Tiempos nuevos: ¿Qué pasa con la clase media?

Foto | Hisrael Garzonroa-EL DIARIO
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Por | Edilberto Rodríguez Araújo- Profesor investigador, integrante del grupo OIKOS de la UPTC

Edilberto Rodríguez | Contrapunto económico

¿Por qué está de moda la clase media?

En las últimas semanas, con los anuncios del gobierno entrante, crecen los temores sobre en cuáles grupos poblacionales recaerían las cargas impositivas, para taponar los boquetes de la financiación del gasto público, particularmente, el represado gasto social. En Colombia se utiliza, con mayor frecuencia, la categoría de estrato, que alude a las viviendas, más que la de clase social, que pende como un estigma vergonzante.

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El nuevo ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, y el nuevo director de la DIAN, Luis Carlos Reyes, han anunciado que los ingresos superiores a $10 millones serán gravados (1 por ciento de la población, según los funcionarios designados), buscando con ello aplanar las cargas impositivas en la enésima reforma tributaria, que buscará gravar más las rentas de las personas naturales que las rentas de capital. Por supuesto, que este anuncio ha dejado perplejos a la variopinta franja llamada clase media, que, en el caso de la estratificación de la sociedad, se define por su condición socioeconómica derivada de las oportunidades laborales, los ingresos percibidos, además de los rasgos idiosincráticos que caracterizan a lo que, otrora, se denominaba pequeña burguesía.

El pequeño burgués es un profesional o trabajador por cuenta propia, con una vivienda propia en zonas urbanas de estrato 4 o 5, tarjetas de crédito a tutiplén, deudas por doquier, y arribismo social a flor de piel, dada la autopercepción en el complaciente espejismo de su estatus como manifestación de la movilidad y ascenso social.

La inclusión o no de una persona como perteneciente a la clase media es subjetiva y arbitraria, si se toma como criterio definitorio la posesión y no la propiedad, los ingresos brutos y no los ingresos netos. Ahora bien, si alguien percibe más de 10 millones de pesos y se encasilla como clase alta, esto diluye la magnitud de quienes obtienen sus ingresos como asalariados o quienes los derivan de diversas actividades empresariales o especulativas y ocupan la cima de la pirámide distributiva.

La verdadera clase alta en Colombia no deriva sus ingresos de las ocupaciones laborales, sino de la plusvalía que obtienen como propietarios, resultante de lucrativas actividades económicas, y se asocian más con una élite económica que tiende sus vasos comunicantes hacia las élites políticas.

La estratificación del DANE

Si recurrimos a la estructura socioeconómica adoptada por el DANE, que define las clases sociales en Colombia, podría pensarse que está desfasada de la realidad circundante, puesto que se cataloga como pobres a trabajadores urbanos y agrícolas que perciben ingresos equivalentes a la línea de pobreza monetaria ($354.031), en tanto que los vulnerables, – categoría ambivalente-, serían aquellos cuyos ingresos fluctúan entre este umbral y $690.524. La clase media se situaría en el rango entre $690.524 y $3.718.204. Por último, la clase alta tendría ingresos superiores a este último guarismo.

La inmóvil movilidad social en Tunja y en Colombia

Al examinar la composición de las clases en Tunja, se observa que la proporción de pobres era inferior a la de Colombia, sin embargo, en el año pico de la pandemia, se elevó y sobrepasó la tasa nacional. El año pasado se redujo en siete puntos porcentuales, pero sin volver a su nivel prepandémico.

Al cotejarse con la población vulnerable (¡vaya eufemismo!), se encuentra que, paradójicamente, la participación de esta franja cayó en Tunja en 3,5 puntos porcentuales, y un poco menos en Colombia, sospechándose que quienes estaban en esta condición engrosaron los pobres, es decir, se proletarizaron. Estas dos categorías representaban el año pasado 56,4 y 70,3 por ciento, respectivamente, de lo que podría inferirse una mayor precariedad social a escala nacional. En el caso de la mitificada clase media, pese a la relativa estabilidad en su peso relativo, en 2020 se produjo un descenso de 8,1 puntos en Tunja, y 5,7 puntos en Colombia, lo que podría indicar que se filtraron hacia los pobres urbanos y rurales.

Por último, la llamada clase alta no registró cambios sustanciales y bordea un residual 2 por ciento.

A juzgar por las declaraciones de los entrantes ministro de Hacienda y director de la DIAN, será la mitad de estas personas sobre las cuales gravitará la carga impositiva, contrario a lo que sostiene el ministro Ocampo, quien calcula que los perceptores de más de $10 millones representan el 10 por ciento de la población colombiana.

Ahora bien, al establecer el tamaño de cada franja, las cifras revelan que en 2020 el número de pobres en Tunja aumentó en 26.000 personas, en tanto que. en Colombia, se sumaron 3,5 millones de pobres más, lo que no pudo atenuarse con las transferencias monetarias condicionadas repartidas por el Gobierno nacional. Los vulnerables no tuvieron una caída tan estrepitosa. En contraste, la menguada clase media experimentó un bajonazo de 15.000 y 2,2 millones de personas, respectivamente, en Tunja y en Colombia.

El año pasado evidenció que los niveles son preocupantemente altos en las franjas de pobres, a pesar de una leve mejoría con el rebote económico. Por el contrario, la denominada clase alta, que no alcanza el millón de personas, tiende a estabilizarse.

COLOFÓN:  Decir que Colombia es una sociedad desigual es obvio. Las brechas económicas y sociales son protuberantes. Los pobres y vulnerables malviven con menos de un salario mínimo y los empleados y profesionales saltan matones para pagar pensiones de colegio, cuotas de crédito de vivienda, matrícula en universidades, afiliación a prestadores de salud, y así un largo etcétera. Es un daltonismo metodológico considerar como clase media en transición hacia alta, a quienes perciben ingresos que fluctúan entre medio y cuatro salarios mínimos mensuales, con una galopante inflación que hace que cualquier nivel de ingresos se torne volátil.  

E-mail: contrapuntoeconomico@gmail.com

Twitter: @zaperongo

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