Sigue blanquiao el pobre.
Por estos días de tanto frío, los Académicos han estado pensando en otros frentes de problemas y dificultades, que no faltan ni en el patio de la casa ni en el de los vecinos. Así que volvieron sobre un asunto que ya se había mencionado en esta sección, pero que dada la recurrencia, se dijo que otra vez había que acometerlo. Se trata de Michelángelo, el otrora cuasi gobernador en tiempos de Rozo hace casi 10 años, y ahora reducido y arrinconado en Indeportes, ese aparato de la burocracia deportiva que a veces ocasiona más de un rabionón. Resulta que a Michelángelo ya se le han tirado como tres negocitos de esos que se llaman hechos o coronados y que es lo que se necesita que Dios socorra, si es que en verdad mi diosito se acuerda y conduele de sus fieles en este mundo que no es otra cosa que el valle de lágrimas que algún día, en todo caso nos llevará al reino eterno para tener la compensación merecida. Pues bien, resulta que al pobre Michelángelo el Cristo parece que lo tiene de espaldas, o si no, miren lo que le ha pasado en estos escasos siete meses que van del 17, que más pareciera año bisiesto. Resulta que cuando se dijo que Patriotas tenía que disputar torneos internacionales, cayeron en cuenta que la grama del estadio no servía. ‘Al fin algo cae’, pensó ese día Michelangelo; y, de inmediato, se preparó para redactar la solicitud de presupuesto: 300 palos para dejar la mejor grama del universo mundo; pero no, le tocó dejar que vinieran otros e hicieran ese trabajo por una auténtica chichigua, menos de 10 millones. Se esfumaron las ilusiones de ver los 300; pero como el asunto es de paciencia, Michelángelo asimiló el golpe y esperó la siguiente oportunidad, la que no se hizo esperar, ya que a los pocos días de la grama, se dijo que a las tribunas de occidental era necesario dotarlas de sillas: ‘en este tiro si no hay rebaja’, pensó el bueno de Michelángelo, y alistó la solicitud de 200 milloncitos para tan noble propósito. Y no había terminado la propuesta de los doscientos cuando aparecieron con la historia de que había que meterle sillas también a oriental y mejorar la iluminación. Micheálngelo no pudo dormir la noche siguiente: ‘este sí ya empieza a ser un asunto decente’. Al otro día se levantó y redactó una propuesta por 2 mil 500 milloncitos, una suma muy modesta para sillas y bombillas. Pero tampoco. ‘¿Por qué la envidia y la maledicencia humanas son tan grandes?’, se preguntó. Los mismos de la grama vinieron y dijeron que todo eso por 1200 millones, en un canje por publicidad. Así que se tiraron el esfuerzo y el trabajo de redactar el tratado de más de cien páginas que justificaban con lujo de detalles los 2500 pensados que, estaba seguro, Amayita giraría al cash. El billetico, tan escaso por estos tiempos, y que es indispensable para todos los menesteres, se volvió a escapar. Michlangelo se quedó, otra vez, sin poder contratar. Con tantas necesidades, porque ya no hay plata que alcance, con tantas penurias en este largo año de trabajo y, nada, ni un contratico. En la Academia se solidarizan con este prohombre incomprendido del deporte.
¿Qué se haría el mayor de los plateritos?
Por casualidad, en estos días cayó en manos de los Académicos un cartapacio de folletos y manuales que resultaron ser los organigramas, jerarquías, reglamentos estudiantiles y docentes, y más productos de propaganda del inmortal Jalisco, que desde hace algunos años se llama Uniboyacá, que antes se llamaba Fundación pero que nació como Corporación, ya van a ser casi 40 años. De inmediato, cada uno de los nuestros cogió uno de los impresos y con detalle y minucia acometieron la lectura. Naturalmente hubo todo tipo de consideraciones; pero una en especial fue motivo de atención colectiva: “no está en ninguna de las fotos el Platerito mayor”, exclamó el Académico que la pilló. ¿Cómo así?, contestó alguno con especial interés. “Sí; es que en la foto debería estar la sagrada familia completa, que en este caso algo mayor que la de Belén”. (Esta familia son: Osmar Gilberto, el papá, Rosa Amalia, la mamá, Camilito el mayor, Rodriguito el del medio y Andresito, el chiquito). Así fue; resulta que revisados, otra vez, cada uno de los enésimos folletos, por ninguna parte está la foto del primogénito, Camilito, que siempre se supo que era o es el que maneja las cuentas y recoge el billete. “Dios nos libre de pensar cosas cuando se menciona el billete”, gritó, sin saber por qué, el académico dormilón, quien enseguida soltó sendos ronquidos que indicaban que debía estar profundo y que por tanto, se trataba de alguna pesadilla.
Y qué tiene de raro que no aparezca el platero mayor.
Este interrogante vino de uno de los bisoños académicos que poco anda enterado de las minucias de Jalisco (Jalisco nunca pierde). “Es que resulta, explicó el más docto en estos asuntos, que cuando el negocio comenzó, por allá a inicios de los 80 del siglo pasado, los fundadores de la Corporación Universitaria de Boyacá, fueron 25 personas, entre las cuales, mamá Rosamalia y papá Osmar Gilberto, eran apenas dos de los 25; porque, además, los plateritos estaban muy chiquitos. Con el tiempo, Rosamalia y Osmar Gilberto, corrieron a los otros 23, metieron a los plateritos y se inventaron la Fundación que se volvió la dueña de la Corporación. De la ¨Fundacion” son vitalicios y perpetuos dueños, los papás y los tres plateros”, explicó el sabio exponente. “Por eso, agregó, ahora es extraño que Camilito, el platero mayor no aparezca por ningún lado en las docenas de fotos que ocupan las páginas, encima y debajo de los textos, que identifican de izquierda a derecha y de derecha a izquierda a cada uno”. (“Sería que ya cogió su parte y salió de parte”, gritó otra vez el Académico dormilón, que siguió roncando el resto de la sesión).