Por | Julio Medrano
La Vicepresidenta y Canciller, quien vela (o debiera hacerlo) por las relaciones exteriores del país, trinó esta semana otra de esas frases remendadas con hashtag, dignas de ser repetidas todas las mañanas en la radio de Julitosánchez: «Colombia #StandUpForUkraine», o, como quien dice en el barrio: parados en la raya por Ucrania. Mientras tanto, el presidente de la República agradecía a los gringos por empeñarle al país 40 vehículos militares que sin duda servirán como transporte para llevarles agua y comida a los niños en la Guajira.
Atentos tuiteros le cayeron encima, los haters de la vice-canciller le pusieron el dedo en el trino, limpiaron sus pantallas para digitarle arengas con reclamos por la masacre en Putumayo, por los muertos en Colombia, por su nombre en los Panamápapers, por sus lazos con el narcotráfico, por los asuntos judiciales donde se ronda un fantasma de alias Memo.
Parece que para hacerle buena fama a nuestra dandi conservadora, no han servido para nada los dineros públicos que la mantienen en dos puestos y con dos salarios, ni el costosísimo despliegue de medios y redes sociales (también costeados por los colombianos), ni las vickysdavilas o claudiasgurisattis sosteniéndola en hombros, como alguna vez consintieron a los vicepresidentes Pachitosantos, Angelinogarzón y Germánvargaslleras.
Las féminas del país, seguramente en su mayoría seguidoras de Francia Márquez y de Verónica Alcocer, no se han querido dar cuenta de quién las representa en el mundo envuelta en trajes europeos del Siglo XVIII. La menosprecian por sus caídas en público, sin tener en la cuenta los difíciles zapatos de punta en los que se trepa, es que queda tan alta que el oxígeno casi ni le llega al cerebro, como cuando llamó atenidos al pueblo colombiano, o cuando lo ofreció como carne de cañón para poner fin a la guerra entre rusos y ucranianos.
Muy preocupada se le ve siempre a la vice-canciller, con el rostro constreñido por el afán de vender prontamente sus playas, antes de que el Gobierno se vea obligado a expropiárselas. De embajada en embajada busca mejor postor para sus playas en San Andrés, arenas que un día fueron públicas y hoy son hoteles privados de la firma constructora donde el esposo es socio. Dicen que no se la quiere vender a Andréspastrana por sus malas compañías.
Pero con la vice-canciller no todas las noticias son desgracia, Nairo Quintana podrá brindarle su apoyo con las relaciones exteriores, mientras el ciclista participa del tour de Turquía puede descender de la cicla y beber un aguado tinto en la primera tienda recién inaugurada de Juan Valdez. La vicepresidenta y canciller, mientras esperaba a que la atendieran en la embajada, quiso pasar a tomar el primer sorbo de café en Estambul para posarle su sonrisa a la prensa internacional.
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