En 1886 el periodista A. Zeitung redactó una proclama que decía “Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer frente a la fábrica McCormick, se fusiló a los obreros…. si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo…ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y padres fusilados, mientras en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vinos costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden…. ¡Tened coraje esclavos!, ¡levantaos!”. Junto a otros dos periodistas, un tipógrafo y un carpintero, fue ejecutado en la horca, con el aval de la prensa que pedía más sangre y conforme a las leyes de élites, patronos y empresarios, que declararon impunidad para los asesinos de 38 trabajadores y más de 200 heridos y represión sin tregua a los manifestantes. Los condenados a muerte se convirtieron en los héroes de chicago, una huelga de 20.000 trabajadores (revuelta de Haymarket) por la reducción de la jornada laboral a 8 horas (era hasta de 18 horas). A pesar de la infiltración de élites con rompehuelgas y esquiroles, se conquistaron las 8 horas; más, seguridad social (contra enfermedades, accidentes de trabajo, invalidez, vejez); igualdad salarial; salario mínimo; vacaciones; bonificaciones; pago de festivos; y garantías de asociación y huelga, que llenaron de contenido el derecho al trabajo y le dieron un lugar como clase social a los trabajadores, que en 1889 en el congreso socialista obrero de Paris acogieron en memoria de lucha el primero de mayo como el día de conmemoración.
El movimiento obrero mundial, cada primero de mayo le recuerda a la humanidad, que la clase trabajadora sí existe, que es la inmensa mayoría de población explotada, oprimida, excluida, que, con su trabajo formal, informal o creativo, produce la riqueza colectiva que termina siendo apropiada por menos del 1% de familias que inmoralmente son dueñas del 80% de la riqueza del planeta y son acatadas por los gremios locales que manipulan trabajadores, especulan con los bienes destinados a satisfacer derechos, controlan el poder político y gobiernan el mundo. Son los capitalistas, los dueños del planeta, los principales responsables de todas las crisis y de todas las tragedias, de la guerra, del hambre, la miseria y la nueva esclavitud que supera la cifra de 75 millones de personas. La clase trabajadora cada primero de mayo le recuerda a la humanidad que no es una ficción, un concepto en desuso, ni una palabra vacía. Está presente en todas las actividades humanas y se hace visible políticamente cada vez que ejercita su fuerza de poder popular, entre relaciones antagónicas con el poder instituido por sistemas de privilegios de la clase de elites, dispuesta a hacer lo que sea para negarle su existencia política, mantener la dominación y eliminar su poderosa capacidad como clase.
La morfología del trabajo con cada era ha cambiado los modos de relación entre capital y trabajo, pero la esencia de la explotación es la misma, aunque emerjan visiones orientadas a presentar el derecho al trabajo como una libertad personal ajena a la explotación o señalar que la riqueza se debe a las maquinas. La plusvalía, es en todas las formas de trabajo y relación laboral el oro que enriquece al dueño del capital, aunque ofrezca mejores condiciones de sobrevivencia. El derecho al trabajo mantiene activa su naturaleza de lucha social en resistencia contra opresión y explotación y denuncia la apropiación inmoral, ilegal e ilegítima, del esfuerzo del trabajador por parte del dueño del capital. Desde su origen el día del trabajador y del trabajo, tiene el sentido de exaltar la dignidad, renovar el espíritu de los trabajadores con unidad de lucha y afirmarse como clase autónoma, que ya ha logrado abolir las leyes de pobres del siglo pasado, la exclusión para escoger ocupación u oficio y los padecimientos y castigos a cargo del patrón por discriminaciones y maltratos asociados el modelo patriarcal y neocolonialista que pone el capital por encima de la vida humana de la clase popular, a la que las élites solo aceptan como subalterna y subhumana y se niegan a reconocerla como clase.
Entre adversidades en 1914 la Unión Obrera de Colombia, organizó por primera vez el primero de mayo, que en 2024 cobra especial interés, porque las élites están dispuestas a hacer lo que esté a su alcance para devolver las cosas al mismo sitio que estaban antes de que la clase popular, convertida en gobierno, diera su primer paso hacia la construcción de poder popular, que convoca a hacer coincidir las agendas y demandas sociales y políticas por dignidad, derechos y democracia real.
La calle ha sido el ágora, el foro de movilización de la clase popular, incluida la franja media, también víctima del capital, que ampara privilegios para las élites, pero abomina y sin compasión arrebata derechos para los demás. Las élites condenaron a la clase popular a forjar la democracia y la defensa de sus derechos desde la calle, convertida en el recinto de la democracia legitima, desde el momento en que dejaron de tener un programa de gobierno y su objetivo único es seguir en el poder, sin adversarios, ni competidores, sin nadie más que ellos mismos. La calle es el escenario donde públicamente la clase popular tendrá que afirmar las bases del gobierno popular, ante el bloqueo, deslegitimación e incluso lumpenización, de la mayor parte del poder tradicional que controla los recintos de deliberación del poder público. En la calle la clase popular tendrá que reivindicar condiciones laborales, respeto a la dignidad y justicia social, e ir más allá de la esfera laboral, en disposición plena para afianzar la solidaridad entre sectores y acomodar la unidad entre los trabajadores, en defensa del gobierno popular y sus reformas; del estado de derecho y la vida sobre la necropolitica y comprometer su respaldo unánime al presidente Petro y a la agenda popular.
Las marchas, manifestaciones y actividades de concientización del primero de mayo fluyen en 2024 hacia una historia común de clase, comprometida para eliminar la desigualdad y afianzar la causa de la justicia social, que está en franco peligro, ante la arremetida concertada, estratégica y sistemática de los poderes facticos de las élites, sus partidos enquistados en el estado y los gremios convertidos en fortines de naturaleza económica, (tipo ANDI, SAC, Fenalco, ANIF) que actúan como garantía de acumulación ilimitada y control absoluto de la plusvalía no pagada al trabajador, a la vez que se quedan con los recursos públicos destinados a cubrir y satisfacer los derechos de la población.
Este primero de mayo la clase popular, obrera, trabajadora, excluida, tendrá que ratificar su rechazo a la guerra y al programa político-jurídico de las élites, que sostenido con mentiras y falsificaciones polariza y rompe la cohesión popular en favor de más violencias. Es también el día para levantarse en contraculturas contra todo fascismo y apología al odio que envenena y mata.