Este emprendedor boyacense, autor de más de cinco mil frases inspiradas en la realidad y cuyo propósito es sacar lo mejor de cada persona que las lea, lleva más de nueve años dedicado a decir muchas cosas en dos o tres renglones, y a plasmarlo en hojas sueltas mientras acumula un volumen suficiente para compartirlas con el mundo a través de un libro.
Justamente, en el mes de abril del año 2014, cuando completó sus primeras mil frases, todas composición personal –nada de corta y pegue en internet–, asumió el reto de publicar su primer libro y, sin experiencia previa en la industria editorial, se arriesgó a lo grande imprimiendo dos mil ejemplares en la primera edición.
Habiendo iniciado con veinte mil pesos en efectivo, un cajero lleno de entusiasmo y más de treinta personas cercanas fastidiándole con preguntas pesimistas como: ¿A quién le vas a vender tantos libros?, decidió salir a promocionar su libro en las calles y carreras más comerciales del centro de Tunja; en la mañana vendía los tres ejemplares que sacaba y en la tarde tres más.
Llevaba una semana y ya empezaba a aburrirse, cuando advirtió que ya tenía efectivo para moverse, así que decidió dar un salto al vacío y emprender una linda aventura saliendo al primer municipio fuera de Tunja, con diez libros en su maletín.
El reloj marcaba las 2:45 p.m., de un lunes soleado, y en el municipio de Ventaquemada este joven acababa de vender el último libro de los diez que había llevado.
Feliz, por el resultado obtenido, esa noche volvió a casa en la ciudad de Tunja en donde se hospedaba, desempacó diez libros más de una caja y los echó en su maletín. Minutos más tarde o en la madrugada del día siguiente elegiría el segundo municipio para continuar su aventura.
Ya había visitado diez municipios cuando de pronto recordó un sueño de su niñez: quería conocer los 123 municipios del departamento de Boyacá, y a pesar de su optimismo, en ese momento concluyó que aquel sueño siempre permanecería archivado en su lista de imposibles.
En lugar de soñar tan alto, decidió ponerse una meta más prudente: recorrer los veinte municipios más cercanos a Tunja.
Pasaron los días, y valiéndose de una férrea autodisciplina, y acompañado de una buena dosis de perseverancia, logró la meta anterior.
Cuando llegó al municipio número veinte, se dijo a sí mismo: “Ahora quiero ir a cuarenta pueblos”. Al llegar a esa cantidad, pensó: “¿Por qué no ir a la mitad de todos los municipios del departamento?”. Al alcanzar dicha meta, con más seguridad que la que tenía aquellos días cuando inició, declaró: “Iré a cien municipios”.
Motivado por estar cada vez más cerca de cumplir su sueño, todos los lunes a las tres y a veces a la una de la mañana, se divorciaba de sus sabanas y se iba de prisa a despertar su espíritu con el agua fría que caía de la ducha. Minutos después abandonaba su zona de confort, con sesenta y cinco libros en una maleta y con veinticinco en otra, rumbo a cinco municipios que conocería en los cinco días hábiles de esa semana, en una de las provincias más alejadas de la capital del departamento de Boyacá.
Cuando le iba bien, regresaba a Tunja el viernes a media noche con dos o tres libros de los noventa con que había salido el lunes; y cuando le iba espectacular, el viernes antes del medio día estaba vendiendo el libro número noventa a un servidor público o a un propietario de negocio, en algún bello municipio de este mágico departamento.
Con su autoestima en su máximo nivel, luego de lograr la ambiciosa meta de visitar el municipio número cien, recordó su sueño de infancia y sintió que estaba a punto de materializarlo.
Siguió moviéndose hacia adelante, sin dejar atrás su gran entusiasmo, y en el municipio número ciento diecisiete se le agotaron los dos mil libros que había mandado imprimir en la primera edición.
Estando a solo seis pueblitos de lograr su hazaña, decidió imprimir trescientos ejemplares más en una segunda edición, y los libros que le sobraran, los vendería en los municipios de los departamentos vecinos.
Fue así como, después de varios meses de trabajo apasionado, ininterrumpido, enfocado y disciplinado, Jesús David logró recorrer 143 municipios de cuatro departamentos: los 123 de Boyacá, 13 de Casanare, 6 de Cundinamarca, y Saravena en Arauca.
A parte de estar eternamente agradecido con el ser superior por protegerlo en su recorrido, y con las dos mil trescientas personas que financiaron su sueño comprándole su libro, su mayor ganancia dice –aquel joven que antes de aquel emprendimiento era el candidato favorito a llevarse el premio nacional de la timidez– fue haber dado de baja a dos gigantescos ogros en su vida, llamados pena y miedo.
Consciente de que cualquier sueño que se tenga, en el que verdaderamente se crea, y por el que arduamente se trabaje se puede hacer realidad, en febrero del año 2016, con apenas el título y un subtítulo, se sentó a tiempo completo a escribir el libro Emprender o Morir de Hambre, parte de su historia personal en la que fusiona el emprendimiento como alternativa a la creciente industria del desempleo, con la falta de tolerancia al fracaso que tenemos los latinos cuando queremos alterar el futuro.
Es una historia real, escrita en lenguaje sencillo, enriquecida con un muy buen sentido del humor, en donde el lector encontrará cómo después de ocho fracasos consecutivos en diferentes emprendimientos, el joven protagonista logra lo que quiere.
Con este último libro, Jesús David visitó decenas de universidades en varias ciudades de Colombia, compartiendo su experiencia con miles de jóvenes de último semestre, logrando agotar su primera edición en apenas cuatro meses.
Para las empresas e instituciones públicas y privadas que deseen obtener una experiencia personalizada y agregarle valor a la vida de su personal en esta navidad, a través de las frases de este joven autor, elegidas al gusto de cada cliente, pueden comunicarse al:
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La gente se crece cuando sabe que no es grande. Jesús David
Muchas cosas no se hicieron, no se están haciendo y no se harán, por el estúpido miedo a fracasar. Jesús David