Sentido común, peajes, diésel, tractocamioneros

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Por | Manuel Humberto Restrepo Domínguez

Navidad, año nuevo, fiestas y carnavales, vías colapsadas, playas repletas, hoteles llenos, hostales, hospedajes, boutiques, posadas, hospederías, glamping a reventar, pastelerías, restaurantes, almacenes, grandes superficies, negocios medianos y pequeños, puestos informales, gasolineras, cajeros, y ventas y reventas con filas poco usuales, descuentos y regalos. El sentido común sin duda alguna observó que las ventas y todo creció, que la economía fluyó a alta velocidad y que cada quien aportó algo en la redistribución de ingresos y capitales. No hubo como antes días sin IVA para llenar de billones las cuentas de las grandes superficies y las transnacionales, ni la clase media se obsesionó con tener nuevas tarjetas de crédito para empeñar su futuro. Fueron fiestas menos violentas, más tranquilas, con más carranga y menos reguetón, con más abrazos y menos barbarie.

     Eso pudo ver el sentido común, eso vi yo, los gremios, las militancias obsesivas del odio no dirán que hubo treguas declaradas que contribuyen a la paz, y que sí la gente se amontonaba era para huir del miedo. Según su enfoque verán y dirán otra cosa. Los medios así lo repetirán una y mil veces que, el incremento del salario a los trabajadores es un error imperdonable, que la economía no funciona, que el capital no fluye (a sus cuentas), que el comercio decrece, las importaciones están paralizadas, el sector agropecuario no pudo mover sus cosechas, y que en todo caso la responsabilidad es del gobierno (y del presidente) y que hay que preparase para la siguiente fase de desestabilización y poner el ojo en el 26, para la próxima jornada electoral, que le permita ya no a la derecha, si no a la ultraderecha, con gremios incluidos, retornar al gobierno y tipo Trump asumir directamente la economía y el control del poder, arrasar toda rebeldía manifiesta en las calles o alzada en armas.

       El fin de las fiestas de navidad y el reinicio del asunto de poder tiene punto de partida y de llegada. Partió con el banderazo del sistema de peajes que en Colombia es fundamental para el financiamiento, mantenimiento y operación de la infraestructura vial del país, a pesar de que puede representar un sobrecosto ya que por vehículos se paga un impuesto anual que incluye el rodamiento. Hace décadas cada enero sube el precio de los peajes, que debieran ser estatales en su totalidad, pero que en un 80% son controlados por concesiones con empresas particulares que reciben los pagos.

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      De 148 peajes en vías nacionales o primarias, distribuidos en 22 departamentos, en concesión privada operan 119 bajo la supervisión de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) con la responsabilidad de encargarse de la construcción, operación y mantenimiento de las vías, financiándose a través del recaudo y, en algunos casos, con aportes estatales adicionales. Los otros 29 peajes están a cargo de INVIAS que destina los ingresos al mantenimiento y mejoramiento de la infraestructura vial a cargo del Estado. Según la categoría del vehículo y la ubicación del peaje cada año se ajustan las tarifas conforme a los resultados de inflación y del pago de compromisos laborales, así las cosas, el incremento para 2025 no tendría por qué ser superior al 4.64 %.

     El sistema de peajes en Colombia genera ingresos significativos, calculados en alrededor de 4 billones de pesos, que el sentido común no ve reinvertidos ni mejora del mantenimiento vial adecuado y eficiente para garantizar el mejoramiento de las vías, para disfrute y la seguridad de los usuarios.

   Pasada la primera prueba, el gremio tractocamionero, que no es equivalente a una asociación de choferes, ni a un grupo de asalariados del transporte, ni comparable con la movilización popular, ni con las protestas sociales, alista la segunda embestida, alega incumplimientos y antes de sentarse a conversar, “amenaza” anunciando con sus temibles cláxones que habrá paro. ¿Quién da la orden?

     Después vendrá la fase de tensión política alrededor de los proyectos del Gobierno en el Congreso, que por sentido común y para seguir la costumbre se puede esperar, que antes de radicarlos o agendarlos, la llamada oposición “en campaña política” los declare inconvenientes y anuncie que romperá el quorum, no discutirá e impedirá aprobarlos, aunque siempre esperan que el “lobby”, pueda producir algún ajuste. Ojalá el primer tema sea la reducción de sus reprochables salarios, vehículos blindados, número de escoltas, pagos de UTL, primas y demás garantías únicas de los congresistas.

           P.D. En todo caso el país va bien. La gente vivió fiestas y carnavales, que no podrán tapar ni el genocidio sionista en Palestina, ni los jóvenes asesinados y tirados a la escombrera en el episodio de falsos positivos 2.

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