Rosas o chocolates

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Por  | Laura Henao

No pasa un 8M sin que piense en las luchas de las mujeres del mundo, en mis propias luchas.

Hoy escroleando me encontré, sin buscar, con la noticia de una niña de once años a quien tuvieron que practicarle un legrado de emergencia con veintitrés semanas de gestación. La noticia era mucho más trágica, ya que en el centro médico los médicos y enfermeras se declaraban “objetores de consciencia” mientras la niña se moría frente a los ojos de su madre. No pude terminar de leer, me dolió la cabeza, la barriga, el alma.

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Hace no mucho se encontró en un municipio de Boyacá el cuerpo sin vida de una niña de dieciséis años. Días después se estableció que el asesino había sido su primo, el móvil, una disputa familiar.

Parece increíble que las palabras: niña, once años, embarazo y legrado, o, adolescente, dieciséis años, asesinato y familia, puedan ir en el mismo párrafo, pero así es. Estas son solo dos de las múltiples luchas que lideran las mujeres del mundo, luchas que deberían ser una preocupación humana, una lucha humana porque, como dice Chimamanda Ngozi Adichie al escuchar este tipo de hechos Todos deberíamos ser feministas.

La lucha, claramente, no es contra los hombres; la lucha debe ser a favor de la erradicación de un sistema de pensamiento añejo y mohoso que niega la naturaleza biológica del deseo, señalando, reprimiendo, volviendo secreto y pecado, lo que no es ni una cosa ni la otra. Esto quizá tuvo sentido en los siglos XII o XIII, por la misma época en que no se hablaba de feminicidio, sino de caza de brujas. Pero no hoy.

No reconocer que el deseo es una función biológica del ser humano, hoy, es tan irracional y absurdo como esperar que el orín se reabsorba en la vejiga si en vez de ir al baño lo ignoramos el tiempo suficiente. Sabemos que no es así y que tarde o temprano estaremos todos meados.

No está bien abusar sexualmente de nadie, como no lo está maltratar, golpear, insultar o matar. Pero todo esto inicia muy temprano en la infancia cuando se maltrata, insulta o golpea a un niño o niña diciéndole o queriendo darle a entender con malos tratos, insultos o abusos (como si con maltrato se pudiera dar a entender algo) que su cuerpo es sucio, que el deseo es pecado y que la excitación es abominable, mientras “en secreto” se le abusa, morbosea o toquetea dándole a entender que esto es “educación sexual” o afecto. No es ni pecado, ni abominación, ni educación sexual, ni afecto, es maltrato y es indispensable acabar con eso ya.

Así como de pequeños se nos enseña que cada cosa tiene un momento y un lugar, así mismo, lejos de satanizar la sexualidad humana hay que educar en que ésta es una experiencia íntima, personal, diferente del afecto y que hasta cierta edad debe ser una autoexploración que solo compete al individuo. Ni los padres, ni los tíos, ni los abuelos, ni los primos, ni los pastores, ni los médicos, ni los compadres. NADIE tiene derecho a intervenir en ese proceso inicial de autorreconocimiento, a menos que sea para indicar de manera respetuosa la naturaleza íntima y privada de la misma (lugares y momentos para cada cosa).

Dicho esto, prefiero los chocolates, pero sobre todo prefiero ser tratada con dignidad y respeto en igualdad de derechos y que este trato empiece por mí misma. Tener la capacidad de establecer los límites necesarios a tiempo, el valor de respetarlos y de ser necesario el coraje para demandar justicia sobre ellos.

Feliz día de la reivindicación de las luchas y los derechos de las mujeres para todas, todos y todes.

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