Segundo tiempo para la redención: entre Pilatos de cuello Blanco y Vírgenes de pantalla

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Culminada la etapa de la Semana Santa, comienza lo que yo llamo el segundo tiempo para la redención. Ese momento del año en el que debería evidenciarse que los rezos, las arrodilladas y las penitencias no fueron solo parte de una puesta en escena, sino el reflejo de un compromiso real con los valores que fueron el verdadero legado de Jesús: amor, compasión, respeto y justicia.

Porque imagínense ustedes la decepción de Jesús —si volviera a bajar a la Tierra— al ver que su sacrificio fue en vano, convertido en excusa para herir, excluir, asesinar y levantar banderas de guerra en su nombre. No para sanar ni para transformar. No para abrazar al otro, sino para imponer verdades a punta de miedo y poder.

Si Jesús regresara, probablemente no entraría a caballo triunfante. Lo más seguro es que lo veríamos en la plaza principal increpando a las iglesias por seguir excluyendo a las mujeres del púlpito y del poder espiritual que también les pertenece. Les hablaría fuerte y claro a quienes han convertido su legado en dogmas patriarcales. Y como lo hizo con los mercaderes del templo, voltearía mesas, pero esta vez de hipocresía institucional.

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Quizás también tendría unas cuantas palabras, o hasta gritos, para los mandatarios que se lavan las manos como modernos Pilatos frente a las injusticias, los feminicidios, la pobreza, las violencias, y que siguen eligiendo a Barrabás con corbata, salvando verdugos y sacrificando la esperanza de los pueblos que confiaron en ellos.

Seguro señalaría sin titubeo a los guardianes de la moral, esos que se jactan de su “pureza” mientras tiran la piedra contra quien piensa, ama o vive diferente. Les recordaría que es mucho más grave destrozar la dignidad de alguien con un comentario malintencionado o una falsa acusación, que comerse un trozo de carne en Viernes Santo.

Y por si fuera poco, tendría que ver cómo su imagen ha sido convertida en influencer de temporada. En redes sociales, Jesús tiene más “seguidores” que nunca, pero pocos comprometidos con el mensaje. La fe se volvió parte del algoritmo, el viacrucis un contenido viral, y la reflexión una historia de 15 segundos. Y su palabra, la verdadera, la que incomoda y transforma, ha sido desplazada por sermones que refuerzan estructuras de poder antes que cuestionarlas.

Este segundo tiempo del año debería ser más que una etapa de recuperación escolar o fiscal. Debería ser un tiempo para probar, con hechos, que algo de ese silencio interior que promovió la Semana Mayor dejó una huella. Para dejar de cargar cruces ajenas y, en cambio, derribar las que el sistema ha colgado en las espaldas de las mujeres, de los empobrecidos, de las personas diversas y de quienes se atreven a pensar diferente.

La redención no está en arrodillarse más veces, sino en ponerse de pie frente a la injusticia. En no callar cuando se abusa del poder. En reconocer que el verdadero pecado no es la duda, sino la indiferencia.

Y entonces sí, tal vez, Jesús pueda respirar tranquilo. Porque no regresó en vano.

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