La pasión puede describirse como un sentimiento intenso, profundo y abrumador que impulsa a las personas hacia actividades, conceptos o personas específicas. En el argot popular, suele conocerse como un sentimiento que puede desenfrenarse y llevar a las personas a niveles alejados de la lógica y la razón, e incluso a cometer traición.
Fue la pasión la que pudo haber llevado al presidente Gustavo Petro a “olvidarse” de su posición pública y “presuntamente” pasearse de la mano con una mujer que no era su esposa, por calles de Panamá. Esta misma pasión desvió la atención del país hacia el chisme y el morbo, dejando pasar la tensión real durante la posesión del presidente José Raúl Mulino. El nuevo mandatario de Panamá, en su discurso, afirmó: «No permitiré que Panamá sea un camino abierto a miles de personas que ingresan ilegalmente a nuestro país», lo que generó reacciones en el público, aludiendo a Petro, cuyas intenciones son completamente diferentes. En el medio, la población queda atrapada entre los conflictos de la selva del Darién y las dudas sobre las relaciones bilaterales, pero esto no fue motivo de análisis.
Pasión es lo que se ha desbordado con el fútbol colombiano: ‘La Sele’ y el Tigre Falcao llegando a Millonarios. Más allá de las camisetas, este deporte ha logrado revivir la esperanza en los corazones colombianos, que vienen de estar inmersos en la angustia, desolación, y muchos más sentimientos y situaciones que, aunque el fútbol no resuelve, sí termina siendo antídoto para calmar y aislar la realidad, el fastidio de la oleada de negativismo y escándalos en el país. Luego el fútbol no es una causa sino una consecuencia.
¿Y en Boyacá, podría decirse que hay un apasionamiento selectivo? Mientras en los primeros seis meses de nuevos gobiernos, los ojos han estado puestos en alcaldías y ciertos funcionarios, el gobierno de Boyacá va pasando de ladito, sin mayores tropiezos ni cuestionamientos. Incluso en la discusión del plan de desarrollo, mientras muchos gremios exigían en múltiples espacios, lo departamental fue abandonado.
el gobierno de Boyacá va pasando de ladito, sin mayores tropiezos ni cuestionamientos
Algo más reciente puede ser la noticia de Playa Blanca en la que ganó la pasión por la oportunidad de visitarla después de cuatro años, y no la revisión de ciertos ‘detallitos’ que denuncian veedores de la zona, como la falta de licencias, el problemático suministro de agua a las baterías de baño y la carencia de PTAR (Planta de Tratamiento de Aguas Residuales), lo que podría redundar en nuevos problemas en la zona. ¿Por qué hoy nadie dice nada sobre cómo opera Corpoboyacá? ¿Qué pasa con todas las denuncias que tiene encima y que se han incrementado en los últimos ocho años?
O qué decir de los apasionados pronunciamientos y casi rasgaduras de vestiduras de quienes rechazaron la bandera arcoiris en el edificio administrativo de Duitama, en contraste con el silencio frente a las banderas del ELN encontradas en Sogamoso, Soatá y Chita. Claro, ese silencio solo se rompe con los partes de tranquilidad que se entregan “porque no hay explosiones”. Esos mismos partes de tranquilidad que han dejado pasar alertas de reclutamiento forzado e índices de inseguridad disparados, entre otros problemas que tiene el “departamento más seguro del país” y que luego abordaremos.
el silencio frente a las banderas del ELN encontradas en Sogamoso, Soatá y Chita
Y ni hablar del apasionamiento de las organizaciones de Libertad de Prensa que incluso están reuniendo firmas por las presuntas agresiones de Petro a grandes medios (lo cual es valioso, importante y necesario), pero dejan pasar lo que ocurre en regiones como Boyacá, donde se niegan entrevistas, se oculta información y se estigmatiza a la prensa local, tal como lo han denunciado algunos medios de comunicación incluso este mismo fin de semana. O la misma autocensura por pasión hacia conservar intereses en el interior, que mantiene estos asuntos en silencio.
Obvio esta columna es pasión, pues la pasión es algo supremamente subjetivo como la mayor parte de cosas que suceden a nuestro alrededor. La pasión debe ser un motor que nos impulse hacia verdaderas revoluciones y a tomar mejores decisiones. No es un demonio que tengamos que ocultar porque estoy convencida de que lo que se hace con pasión y amor tiene mayor trascendencia.
Hay más bien una necesidad de aprender a canalizarla hacia el entendimiento, la sinceridad y el reconocimiento de que en nuestra diversidad reside nuestra verdadera fortaleza como sociedad.
Solo así, la pasión dejará de ser un demonio que nos ciega y se convertirá en la fuerza que nos impulsa hacia un futuro más justo y equitativo.