Hacia finales de los años 70 y durante toda la década de los 80 del Siglo XX, irrumpieron en la ciudad de Tunja músicas, sones, películas, libros e ideas que venían de la capital del país, principalmente, pero también del exterior, teniendo como crisol diurno los pasillos y cafetines de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia – UPTC, y como crisol nocturno los cafés, tiendas y bares en donde con el crepúsculo iniciaba la rumba, primero con Mercedes Sosa, Carlitos Puebla, Guillermo Portabales, o Silvio Rodríguez; y después con el Trío Matamoros, la Fania, o el último éxito del grupo Niche. Esos días y esas noches se iluminaron con la presencia de un grupo de académicos, intelectuales y artistas, que habían hecho estudios en Colombia, pero que también conocían de cerca la movida cultural e ideológica de Europa, Norteamérica, o la Unión Soviética. Entre ellos estaba Carlos Munar, que venía de Francia; Germán Villate, de España; José García y Jaime Barbini, de Alemania; Celina Trimiño, de Rusia, sólo por nombrar algunos; y Fabio Ocampo López, quien había adelantado estudios de posgrado en Sociología de la Educación en la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos.
Es así como esta ciudad del altiplano y sus habitantes, que Fabio adjetiva en sus poemas como una gente “gris, pacata y fría”, se enfrenta a un cambio de paradigma: las festividades del Señor de la Columna, y de la Virgen del Milagro, pasaron a compartir su espacio geográfico con cine-clubes, talleres literarios, tertulias, grupos de teatro, revistas culturales, buhardillas de artistas, y rumbiaderos en donde Juanito Alimaña entonaba poemas de Federico García Lorca, mientras una pareja de desconocidos se juraba amor eterno poniendo como testigo a Arthur Rimbaud. Ese, creo, es uno de los aportes más importantes que Fabio Ocampo López le hizo a esta ciudad, correr la línea del horizonte para que en sus calles tuviera cabida no sólo la maldición de Hunzahúa, sino también la palabra de sus amados simbolistas franceses, los malditos, con quienes brindó, y celebró La vida báquica. Los malditos, de los cuales y gracias a Fabio, hago parte.
Carlos Castillo Quintero
Santa Catalina, Tunja, julio13 de 2024