En este breve ensayo, Pedro Pablo Salas busca proporcionar una visión general de las bases teóricas del discurso del presidente Petro durante su visita a Berlín, «enfocándose en sus discursos de provocación». Además, el autor realizará un análisis de la «hermenéutica simbólica de sus interpretaciones relacionadas con las máscaras Kogui».
Por | Pedro Pablo Salas
El presidente Petro, con el objetivo de promover un nuevo entendimiento entre los países del centro y aquellos considerados periféricos, ha cambiado el enfoque tradicional basado en lenguajes rígidos y formales, así como comunicados de prensa, por un lenguaje coloquial e histórico, mezclando aspectos políticos y académicos. Por ejemplo, criticó el teorema de equilibrio general de Walras.
Estos significados buscan articular conceptos como la autonomía, la dignidad y la ruptura de la tradición reverencial entre el centro y la periferia, que se ha caracterizado por una larga historia de colonización. Esta historia no solo ha implicado procesos de dominación, sino también de explotación y aniquilación. En mi opinión, este contexto amplio explica la entrega de las dos máscaras Kogui.
Este hecho, cargado de retóricas fuertes, como los lazos históricos que unen a Alemania y Colombia, también significó una postura de no someterse más y, por el contrario, el presidente interpeló a aquellos que han sido los mayores contaminantes del planeta. Dentro de este esquema de responsabilidades, surge una propuesta concreta y avanzada: la deuda por acción climática. Aquí radica uno de los mayores desafíos para una comprensión renovada de los tiempos enmarcados en esta crisis, donde las periferias se erigen como referentes éticos y morales superiores, ante la falta de responsabilidad de los países centrales. Es especialmente impactante cuando el presidente Petro utiliza la categoría de totalitarismo, lo cual no pasó desapercibido para los alemanes debido a su significado histórico.
Además, estableció una conexión entre la catástrofe y el camino hacia la irracionalidad, que podría conducirnos a la tragedia del Holocausto.
Petro mencionó la necesidad de una racionalidad que nos lleve por el camino de la coordinación global y humana para resolver los problemas causados por el mercado y el egoísmo de allí su énfasis en la categoría de planificación entorno a la vida, para evitar la tragedia, el desenlace como fin de la vida, el omnicidio.
Este cambio de racionalidad también se relaciona con otra referencia importante en el discurso del presidente Petro: la crisis civilizatoria. Aunque las interpelaciones de un mandatario del tercer mundo pueden sonar pedantes o ahistóricas, para la realidad que estamos viviendo adquieren una dimensión que va más allá del deseo o la voluntad de un líder por generar reflexiones en una reunión binacional. Estas ideas se enmarcan dentro de un sincretismo teórico que abarca desde José Martí y Mariátegui hasta los planteamientos de una nueva epistemología del Sur, como los propuestos por Boaventura de Sousa Santos.
Todos estos intentos reflejan el deseo del continente latinoamericano de liberarse de una historia opresiva que todavía persiste en las oligarquías sanguinarias ancladas en los valores coloniales.
El presidente Petro, en su discurso en Berlín, desafía los estándares tradicionales al dirigirse a líderes internacionales como Biden sin someterse ni rendir pleitesía. Sus palabras abarcan múltiples significados que no deben pasarse por alto. Aunque enfatiza la paz en su propio país, critica cualquier forma de imperialismo moderno y se niega a tomar partido en el conflicto entre Ucrania y Rusia. Este enfoque demuestra su astucia y su búsqueda de un horizonte global basado en la razón.
Al declarar «como presidente de Colombia no estoy con ningún tipo de intervención», Petro rompe con la historia del colonialismo occidental y se coloca junto a otros líderes latinoamericanos como vanguardia en un cambio de rumbo en la política mundial. Además, destaca la amenaza del fascismo, que puede expandirse como una plaga en cualquier país o continente, incluyendo Colombia.
En conclusión, el discurso de Gustavo Petro en Berlín lo posiciona como un líder informado en escala global. En un mundo donde el impacto del neoliberalismo ha destruido el liderazgo de los países considerados centrales o periféricos, Petro emerge como una figura capaz de llenar ese vacío. A nivel local, su gestión para obtener recursos destinados a desarmar al ELN merece el respaldo de los colombianos, especialmente en las áreas afectadas por la violencia armada.
Sin embargo, también se presentan desafíos, como la creación de una nueva economía política que permita la coexistencia de lo popular con un capitalismo histórico. Para avanzar en esta dirección, Petro necesita que su visión sea comprendida y aceptada por el sector académico, que a menudo se encuentra atrapado en estructuras obsoletas y luchas internas de poder y se reproduce hacia fuera no como un ejercicio académico de apropiación social del conocimiento si no una apropiación privada de rentas.
Asimismo, es necesario involucrar a movimientos sociales y sindicales para superar la simulación del conocimiento y la violencia simbólica que afecta a las masas. La izquierda debe comprender estos desafíos para abordar los contenidos de la movilización en torno a las urnas, ya que el discurso emocional y las imágenes superficiales no ofrecen una alternativa real ni resuelven los problemas de fondo.