Recuerda que morirás

Screenshot de Séptimo sello, Ingmar Bergman
Publicidad

Por | Guillermo Velásquez Forero

Guillermo Velázquez

En contra de toda lógica, del sentido común, del conocimiento elemental de la biología y de las innumerables cantidades de evidencias que pululan por todas partes, la bestia humana sigue creyendo que es inmortal. De sapiens no tiene nada. Es bruta, y sigue siendo salvaje; es más terca que una mula: insiste en desconocer este principio esencial de la vida, que es planteado por el Estoicismo como la base del pensamiento liberador para iluminar la conciencia, y punto de partida del estudio filosófico y el conocimiento del hombre. Los griegos antiguos sí lo sabían, y llamaban “mortales” a los hombres. Aunque estaban equivocados al creer que los dioses, esas creaciones fantásticas de la imaginación, eran inmortales. Y sabemos que también eran mortales, no quedó ni uno; y el dios de los judíos y cristianos también ya murió, según informa Zaratustra. Si el animal enfermo de ignorancia, vanidad, avaricia, egoísmo, soberbia, crueldad y demás virtudes malparidas, supiera que va a morir, no sería tan hijueputa y tan imbécil; y quizás llegaría a ser humano. Pero ha sido perdido todo el saber, el patrimonio cultural, el arte, la filosofía, la ciencia, la educación. Nada cambia a la bestia. “El que es, no deja de ser”, dice un refrán. Ignora que es efímero, transitorio, pasajero, provisional, desechable, mortal. Si supiera que va a morir no se dedicaría a acumular bienes y males en forma insaciable e ilimitada, sin otro fin que el de despojar a los demás y creerse más que los otros. No se dedicaría a odiar y hacerles el mal a sus semejantes porque son diferentes, no piensan igual o no tienen sus mismos vicios y aberraciones. No se dejaría utilizar como un zombi para torturar y asesinar a sus congéneres, ejerciendo por un miserable sueldo, el vil y abominable oficio de verdugo, sólo por halagar y servir de títere a una casta de ricos, ladrones, dementes y asesinos que también se creen inmortales y eternos. No se empeñaría en obtener la supremacía a través del embuste, la traición, la corrupción y el crimen, con el fin de sentirse poderoso y creerse inmortal; ni mandaría matar a sus opositores para ser único y eternizarse en el poder.

A toda esa ralea de canallas, dueños de la eternidad, les hace falta una sobredosis de Eclesiastés, y un postre de Cioran, para que aprendan que todo es vanidad y apacentarse de viento, que uno trabaja, padece y atesora para dejarle riqueza al enemigo, que todo vale nada y el resto vale menos, porque todos vamos a morir y desaparecer para siempre.     

Publicidad
Publicidad

2 COMENTARIOS

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.