Por | Gonzalo J. Bohórquez
Recuerdo que hace poco en alguna conversación de esas casuales que se dan entre colegas, alguno de ellos dijo, dentro de sus preocupaciones, que lo importante este mes (refiriéndose a las obligaciones del día a día), era poder pagar servicios.
Algunos lo tomaron en broma, «ah, ya sabemos lo que más le preocupa al amigo tal», mientras que, los demás, o no sé si solo yo, nos preguntamos si a este paso nos va a consumir por completo esa misma preocupación. Más de lo que ya representa.
¡No joda! Es que cada vez llegan más caros los recibos. Por eso digo, sin luz me acuesto (para ahorrar un poco y porque debería ser así, pero no lo es en muchos lados), con agua me alimento (porque ni para cocinar ni bañarnos va a alcanzar si seguimos así).
Con la mano en «el considere», como decimos popularmente, cuántos de ustedes podrían decir que se encuentran «satisfechos» con lo que les toca sacar del bolsillo por concepto de servicios públicos. Si es que se les puede decir así.
Hace algunos días escuché una entrevista en la que comentaba el director de la red del Banco de Alimentos que casi el 40% de los colombianos no tienen el dinero para alimentarse de manera óptima. Habló de que cada uno de nosotros debería hacerlo, mensualmente, con unos $423 mil pesos.
En un departamento, una ciudad y un país donde cada vez las oportunidades son más escasas, cómo, Dios Santo, se puede comer y cumplir con tener al día dichos servicios a la vez. Si tanta gente, incluso familias completas, viven hasta con menos del mínimo.
Por bien que le vaya, una persona del común, así por «debajito de cuentas», debe cancelar un promedio de $50 a $100 mil por acueducto, alcantarillado y aseo; otros $50 a $100 mil por energía; unos $10, $20 a $30 mil por el gas natural (donde lo hay, pues es un lujo, si no estoy mal, exclusivo de las urbes).
Sin derecho a tener televisión por cable y menos Internet. Así ya sean obsoletas para muchos, en Boyacá se mantienen. ¿Y para el celular qué? Hay que tener por lo menos un plan básico para comunicarse con el mundo.
Ni qué hablar del poder adquisitivo, y ni chance existe del disfrute, al que todos debemos tener derecho. ¿Derecho? Eso es lo que hay que estudiar para hacerlos valer. Ah, cierto, aquí tampoco funciona la justicia.
Sin meternos con la parte técnica, que por eso es que nos embolatan y nos viven «metiendo goles», el asunto es que se requiere que alguien, no sé si del más allá, o del más acá; o de por allí, o de por acá, lidere esta «vaina» y logre salvarnos de este hueco que cada vez se abre más. Una liga (como la que estaban formando el año pasado, que por cierto hay que hablar con ellos a ver cómo van), una iniciativa de alguien que tenga… sí, eso, poder… ¿o no?
Pues el Presidente quiere regular el asunto, ¿Será que se le puede creer? Que entre el más sabio y nos diga si es por ahí el dilema… porque esto más que una gran liga, asociación, intermediación, regu… lación… y todo lo terminado en ción (sí, así), como Nación, necesita es un par de súper amigos, con grandes dotes (que entiendan la naturaleza de todo lo que allí se maneja y cómo se maneja y el porqué) que no solo controviertan, sino que nos den un respiro. Una mano amiga.
Sumémosle que para quienes vivimos en Tunja, ésta es una capital que ha ido en aumento en cuanto al costo de vida se refiere en el territorio colombiano. En serio, no solo se percibe, se vive. Antes alcanzaba más la “platica”. Entonces, sin agua, sin luz, sin gas, sin teléfono… sin City; ah, vaina, eso es una película de drama y suspenso… la que nos toca, parece ya de terror, ¿o qué? Basta con mirarse uno mismo a la cara cuando llegan los famosos “recibos”.
Y ahora se habla y se viene un Cabildo, que por el cobro justo del alumbrado público… ¿En serio? Con el respeto de quienes lo promueven, esa figura, ¿soluciona algo? La verdad lo dudo mucho, aunque lo ansío demasiado.
Y lo más duro del cuento es que uno no ve, o no sé, no lo recuerdo, si estoy errado que alguien por favor me ilustre al respecto, pero nunca he escuchado el más mínimo destello de interés por parte de alguna de las empresas de explicarle a la comunidad, ojalá en palabras castizas, qué es lo que pasa. Ninguna. Venga, los dejo, debo hacer cuentas para pagar las facturas que me faltan de mayo.