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Las proyecciones de crecimiento económico para Colombia, se han revisado varias veces a la baja durante los últimos diez meses. Nos encontramos ante un panorama desalentador, con estimaciones que sitúan el crecimiento muy por debajo de su potencial del 3,5%.
De acuerdo con proyecciones del Fondo Monetario Internacional, la economía colombiana cerraría el año en 1,6%, en contraste a la previsión de crecimiento global de 3,2%. El Banco Mundial, por su parte, pronostica un 2024 aún más negativo, con un crecimiento del 1,5 %.
La desaceleración actual contrasta abruptamente con los gloriosos años de 2021-22, cuando el consumo se encontraba por las nubes y el gobierno anunciaba a bombos y platillos que éramos el país con mayor crecimiento de la región. En periodo de rápida recuperación que se perpetraba, por supuesto, a costa de acentuar los desequilibrios fiscales y gastar como locos.
En realidad, Colombia no crecía; la endeudaban. El país mostraba un despegue aparente, fundamentado en un ciclo de endeudamiento y gasto fiscal desmedido.
El gasto como proporción del PIB se elevó de 32,8% en 2019 a 35,4% en 2023 y la deuda neta pasó de 48.4% en 2019 a 60% en 2022. Tras esta explosión de gasto, la economía creció 7.3% en 2022 en comparación al 4.7% del promedio regional. Cuando el gobierno anunció sus “brillantes” políticas de expansión fiscal y monetaria para recuperar la economía, omitió mencionar que las pagaríamos con más impuestos, inflación y menor crecimiento.
Ahora, estamos lejos de crecer por encima del 4,5% anual como lo solía registrar la economía en años pasados porque el efecto de años de deuda, gasto agresivo y bajos tipos de interés se ha esfumado en seco.
El desempleo marca cifras preocupantes. Entre septiembre de 2023 y septiembre de 2024, solo registró una moderada reducción de 0,3%. De acuerdo con datos del DANE, La tasa de desempleo asciende al 9,1% de la población en edad laboral, representando 2,3 millones de personas desempleadas.
A los altos niveles de paro se suma el retroceso preocupante de la inversión privada que hasta el mes de agosto acumula una caída de 5,1% frente al mismo mes de 2023. Según estimaciones técnicas del grupo Davivienda, la inversión podría caer un 30,5% en 2024, la mayor disminución desde la crisis hipotecaria de 1999.
Los dos principales factores que explican esta contracción son, en primero lugar, el efecto rezagado de la subida de tasas de interés y el aumento del impuesto corporativo que han elevando el costo de producir. Y, el segundo y más influyente factor, se relaciona con la incertidumbre económica derivada de los intentos de reformas estructurales de Gustavo Petro. Estos cambios han sembrado un clima de temor y desconfianza entre los empresarios, lo que ha llevado en consecuencia, a una histórica caída de la inversión privada.
En suma, el sector público se ha endeudado sin generar el crecimiento que prometió. Los incrementos porcentuales del PIB se han desvanecido por completo ante el pago de mayores intereses de deuda. Y, por recurrir a mayores impuestos para sanar la magnitud del despilfarro de recursos, el consumo y la inversión privada se han desplomado.
Pensar que los brutales incrementos del gasto público pudieron habernos sacado temporalmente de la crisis es inequívoco; pero con lo que no contamos era que seguirían gastando sin freno durante los años de bonanza, donde se supone, debían haber reducido el déficit y acumular ahorro para tiempos de recesión. No lo hicieron.
Lo único que han conseguido es dilapidar el escaso capital y ahogar todavía más al sector privado con mayores impuestos, el único sector eventualmente capaz de tejer planes de negocio generadores de riqueza.
Queda claro, que gastar por gastar no generar riqueza; lo único que genera son ciclos insostenibles de auge y caída. La intervención del Estado en la economía siempre es contraproducente. Cuanto más sostenemos artificialmente la deuda pública más impuestos contra el ingreso se generan y menor inversión, empleo y crecimiento se consigue.
*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan la postura editorial de EL DIARIO.