Este gobierno de Duque, limitado al espectáculo de la publicidad y no a tocar el fondo de los problemas, después de una semana de silencio al fin se pronuncia sobre los fraudes electorales denunciados desde el día mismo de elecciones. No sin antes tener la venia del expresidente Uribe.
En el tema de las elecciones al Congreso, el presidente Duque brilló por su ausencia durante toda una semana mientras, desde una orilla gritaban fraude y, desde la otra, entre las aguas mansas de la Organización Electoral, flotaba el Registrador boca arriba diciendo que eran ‘errores humanos’ y no planteaba ningún tipo de solución.
Duque tuvo que esperar a que Álvaro Uribe declarara como verdadero el fraude, para convocar (hasta este martes) una Comisión Nacional de Garantías Electorales para que puedan “esclarecer las dudas que existen sobre esos lugares de votación de Senado”. Esta Comisión está conformada por la Organización Electoral, la Registraduría Nacional del Estado Civil y el Consejo Nacional Electoral; por el Gobierno Nacional, por todos los partidos y movimientos políticos; por los Organismos de Control y por los Observadores Electorales.
La oportunidad que viene ofreciendo el gobierno Duque para que el país encuentre el camino a la democracia y esclarecer lo que él llama ‘situaciones controversiales’ en los procesos de preconteo y escrutinio, no pasa de ser otro más de los sofismas que acostumbra utilizar para desviar el tema del descalabro económico que adolecen miles de familias colombianas (con tasa de desempleo de 14,6% y una canasta familiar que no para de subir sus costos día a día), el desamparo de los agricultores que han sido abandonados a su suerte sin ayuda alguna para la adquisición de insumos agropecuarios, el zarpazo de las EPS al bolsillo de la salud pública, los asesinatos sin misericordia en Arauca y la lista continúa sin mermar.
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‘El fraude sí, pero no como dice Petro‘
Álvaro Uribe para el 17 de marzo ponía en duda el fraude y lo denotaba como un vil invento. Dos días después, cuando el Pacto Histórico y partidos como Fuerza Ciudadana encontraron miles de votos en los reconteos, el expresidente alega que sí existe el fraude, pero, que los jurados fueron quienes alteraron los tarjetones electorales a favor del Pacto y perjudicaron directamente a su partido, el Centro Democrático. Para el día sábado 19 de marzo tuiteó: “No podemos aceptar estas elecciones”.
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Por su parte Gustavo Petro nombró como ’golpe de estado’ a la invitación del expresidente.
El candidato Sergio Fajardo decidió inclinarse por mantener una posición de mero observador, no le interesa si hubo garantías o no para las elecciones pasadas. Él ya está en la lista de candidatos y con eso se conforma.
Boyacá hoy está por fuera de las discusiones y debates políticos, con Uribe utilizando la misma fórmula para otros cuatro años de mantenerse en el gobierno, y, la izquierda colombiana sumergida en su perenne autocrítica. El debate nacional se centra en la compra de votos, la manipulación de los tarjetones, el narcotráfico y las estructuras paramilitares que al parecer nunca se disolvieron y que, a ojos de conocedores de la historia colombiana, son hoy las que mandan sobre cómo y a quién debe favorecer el leve desarrollo y progreso del país.
Mientras tanto el desempleo no merma, el campo sigue perdiendo sus cosechas y a sus trabajadores, la violencia intrafamiliar y la inseguridad en las calles crece junto con la homofobia y la xenofobia, la dependencia energética sigue amarrada por los mismo empresarios desde hace décadas y los mineros siguen muriendo mientras crece el número de licencias para explotar la tierra. Un día a día inmisericorde para el 90 % de los colombianos.
El escenario de unas elecciones presidenciales con todas las garantías es indispensable para que los colombianos vuelvan a creer en la democracia, y esa visión de seguridad, solo la podrá entregar el gobierno actual, el mismo que se ha sentado en la silla presidencial por veinte años.