Por | Silvio E. Avendaño C.
Un tsunami, en estos últimos tiempos, ha barrido la identidad, es decir, ese sentimiento colectivo de pertenecer a algún grupo, el cual hace posible la distancia entre “nosotros” y los “otros”. El tsunami se ha manifestado en el derrumbe de las estatuas, al mismo tiempo que en distintos lugares los artistas callejeros han plasmado murales con las imágenes de la esperanza, codicia, denuncia, miedo, sueño, represión. Justo cuando las manifestaciones, protestas, aglomeraciones se han convertido en olas, saltándose aquello de que “en la pared y la muralla solo escribe la canalla.” Así, en el contexto del “patrimonio” y de la “cultura nacional” dichas expresiones tienen un sentido profundo del devenir de la historia, mucho más, cuando se sabe que en el mundo actual la cultura nacional ha sido promovida por el Estado.
La pedagogía, si se entiende por tal la formación intencional del hombre, forja la historia sobre las bases de la nación, así como la moneda crea una unidad o mejor un común denominador. La pedagogía lleva a crear la “comunidad” de hombres y mujeres en torno a la nacionalidad. Al mismo tiempo, la creación de la historia nacional, ha sido un elemento que conlleva la identidad, como también a la fragmentación en la construcción de la nación distinta a las otras naciones. Bien vale examinar las historias patrias que han llevado a ese peligro que son los nacionalismos. Por estas latitudes bien se puede mirar como la identidad pretende forjar la de ser panameño, colombiano, ecuatoriano, venezolano, peruano.
Con el derrumbe de las estatuas se ha planteado el desconocimiento de personajes simbólicos del patrimonio material e inmaterial. Aunque, a cierta distancia, es interesante analizar cómo se ha creado la historia, para que determinados personajes se conviertan en “héroes”, y, a partir de ese hecho se eleven al pedestal de estatuas, generalmente erigidas y patrocinadas por el Estado. Al mismo tiempo vale examinar cuando se pretende que las diferentes instituciones estatales creen la identidad, el patrimonio material e inmaterial y la cultura nacional. Así, desde la escuela elemental se forja en los niños la identidad, en otras palabras, ese sello que conlleva la pertenencia a un territorio, a determinados mitos, como el de descubridor, fundador, precursor, libertador.
Sin embargo, los hechos de los últimos tiempos de pandemia y protestas llevan a pensar que hay una “decadencia de tales valores”, que a los pueblos no los convence esa entelequia que constituye el patrimonio ni tampoco la identidad cultural, pues las condiciones en que se vive no dejan ver otra cosa que el sometimiento y la miseria.
Y ante el estremecimiento social y político que ha conmovido estos tiempos, los defensores del patrimonio y la identidad han corrido a denunciar, a grito entero que se está destruyendo la religión patria, desconociendo la realidad que se vive.