectan la salud humana.
Con los nuevos medios de transporte la congestión, la sobrecarga, el embotellamiento crecieron al ritmo de ampliación de las ciudades, dado que, a partir de 1930, se inició un proceso ininterrumpido de migración del campo a la ciudad. Y a medida que la ciudad se desborda y se extiende, más allá del sector histórico, se hace presente la recogida de los pasajeros, el cambio de vehículo y las “horas pico”.
El “esparcimiento urbano”, en otras palabras, el pueblo pasó a ser ciudad y la ciudad saltó a la megalópolis lleva a una enorme difusión de los vehículos. La recogida de los pasajeros, ya sea de servicio público, taxis, motos, otros, y el caso de que no existan los sitios para recoger o dejar transeúntes crea continúas paradas e inicios una vez más del viaje. Y como es escaso el ordenamiento vehicular se detienen los vehículos en cualquier lugar. Disminuye la velocidad, aumenta el freno, se reduce o crece la aceleración. Y cuestión paradójica la seguridad, comodidad, confiabilidad y autonomía del automóvil particular es la que implica mayor uso del espacio vial por pasajero.
Un segundo problema está unido con las rutas. Este hecho ha dado lugar a que al pasajero se le prolongue el viaje, dado que el automotor tiene trazado su destino. Y el viajero al abandonar el vehículo tiene que caminar o subirse a otro auto. Ahora bien, son las motos, denominadas como “motorratones” quienes aparentemente solucionan el problema porque llevan al pasajero a la puerta de la casa o al lugar requerido.
El problema de las “horas pico” arranca casi enteramente de la organización o desorganización cronológica de los viajes. Así, bien en la mañana, al medio día o al caer la tarde el embotellamiento se hace presente. La velocidad disminuye hasta quedar en cero. El número de vehículos complica la situación dada la cantidad de pasajeros. No hay comodidad, y el no querer sujetarse a los apretones de los vehículos colectivos lleva a que se recurra al automóvil particular, que también queda atrapado en la congestión de multitud de vehículos y de pasajeros. Ante este hecho inevitable del embrollo, se recurre al celular en busca de un video juego, escribir un mensaje o bien a un chisme o al porno…